El fenómeno que definen estas dos acepciones - entre otras – son fundamentales para disfrutar de uno de los grandes placeres del ser humano: la música.
La primera de ellas, la melodía se escribe en el sistema de notación musical de forma horizontal, tal como se escribe una carta, pero en un pentagrama de cinco líneas que puede utilizar diferentes claves para definir la altura de las notas escritas y así pueda ser interpretada correctamente por voces o instrumentos, según se trate.
Esa melodía tiene el apoyo de un campo armónico, formado por varios sonidos que se emiten simultáneamente, conocidos como acordes musicales, que emite un instrumento o voz, o varios pero se escribe de forma vertical, para que puedan sonar al mismo tiempo.
El canto de melodías armonizadas o canto a voces, utiliza distintas cantidades de personas, desde los dúos, hasta los coros polifónicos, pero en la tradición cubana sobresalen por su calidad e historia los cuartetos vocales que grabaron versiones de muchas joyas de la música cubana con excelentes arreglos e innovaciones armónicas, realizadas por grandes arreglistas, conocedores de esa escritura y sonido vertical.
La costumbre de cantar a voces nos viene a los cubanos de la trova tradicional, a partir de las segundas voces, que de forma intuitiva - pues la mayoría de nuestros trovadores no poseían conocimientos técnicos musicales, aunque sí una notable intuición y sorprendente sensibilidad – escoltaban a la melodía de las diferentes creaciones musicales que pertenecen al maravilloso mundo trovadoresco.
Posteriormente, a partir de la obra de Don Miguel Matamoros con su trío y la influencia que ejerció como pionero desde 1925; el trío mexicano Los Panchos, innovadores en el ámbito latinoamericano que debuta en New York en 1948 y los tríos vocales armónicos posteriores, constituyeron una preciada joya en nuestro acervo cultural, pero a partir de la creación del Cuarteto Siboney, en 1940, por esa mujer excepcional que fue la profesora Isolina Carrillo, puede decirse que despega la imagen del cuarteto vocal, hasta volverse una de las entidades musicales más favorecidas por el gran público.
Al principio, influenciados por los cuartetos norteamericanos, este tipo de agrupación se usaba para reforzar como coro a grandes solistas, pero fueron adquiriendo protagonismo hasta llegar a ser figuras estelares por sí mismos y se fueron “cubanizando”, creando estilos y arreglos de categoría e interés.
Ya el maravilloso mundo de las 4 voces contaba con grupos que, a través de los años llegaban a Cuba e inspiraban a los músicos cubanos a consolidar un estilo propio. The Ink Spots, Golden Gates, The Hi Lo´s, The Four Freshmen y otras leyendas e incluso, ya en plena censura del jazz y la música norteamericana, siempre los “cuarteteros” cubanos lograban informarse sobre Manhattan Transfer, Singers Unlimited o Take Six.
Volviendo a la historia, el mencionado Cuarteto Siboney tenía un pianista llamado Facundo Rivero y tras esa experiencia, funda su propio “Cuarteto de Facundo Rivero”, después Los Rivero, ya sin Facundo, pues conservaron el nombre del cuarteto por ser el apellido de “Ébano Rivero” junto a Julia Silvia Lombida, Elba Montaner y Jesús Varela “Leyté”.
Estos cuartetos podrían considerarse como pioneros de una nueva imagen, pues a pesar de la existencia de cuartetos trovadorescos y otro tipo de agrupaciones, vienen a ser como un ejemplo del canto a cuatro voces, no intuitivas, sino producto de un arreglo confeccionado de forma técnica.
Ya a partir de este momento comienzan a proliferar cuartetos de gran significación en nuestra historia musical, como el “Cuarteto de Orlando de La Rosa”, creado en 1948 y al cual pertenecieron nombres ilustres, como Roberto Barceló, Aurelio Reinoso, Adalberto Del Río, la incomparable Elena Burke y Omara Portuondo; el cuarteto de Mario Fernández Porta, adonde perteneció Armando Bianchi, junto a Emma Royer, Emelina Díaz y Montes de Oca, además del cuarteto de Bobby Collazo, con Bobby Carcassés, Armando Guerra, y Reinaldo, que fuera posteriormente integrante de Los Bucaneros.
