miércoles 5  de  noviembre 2025
OPINION

El mensaje de María Elvira Salazar y la lección detrás del voto hispano en Estados Unidos

Hoy más que nunca, corresponde invocar a todos a defender los principios que hacen grande a esta nación: la libertad, la fe, la familia, la dignidad y la democracia.

Diario las Américas | Carlos Armando Cabrera
Por Carlos Armando Cabrera

Miami. - “Llevo meses diciéndolo. Los hispanos que impulsaron la gran victoria de Trump se están yendo… y lo estamos permitiendo.”

Su advertencia expuesta a través de sus redes sociales va más allá de una simple lectura electoral. Refleja una preocupación más profunda: la desconexión entre los partidos y una comunidad que se ha convertido en motor de las transformaciones sociales, económicas y culturales de Estados Unidos. Los hispanos buscan representación real, y eso no se logra con discursos huecos ni con el miedo como bandera.

Muchos latinos, incluidos quienes llegamos escapando del comunismo y de gobiernos represivos, entendemos lo que cuesta perder la libertad. Esa memoria nos hace reaccionar ante la retórica populista y los falsos profetas del progreso. Queremos vivir con dignidad, prosperar con trabajo y construir familias en paz, sin que el Estado nos diga cómo pensar ni en qué creer.

El llamado de Salazar debe entenderse como una alerta cívica, no como un mensaje partidista. No se trata de quién gana o pierde una elección, sino de lo que está en juego cuando la indiferencia o los extremos amenazan los principios que sostienen esta república.

Defender la libertad económica y de conciencia requiere coherencia, liderazgo y una conexión real con las comunidades. La fe, la familia y la dignidad no son consignas políticas: son los valores que sostienen la historia de millones de inmigrantes de Latinoamérica que creemos en el trabajo honesto, en la oportunidad y en el derecho a pensar diferente.

El voto hispano no se compra ni se manipula. Se gana con respeto, oportunidades reales y políticas que fortalezcan la educación, el empleo y la seguridad. Se gana cuando un partido, cualquiera que sea, demuestra que entiende nuestras raíces y defiende la democracia sin titubeos.

Queda claro: los hispanos no se mueven por conveniencia, sino por convicción. Y su voto, cada vez más decisivo, seguirá siendo un reflejo de lo que mejor define a esta nación: una democracia que no se arrodilla ante ninguna ideología.

Hoy más que nunca, corresponde invocar a todos a defender los principios que hacen grande a esta nación: la libertad, la fe, la familia, la dignidad y la democracia. Mantener viva esta ideología es nuestra responsabilidad cívica y moral, para que Estados Unidos siga siendo el faro de libertad más grande del mundo.

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