El surgimiento y desarrollo de la nación más poderosa del mundo, Estados Unidos, se debe en gran medida a los inmigrantes. Comenzando por los pelegrinos ingleses que se asentaron varios puntos de los que hoy conocemos por Nueva Inglaterra, y seguidos por los holandeses, alemanes, suecos y africanos, gracias a ellos disfrutamos el país de las grandes oportunidades.
EEUU es la nación que más inmigrantes ha recibido en el orbe. Por ejemplo, en el decenio de 1880, los judíos sufrieron sangrientas matanzas por todo el este de Europa y muchos millares escaparon de una muerte casi segura a los EEUU. Hoy cerca de 5,7 millones de judíos son estadounidenses.
En uno de los símbolos más icónicos de EEUU, en la Estatua de la Libertad, están grabadas las siguientes palabras dedicadas precisamente a los inmigrantes: “Dadme a vuestros pobres, a los fatigados, a las masas que anhelan respirar en libertad. Las míseras sobras de vuestras atestadas costas. Enviadme a ellos, a los que no tienen hogar, a los que fueron arrojados por la tempestad. ¡Yo levanto mi lámpara sobre la puerta de oro!”.
Quienes tenemos la capacidad de leer estas letras también somos inmigrantes o descendientes de éstos. Y es precisamente en esa mezcla de culturas, en esa diversidad que radica la verdadera fortaleza de un país que contiene a todas las naciones en sí misma.
En dependencia de la crisis que ha azotado a los pueblos, así ha sido el número de inmigrantes aceptados. Una vez fueron los judíos, pero también han sido cubanos, hondureños, venezolanos, musulmanes. Este país, como tierra de libertad, es la madre de todos los inmigrantes.