En 1948 el Maestro Felipe Dulzaides funda los Llópiz – Dulzaides, con su primo Javier Dulzaides y los gemelos Llópiz, posteriormente los Llópiz o “Llopis”, como aparecen en la portada de algunos de sus discos, prosiguieron carrera en México. En 1950, el maestro Carlos Faxas crea el “Cuarteto Los Faxas” de gran aceptación popular, con César Más, Orlando Noriega, Orlando Morales Gilberto Aldanás, posteriormente integrante de Los Modernistas, mientras el cuarteto Los Ruffino, agrupación familiar de Mercedes Villaverde e Ignacio Ruffino con sus hijos Carlos y Julie, dejaban constancia de sus éxitos en cine y discos de la época. Pero en 1952 ocurre un hecho digno de destacar, que fue el debut en el programa de TV “El Show del Mediodía” de “Las D`Aida” cuarteto dirigido por Aida Diestro e integrado por las hermanas Omara y Haydee Portuondo, Moraima Secada y Elena Burke, que constituyeron una verdadera revolución en ese tipo de formato y la música cubana en general.
A partir de finales de los 50 y principios de los 60 eran habituales en los escenarios de todo el país, cuartetos como “Los Bucaneros”, bajo la dirección del talentoso Roberto Marín, con Charles, Rafael y Bebo, por el que pasaron talentosos cantantes a lo largo de su existencia; “Voces Latinas” con Alberto Pujol en la dirección, Raúl Acosta y después Nina, hermana de Raúl y esposa de Alberto, Germán Piniella y Franco Laganá; Los Meme, del compositor José Manuel Solís, que llegaron a estar entre los artistas más populares de su época, conformados por Meme Solís, Wilfredo Riquelme (posteriormente miembro de Voces Latinas), Ernesto Martin y la que fuera una de las más importantes solistas de su época, Moraima Secada, cambiando integrantes, entre ellos el excelente contratenor Raúl Acosta y el magnífico bajo Bobby Jiménez, hasta llegar a su integración más popular, de Meme, Farah María, Miguel Ángel Piña (que había sido integrante de Los Century, cuarteto de Santiago de Cuba) y Héctor Téllez, que había sido integrante de tríos vocales, entre ellos, Voces de Oro.
Los D´Enrique, que fueron Las D`Enrique primero, por ser un cuarteto femenino en sus inicios hasta que pasó a ser un cuarteto mixto con Cary Fernández, Mirta y Miguelito Sotolongo, y Albertico Morgan, después Manolito, una línea interesante del cuarteto cubano; Los Orta, que eran dos hermanos, Eloy y Eladio, Cristóbal y otros integrantes; Las Hermanas Valdivia, también una agrupación de hermanas; Los Modernistas, bajo la dirección musical del maestro Fernando Mulens, con Gilberto Aldanás, Eugenio Fernández, Yolanda Brito, que estuvo menos de un año para darle paso a la excelente Lourdes Torres, fallecida en este 2017 y el inolvidable e insustituible Miguelito de la Uz, para mí “San Miguel de los Cuartetos” como le decía por su magnífica labor y espíritu incansable a favor de este tipo de agrupación.
A finales de 1962, bajo la tutela inicial de Néstor Milí debutan “Los Zafiros”, integrados por el contratenor Ignacio Elejalde, poseedor de una de las voces más bellas del gremio y excelente cantante, Eduardo “El Chino” Hernández, Miguelito Cancio y Leoncio “Kike” Morúa; aparecieron con Néstor Milí a la guitarra, después Oscar Aguirre como acompañante y compositor de algunos de sus temas, hasta que llegó Manuel Galbán, excelente guitarrista y arreglista que redondeó de manera definitiva el timbre del grupo, que fue un caso excepcional de ascensión vertiginosa a los primeros planos de popularidad del país en ese entonces.
