Ser agradecido, agradecer, están entre las virtudes que más admiro y practico. Yo no suelo dar todo por sentado, sin reflexionar sobre el porqué de los hechos en la vida y cuáles son las perspectivas de futuro. Es la filosofía, la dinámica que mantiene la mente ejercitada como si fuera un gimnasio de la razón.
Esta semana, al menos en los Estados Unidos, se produce una suerte de pausa festiva que no deja de ser reflexiva. Es la oportunidad de unir la familia ante una mesa de esplendores culinarios, sin dejar de recordar lo afortunado que somos, cuando pensamos en tantos coterráneos desposeídos o sufriendo regímenes malsanos que no conocen de la convivencia.
Concluimos la trigésimo quinta Feria del Libro de Miami en total esplendor. Los niños, el futuro en pleno, nos visitaron con fervor. Disfrutaron como pocos de la magia de la imaginación.
Miles de miamenses y numerosos lectores que arriban de otros sitios para la ocasión, recorrieron los predios de la Feria y sus presentaciones como rindiéndole justo tributo a la suma del conocimiento que sigue siendo el libro como objeto de culto.
Les adelanto que tan pronto como en marzo, le estaremos ofreciendo las tentaciones del séptimo arte, en nuestro Festival de Cine de Miami. Mientras tanto, en estas horas de asueto, pueden concurrir totalmente confiados a nuestro legendario Teatro Tower para disfrutar de una programación, espléndidamente curada con lo mejor de la cinematografía internacional.
Recuerdo ahora, porque también comienzan jornadas de nostalgia en lo que termina el año, como mis padres nos llevaban a mi hermano y a mí a las funciones del Tower, donde las películas estaban subtituladas al español para paliar las necesidades de entretenimiento de la primera oleada de exiliados cubanos.
A ellos agradezco cualquier virtud de la cual me pueda vanagloriar y el haber pavimentado, como tantos otros refugiados, el camino que hoy Miami recorre con éxito ante el elogio de otros sitios del mundo, por lo que hemos logrado en integración y tolerancia comunitaria.
Somos el remanso de tantas personas perseguidas por no comulgar con regímenes dictatoriales. Hemos asimilado, como pocas comunidades en la nación, oleadas de exiliados que solo alcanzaron la esperanza en nuestra orilla.
Muchas de esas personas saben de la política de puertas abiertas del Miami Dade College, donde la oportunidad siempre aguarda. Se trata de la garantía para miles de estudiantes, conscientes de que será el único modo de escalar hacia más altas posibilidades profesionales.
La matrícula aumenta, los servicios educacionales que ofrecemos se mejoran con las nuevas tecnologías. Es una ecuación de éxito irreprochable.
Sospecho que en no pocas cenas de Thanksgiving esta semana, entre los agradecimientos de las familias, estuvo presente la mención, con orgullo, de aquellos que se labran un futuro en nuestras aulas.
Estamos en el conteo regresivo del fin de un año intenso en todos los sentidos. El pueblo al cual nos honra pertenecer, funciona con las probadas instituciones de la más gloriosa democracia que haya conocido la humanidad y a nosotros corresponde protegerla y acrecentarla con perseverancia e inteligencia.
Por lo pronto, demos las gracias, todos los días por esta gran oportunidad.