miércoles 12  de  febrero 2025
ANALISIS

Cuba: El sainete violento que ha roto el discurso la izquierda

El Movimiento San Isidro, integrado por jóvenes a imagen y semejanza de nuestros barrios, a golpe de coraje despertó para siempre las conciencias de todos los cubanos
Diario las Américas | CÉSAR MENÉNDEZ
Por CÉSAR MENÉNDEZ

El pueblo cubano se ha expresado libremente por primera vez en seis décadas. Pide un cambio político hacia un sistema democrático que les permita tomar las riendas de sus destinos. La frase ¡Díaz Canel singao! resume como ninguna otra lo que opina el pueblo de su clase dirigente.

No se trata solo de carencia de medicinas y médicos o las pobres condiciones de vida de la gente, se trata de organizar una sociedad en libertad para todos que persiga la felicidad y esperanza. ¡Patria y Vida! es una invitación a soñar con un futuro mejor, desde adentro de Cuba; es un paso de página, una enmienda a la totalidad a lo que ha existido en la isla en los últimos 60 años. Es una apuesta por la vida, y pone en el horizonte, como meta imprescindible, la ¡Libertad!, otra de las añoranzas visualizadas durante estos heroicos días en las calles de toda la isla.

El Movimiento San Isidro -integrado por jóvenes a imagen y semejanza de nuestros barrios- a golpe de coraje despertó para siempre las conciencias aborregadas de todos los cubanos. Ese grupo de valerosos jóvenes logró desenterrar la bravura olvidada de Antonio Maceo, la valentía de Rubén Martínez Villena, el arrojo de José Antonio Echevarría, el coraje de Osvaldo Payá, la entrega de Orlando Zapata Tamayo y Laura Poyán, para indicar el único camino posible: ser libres.

El levantamiento del 11 de julio ha sido el más grande de la historia de Cuba. Ninguna causa enarbolada en la isla tuvo tanto respaldo. Ni en las huelgas contra Machado, ni en la lucha contra Batista. El 11 de julio cerca de 40 ciudades se levantaron espontáneamente en una muestra inequívoca de lo que desean los cubanos: libertad y democracia.

El 11 de julio constituye un cambio de paradigma en las relaciones entre el gobierno y el pueblo. El primero sabe que para mantenerse en el poder solo le queda la vía represiva. No valen los disimulos, ni las medias tintas, simplemente porque el pueblo, que no los eligió, no aguanta ni un minuto más de sometimiento. Ya lo dijo el propio Díaz Canel: “La orden está dada”.

De la otra parte, el pueblo ha comprobado la naturaleza del régimen que le oprime, ha visto el rostro ensangrentado, oculto durante años, del secuestrador que había logrado la docilidad de su víctima. Una generación libre de miedo solo puede ser sometida a través de la represión.

El 11 de julio le ha servido al pueblo para ver las dimensiones de sus músculos, los decibelios de sus gritos, la simpatía de sus anhelos y, lo más importante, para establecer nítidamente quién es el enemigo por abatir.

Los simpatizantes de la izquierda mundial, horrorizados y avergonzados, enmudecen y marcan distancias de esta sangrienta bestia que se exhibía por el mundo como paladín de la libertad mientras sometía a los suyos con algo de disimulo. Este sainete violento ha roto el discurso a esa izquierda porque les vincula con las peores prácticas de las tiranías que dicen combatir.

Ya no pueden justificar lanzar manifestaciones contra la justicia cuando es asesinado un ciudadano negro en EEUU -donde, por cierto, hubo un presidente negro y hay una vicepresidenta de la misma raza- y callar cuando miles de negros son apaleados, pisoteados, encarcelados impunemente, por pedir libertad en el país donde los negros nunca han tenido cuota de poder.

Tampoco pueden justificar las imágenes de las miserables condiciones en las que viven los jóvenes que protestan, ni las imágenes de heridos transportados a hospitales en carros tirados por caballos, mientras que las fuerzas represivas avanzan por las calles ataviadas con el armamento más moderno del mundo a bordo de los vehículos y camiones de la muerte más impresionantes que existen para reprimir al pueblo.

Curiosamente, el bloqueo imperialista no bloquea las armas represivas, las balas represivas, las tonfas represivas, los camiones represivos, ni las botas con las que patean el rostro de quienes protestan. Las izquierdas del mundo se quedan sin palabras, aturdidas ante tanto horror. ¿Qué le queda al régimen?

Le quedan las víctimas acobardadas que sufren el síndrome de Estocolmo, incapaces de ver un mundo fuera de la opresión, los esbirros sanguinarios y sádicos que convierten el dolor ajeno en forma de vida, los pocos funcionarios y artistas que reciben pequeñas migajas ajenas a la realidad de la isla y un ejército armado hasta los dientes dispuesto a reprimir.

Las cartas están sobre la mesa, en el escenario nacional confluyen antagónicamente la diabólica represión del régimen contra de una juventud libre de cadenas que ha decidido alcanzar la emancipación de su nación al grito de “patria y vida”.

@MenendezPryce

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