Los Zafiros continúan hoy día con Jorge Echevarría, vocalista y director, Ramón Espinosa, Mario Pérez, Farell Dorado y José Núñez en la guitarra, que mantienen con dignidad esta hermosa tradición de cuatro voces y un nombre emblemático en el mundo de los cuartetos.
Ya en el año 62 “El Cuarteto del Rey” con Eliseo, Severino, Félix y el inmenso Pablo Milanés aparecen en escena, bajo la dirección musical de un hombre excepcional que después fuera director y repertorista del Cuarteto Los Cañas: El inigualable declamador Luís Carbonell a quien es imposible dejar de mencionar cuando de cuartetos se trata, por estar vinculado profundamente a casi todas las agrupaciones de este quehacer, además de su prestigio en otros campos. Luís ha sido maestro, arreglista, repertorista de una cantidad inmensa de cuartetos que han ido a buscar sus consejos y maestría no sólo en el ámbito musical, donde exhibe impresionantes logros como montar piezas clásicas para piano a voces con cantantes que no sabían leer música, o el disco a dos, tres y cuatro voces con Esther Borja y Medardo Montero como grabador, hazaña tecnológica y alarde de talento para su época, calificado como “El disco del Siglo XX en Cuba” sino en la ética, el amor a la profesión y el sentido profesional de prestigio que marcó su carrera.
En 1966, la aparición de Los Cañas, con René Mateos, Iván Cañas - lo sustituyó Ricardo González Domínguez - Paquito González - después Ramón Adriano - y Tony Pinelli, junto a Los Dimos, con Adolfo Costales, Jesús del Valle, Eddy Martínez y Daniel García, y Tema IV, con Carlos Alfonso, Ele Valdés, Silvia Acea y Eliseo Pino - génesis del interesante grupo Síntesis - que incluyen de cierta forma, elementos contrapuntísticos, auto acompañamiento y una línea de experimentación armónica - musical, (que ya existía, pero lograron imponer en sus estilos un sello muy personal), fue una innovación que se enmarcó en la irrupción en el mundo musical cubano de lo que después se denominó como “Nueva Trova”. Este quehacer tomó bríos y desarrolló lo que podría considerarse hoy como un excelente trabajo vocal, aunque lamentablemente quedó poco material de lo realizado por aquellos años.
La terrible costumbre de poner “cuadros de confianza” en trabajos especializados se fue imponiendo en los medios de difusión en Cuba y personas extremistas, sin sensibilidad alguna, fueron eliminando la costumbre de los kinescopios, que era habitual, es decir, guardar la filmación de los programas emitidos y para colmo de males, cuando se hizo el cambio de tecnología de videos cinta abierta a cassettes y posteriormente de Umatic a Betacam, “dirigentes de turno”, no se preocuparon por preservar la historia cultural contenida en esos cassettes, que se podían haber transferido de un sistema a otro y simplemente los botaron o los mandaron a quemar, aunque parezca increíble.
Esa “nueva ola” como la denominaba Miguel de la Uz, incluyó grupos más numerosos que realizaron trabajos vocales interesantes, como Manguaré, Mayohuacán, Muralla, Nuestra América y otros como el Cuarteto “Arenas Blancas” de Colón, Matanzas, el primero en montar un rezo yoruba a cuatro voces, con una concepción moderna, que lamentablemente no dejó grabaciones profesionales de aquella época, hasta donde sepamos, aunque el grupo, renovado, existe todavía.
Claro está que siguieron surgiendo cuartetos que mantuvieron el estilo de trabajar con orquesta e incluso la vestimenta similar y todas las tradiciones “cuarteteras”, que no estaban fuera de moda ni mucho menos; Los Prismas en 1966 con Armando Larrinaga, Alexander Domínguez, Vicky Salas y Luis Céspedes, Los Brito (1967) con Los hermanos Julio y Alfredo, la esposa de éste, Mercy, El Nene que había sido integrante de otro cuarteto: Los Ayala y que su temprano fallecimiento consternó a todos, sustituido por Abelardo Cordero.
