viernes 29  de  marzo 2024
Elecciones en EEUU

El efecto Colombia

Con la práctica totalidad de los medios respaldándola, con una recaudación para gastos de campaña que casi triplica a la conseguida por Trump, con Hollywood aplaudiendo y con una simpatía internacional muy superior a la que concita su rival, Hillary Clinton debería dar la campaña presidencial por más que ganada
Diario las Américas | CÉSAR VIDAL
Por CÉSAR VIDAL

Me he referido ya en varias ocasiones al referéndum celebrado en Colombia en el que, mayoritariamente, el pueblo colombiano se expresó en contra de unas concesiones a los narcoterroristas de las FARC que sólo pueden calificarse como capitulación bochornosa. El citado referéndum, por supuesto, tiene una enorme trascendencia para la propia Colombia y para algunos regímenes cercanos, como el castrista y el chavista, que esperaban casi todo del triunfo del sí. Con todo, su repercusión ha superado ampliamente la esfera reducida de Hispanoamérica. A decir verdad, al poner de manifiesto que la hegemonía en los medios, el apoyo de los artistas, el respaldo internacional y la superioridad económica no han bastado para conseguir el previsible triunfo un escalofrío recorre los espinazos de no pocos que dan por seguras sus victorias futuras en las urnas. Sin duda, el caso más llamativo al respecto es el del Partido Demócrata en Estados Unidos. Con la práctica totalidad de los medios respaldándola, con una recaudación para gastos de campaña que casi triplica a la conseguida por Trump, con Hollywood aplaudiendo y con una simpatía internacional muy superior a la que concita su rival, Hillary Clinton debería dar la campaña presidencial por más que ganada. No solo eso. Incluso, aunque menos seguro, no resulta disparatado pensar que los demócratas pueden recuperar la mayoría en el legislativo. Si a eso se le suma que el próximo Presidente designará al miembro del Tribunal Supremo que falta, los demócratas podrían soñar de manera nada disparatada con controlar los tres poderes del estado. Sin embargo, a pesar de tan halagüeñas perspectivas, he tenido ocasión de comprobar la inquietud en manifestaciones y reuniones internas de los demócratas. Sí, tienen todo para ganar. Sí, la superioridad de medios es aplastante. Sí, el establishment en pleno la respalda. Sí, Hillary debería ser la primera presidenta de Estados Unidos. Sí, pero… ¿y si los norteamericanos se comportan igual que los colombianos? ¿Qué sucederá si les importa un pito lo que digan Barbra Streisand o Steven Spielberg? ¿Qué pasará si vuelven la espalda al Washington Post, al New York Times y a la CNN? ¿Qué vendrá a pasar si los hispanos concluyen que no todos son iguales y que los intereses de uno cuya ascendencia es cubana no coinciden con los que vienen de estirpe mexicana? ¿Qué ocurrirá si a los ciudadanos les indigna semejante desproporción mediática y se fijan más en sus propias consideraciones sobre la situación en lugar de en lo que les dicen aquellos que se supone que deben pastorearlos sobre la mejor manera de pensar y actuar? ¿Qué acontecerá, en suma, si adoptan en número suficiente una conducta semejante a la de los ciudadanos de Colombia y actúan de acuerdo con su criterio propio de acuerdo no con su real saber y entender? No sólo eso. ¿Qué pasará si, como vimos antes en Gran Bretaña, los ciudadanos votan no por rechazar el Brexit sino por aceptarlo como una respuesta de dignidad nacional frente a una agenda globalista? Sus rostros se convierten en un verdadero poema trágico mientras se formulan esas y otras preguntas similares. Y, sin embargo, la reacción es totalmente lógica porque temen, a fin de cuentas, que, si se dan esas circunstancias, Donald Trump acabe siendo el próximo habitante de la Casa Blanca.

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