Según Naciones Unidas, la igualdad de género está en el centro mismo de los derechos humanos y es un principio fundamental de la Carta de la ONU, que establece que “la protección y el fomento de los derechos humanos de las mujeres es responsabilidad de los Estados”.
Los temas que se asocian a estos derechos son: el derecho a la integridad, al control del propio cuerpo, el sufragio, derecho a ocupar cargos públicos, derecho al trabajo, remuneración justa e igualitaria, poseer propiedades, la educación, servir en el ejército, firmar contratos legales, y derechos matrimoniales y parentales.
No ha sido un camino fácil desde las primeras conquistas logradas gracias al acceso a la educación, que contribuyó a la ampliación del rol social femenino y que tomó fuerza durante los movimientos en pro de la igualdad racial, nacidos a finales del siglo XIX y representados por las defensoras del voto femenino.
En pleno siglo XXI, la lucha continúa.
Las recientes denuncias en contra del famoso productor cinematográfico, Harvey Weinstein, acusado de atacar sexualmente a actrices de Hollywood a cambio de promover sus carreras, han provocado una avalancha de acusaciones similares también en Washington.
Un gran número de mujeres ha encontrado el coraje necesario para relatar públicamente historias personales de avances no deseados, sucedidos años atrás.
Quizás los más difíciles de entender son los de cuatro mujeres que afirman que el expresidente George HW Bush, ahora de 93 años, se habría comportado de manera inapropiada con ellas.
El expresidente Bush se disculpó ante cualquier mujer que pueda haberse molestado por su comportamiento.
Así, las graves acusaciones contra Weinstein parecen haber desatado un torbellino que expone toda una cultura de acoso sexual, que involucra a personas influyentes.
Nada de esto es sorprendente. Es un antiguo cliché que hombres en posiciones de poder creen que son más atractivos para las mujeres.
En muchos casos, puede ser cierto.
Ya sean estrellas de Hollywood, iconos del pop, carismáticos líderes políticos, figuras del deporte o personajes de los medios, los hombres a menudo pueden ser objeto de admiración por parte de muchas mujeres.
Pero cualquiera que sea el papel que desempeñan en la vida, no les otorga derecho para presionar por favores sexuales.
Las acusaciones contra Weinstein lo hacen sonar como un individuo repulsivo, pero del otro lado, las supuestas acciones irrespetuosas del expresidente Bush son embarazosas para él y su familia, y sin duda fueron desagradables e inesperadas para las mujeres involucradas.
Es muy posible que surjan más casos de denuncias de acoso sexual en otros ámbitos, incluido el Congreso.
Dieciséis mujeres, en su momento, afirmaron que fueron hostigadas sexualmente por Donald Trump en el pasado; algo que tanto él como La Casa Blanca han calificado de noticias falsas.
No se trata de comenzar una cacería de brujas, pero sí dejar claro que no se puede tolerar una conducta profundamente inquietante que parece repetirse en todos los sectores de la sociedad.
Felizmente, son muchas las mujeres que se desempeñan en la política, los negocios o la industria de los medios, y que entienden que deben alzar su voz para defenderse.
El ejemplo de varios altos ejecutivos de Fox News que fueron despedidos o suspendidos, demostró que los agresores masculinos tienen menos posibilidades de salirse con la suya.