Voces del Trópico debuta también en la segunda mitad de los 60, fundado por Osvaldo Rodríguez y fue el punto de partida para la creación de Los 5-U4, grupo de pop rock que alcanzó gran popularidad. Los Heraldos Negros, se crean bajo la dirección musical de Martín Rojas en sus inicios con Rafael de Hombre, voz prima; Jorgito, que venía del excelente trío Los Cancilleres, como 2da voz; Raúl Vázquez, excelente arreglista y posterior director y arreglista del cuarteto y Octavio García, quien también provenía de los tríos.
Ya en la década de los 70, comienza a languidecer la presencia del cuarteto vocal en los espectáculos donde eran habituales, y comenzaron a desaparecer, aunque todavía duraron varios años, con representantes como Los Akra, compuesto por Rafael Peñalver, Raúl Montalvo, Aurelio Gómez y Julio Rodríguez y que aún se mantienen vigentes con el propio Rafael Peñalver, Aymeé Céspedes y Carmen Margarita de la Cruz.
Los Cuatro, que comenzaron con Meme Solís como arreglista y continúan trabajando; el cuarteto Génesis, Tesis que fue la unión de René Mateos y Ramón Adriano de Los Cañas, con Hermes y Adita, de Yo, Tú, El y Ella; Proposición 4 y varios más, en los que destaca de manera muy especial Gema IV, ya en los 90 cuando su aparición fue como una especie de regalo al mundo del trabajo vocal.
La desaparición del Cuarteto Vocal se fue produciendo paulatinamente, cuando fue languideciendo la producción de grandes espectáculos que se presentaban de forma habitual en La Habana y el interior del país. No hay que olvidar que cuando viene la asociación con empresas turísticas extranjeras, sobre todo las españolas, lejos de la fastuosidad hotelera norteamericana, que era la influencia en la Cuba de antaño, éstas imponen sus costumbres y su know how y así, los gloriosos cabarets de los grandes hoteles fueron desapareciendo, excepto Tropicana, ya toda una tradición - y Parisién del Hotel Nacional, aunque después se recuperaron algunos, como el Copa Room del Havana Riviera, pero no es ni su sombra.
Estos centros nocturnos eran el escenario habitual de los cuartetos, sobre todo los que mantenían la línea de coreografías, vestuarios, acompañamiento orquestal y otros detalles, que podríamos llamar tradicionales, que se fueron quedando sin trabajo, aunque no desamparados, porque las empresas artísticas los programaban, pero ya sin brillo. Incluso los de formato más novedoso y auto acompañamiento, que fueron los de mayor acceso a los medios masivos y al mercado internacional, no trascendieron lo suficiente por el cambio de tecnología audiovisual y la falta de rigor y previsión de los organismos de difusión masiva, a que nos referimos anteriormente.
Incluso en la EGREM, que es la salvaguarda del sonido nacional, gracias a sus ricos archivos históricos y el inmenso trabajo que ha realizado en todos estos años, no existen en archivo, (al menos organizadamente, aunque puede haber más) una cifra superior a una veintena de cuartetos, aunque en la época de oro existieron más de 80. Por supuesto, hay que considerar que en esa época no era nada fácil grabar un disco en un país con tanta buena música y un solo estudio de grabación, además del ICRT, que fue bueno en una época, pero lo destrozaron con el descuido y la falta de dominio sobre el tema.
Desgraciadamente el salto de calidad con estudios en varias provincias y la revolución tecnológica en las grabaciones computarizadas, nos llega después de pasado el furor de los cuartetos, aunque el testimonio que existe nos deja ver un nutrido grupo de agrupaciones de buena calidad – unas más, otras menos- con líneas de trabajo interesantes divididas en dos grandes grupos: Por una parte los cuartetos vocales que montaban un repertorio con arreglos de alta complejidad, buscando un carácter innovador, partiendo de “lo difícil” como concepto artístico y por otra cuartetos que cantaban a cuatro voces por ser el formato aceptado como moda para buscar un hit que los pusiera en la preferencia del público con arreglos no tan complejos.
