"La gente se pregunta: ¿si había comida por qué la tenían aguantada a sabiendas que estábamos pasando hambre?" Claribel Rodríguez, residente de Santiago de Cuba "La gente se pregunta: ¿si había comida por qué la tenían aguantada a sabiendas que estábamos pasando hambre?" Claribel Rodríguez, residente de Santiago de Cuba
Los levantamientos populares son malas noticias para las dictaduras. Ventilar las quejas al aire libre no es un asunto que les interese en lo más mínimo. Mucho menos cuando las protestas terminan doblegando la voluntad del régimen.
Ejemplos abundan en la historia. Pueblos cargados de ira ante la injusticia han tomado las calles y han dado comienzo, en múltiples ocasiones, a poner fin a monarquías, dictaduras o han servido para cambiar simplemente una política considerada injusta.
Para el comienzo de la Revolución Americana, arrojar por la borda 342 cajas de té almacenadas en barcos procedentes de Inglaterra fue suficiente para desafiar al rey y prender la chispa de la lucha. Las protestas que pusieron fin a la monarquía francesa comenzaron con turbas hambrientas que no podían pagar el alto costo del pan, mientras la nobleza disfrutaba de exquisitos manjares. Algo más o menos como lo que sucede en la Cuba actual.
En tiempos más recientes, las que marcaron el fin del comunismo en Europa fueron variadas y contundentes. Cuando en Alemania 70 mil personas protestaron contra el comunismo un lunes en Leipzig, el próximo lunes ya las protestas eran por todo el país hasta que un mes más tarde concluyeron con el derribo del muro de Berlín. Los países Bálticos escogieron crear enormes cadenas humanas y simplemente unir sus voces en cantos patrióticos. En la antigua URSS las ancianas en las calles lanzaban sus mantas sobre los tanques para quitarles visibilidad. En aquellos años de determinación de romper con el yugo comunista se vieron conmovedoras imágenes de soldados negándose a disparar contra su propio pueblo.
En Cuba, no podemos predecir cuál será el resultado de las manifestaciones masivas que comenzaron un 11 de julio del 2021 espontáneamente por toda la isla. Era la voluntad de un pueblo que se negaba a perder la esperanza de conquistar una libertad que jamás habían conocido, pero anhelaban lo suficiente como para arriesgarlo todo por ella.
Casi tres años después, aún permanecen cientos en prisión, entre ellos mujeres y menores. Cuba permitió la salida masiva de cubanos con doble propósito, la famosa válvula de escape y el enriquecimiento del tráfico humano. Solamente de los 425 mil cubanos que cruzaron la selva del Darién desde Nicaragua, Cuba recibió 5 mil dólares por cada visa y entre 10 y 15 mil dólares compartidos con los carteles de la droga en un negocio mucho más lucrativo que la droga y menos riesgoso.
Pero de nada les ha servido, excepto para el enriquecimiento personal porque el país jamás ha visto una peor crisis. Solo que ahora el que pide comida sabe que el engendro llamado mipymes tiene la leche que le falta a sus hijos. Mientras que la solución del régimen consiste en culpar al embargo, y vender “sirope alimenticio” que no es más que agua con azúcar prieta para calmar el hambre de los niños, las mipymes tienen leche fresca, en polvo, condensada, evaporada, de chocolate o fresa pero para vender solo a los que tienen los dólares del imperio que ahora culpan de todos sus males.
Cuando no hay transporte y tienes que caminar bajo el sol con zapatos incómodos y ves autos de lujo importados y zapatos de marcas en las mipymes, ya tu protesta va cargada de una gran dosis de ira e indignación. El régimen sabe que están sentados sobre un polvorín y quizás por eso con estas protestas que comenzaron el 17 de marzo se han mostrado dispuestos a escuchar y no repartir palos y romper huesos con la misma visibilidad que lo hicieron con anterioridad.
El Primer Ministro Manuel Marrero Cruz apeló al diálogo para calmar los ánimos: “ante la compleja situación del sistema eléctrico nacional y las limitaciones actuales en la distribución de alimentos trabajamos sin descanso en la búsqueda de soluciones dentro y fuera del país. Lo más importante será siempre el diálogo franco y abierto con el pueblo”, y así de pronto llegaron la luz y la comida. Otros de los sicarios del Cartel de La Habana culparon a Estados Unidos y a la mafia de Miami, que según ellos anda suelta a pesar de la lista publicada y el llamado al FBI y la Interpol para que nos arrestaran. Como si la crisis que tienen fuera culpa de otros y no de ellos mismos y su ineptitud. Fidel Castro los llevó al borde del abismo y ellos mismos darán el paso al frente.
Hay miedo y no es del pueblo. Durante las protestas del 11 de julio Díaz-Canel llamó al combate y desató las hordas con cabillas y palos transportadas en los autobuses para turistas. ¿Se habrán dado cuenta que quizás no todos los que integran los órganos represivos están dispuestos a masacrar a su propio pueblo? Las lecciones de Europa del Este no deben ser olvidadas, especialmente la de Rumanía.
Nicolas Ceausescu y su esposa fueron detenidos por su propio ejército que rehusó escuchar sus órdenes. Intentaban huir del país y se los prohibieron. Fueron llevados a juicio y ejecutados por ser culpables del genocidio de miles de sus compatriotas, destruir la economía del país y por corrupción. Tenían más de un billón de dólares en bancos extranjeros que de nada le sirvieron. Sus últimas órdenes fueron aplastar una manifestación masiva en Timisoara, cuando la protesta se salió de control huyeron en un helicóptero y fue el piloto el que los devolvió para ser arrestados. Su propio ejército se viró contra ellos cuando vieron que no había nada que hacer, los manifestantes le tiraban piedras a pesar de estar armados. Se había roto el dique y el ejército se cambió de bando, supo ocupar su papel en la historia. Lo mismo podría pasar en Cuba y los dirigentes lo saben. Los últimos momentos de los Ceausescus fueron cargados de histeria y confusión, ni ellos mismo creían lo que les estaba sucediendo. La justicia tardó, pero llegó en la determinación de un pueblo por romper el yugo que lo oprimía. Las banderas tricolor ondeaban con un hueco en el medio, el símbolo del comunismo había sido arrancado. Ha pasado una y otra vez.
Los dirigentes cubanos deberían de repasar la historia o al menos releer a Marx, ese fracasado que no los ha dejado progresar. “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su gusto. No la hacen de circunstancias elegidas previamente, sino bajo las que ya existen”.
Las circunstancias que existen en Cuba no traen buenos presagios. Según el Evangelio de San Mateo, Jesús en una ocasión pidió a alguien que guardase su espada, porque: “el que a hierro mata, a hierro muere”. Quizás por eso Marrero Cruz está hablando de diálogo franco y abierto con el pueblo. Como buen marxista sabe que la historia no es como ellos quieren, sino como la voluntad del pueblo la determine. El consejo de Jesús no les vendría mal tampoco. Se los pongo en buen cubano: Guarden las cabillas para evitar morir a cabillazos.