Ahora bien, a pesar de que es fácilmente comprobable la existencia de estas dos líneas fundamentales, se incursionaba en uno y otro propósito, porque por lo general todos los cuartetos que se presentaban en los escenarios profesionales, tenían piezas musicales de alta elaboración y también otras más “ligeras”, según el escenario o repertorio que exigía el espectáculo donde se presentaban.
Esto es acentuando la disciplina que debe seguir el artista cuando actúa en un entorno y sobre todo en los llamados shows de cabarets, es decir los que seguían un guion o libreto, las canciones tenían que servir al espíritu de ese libreto, lo que se hacía en pro del espectáculo, pero sin hacer concesiones que lesionaran el prestigio y la línea del grupo, aunque a veces ocurrió así, con la bronca subsiguiente.
Cuando se mira y se escucha este testimonio de la existencia de excelentes grupos vocales, cabe preguntarse: ¿Por qué si había tantos buenos cuartetos, hoy en día es tan difícil verlos? Esta pregunta podría tener más de una respuesta, pero sí es importante señalar que la pérdida del testimonio de la mayoría de estos cuartetos a que nos referimos con el cambio de tecnología, más los problemas presupuestarios, más la ausencia de grandes producciones en cabarets ha contribuido a que el cuarteto desaparezca y con él la influencia sobre nuevas generaciones.
Hoy en día el cuarteto vocal es casi una rara avis, aunque hay algunos que se mantienen a base de perseverancia y otros que han surgido y mantienen la presencia del trabajo vocal en la música popular. Cuartetos como Tiempo, del otrora miembro de Los Cañas y Los Modernistas Ricardo González, Alter Ego, Sexto Sentido, Vocal Universo, de Pinar del Río, Alma de Holguín, Vocal Zambá, Quinteto Voces, un nuevo Voces Latinas, Vocal Divas, de Santiago de Cuba, Voces Negras, Café Amargo, Fusión y otros que prácticamente han escogido esta manera de hacer para su carrera artística.
Hay grupos vocales en otros estilos, como el exitoso Sampling y los que siguieron la línea de sonidos onomatopéyicos como instrumentos, estilo que consiguió éxito, pero la falta de inversión y promoción, han hecho decaer el interés de muchos jóvenes músicos, que optan por formatos, géneros y estilos más rentables.
Quedan pocos recuerdos de los cuartetos, aunque muchos de sus integrantes lograron reunirse una vez al año gracias a la iniciativa, esfuerzo y perseverancia de Miguelito de la Uz que desde 1999, sin ayuda ni presupuesto, sólo en base a relaciones y buena voluntad, junto a su esposa Lourdes Torres y la ayuda de otros miembros de cuartetos, que tocando de puerta en puerta, lograron hacer estos conmovedores encuentros anuales, entre miembros actuales y retirados de cuartetos e incluso Miguelito logró que la Productora de audiovisuales de la UNEAC hiciera un documental con la dirección de Tony Lechuga, que constituye uno de los pocos documentos que existen de la rica historia de los cuartetos vocales cubanos.
Después de fallecido Miguel, los encuentros decayeron y actualmente no se celebran.
Hay cuartetos, todavía existen, algunos con años de trabajo, otros nuevos. Lo que no hay es difusión ni promoción para los nuevos valores, debido al consenso del mercado que dicta la moda musical y la falta de inversión para tratar de imponer en el mercado una entidad artística, como el cuarteto vocal u otras de más elevado espíritu, que puedan paliar la innegable decadencia de la cultura en la expresión musical, demostrada en la preferencia del gran público por expresiones simples, con textos inocuos e incluso groseros, que ayuden a entretenerse y escapar de una realidad agobiante y la vida apresurada.
Hay un viejo dicho que reza: “Si al público no le dan lo que le gusta, termina por gustarle lo que le dan”, ojalá que haya promotores que logren interesar al segmento de mercado creciente, con sed de este tipo de expresiones musicales a la “gente joven, que pide peso a la prosa y condición al verso” como decía el gran poeta mambí José Joaquín Palma.
Mientras, aquellos con alma sensible y sed de calidad cultural, deberán buscar su reducto “para el alma divertir”.