El último cierre del gobierno durante el primer mandato del presidente Donald Trump fue considerado hasta ahora como el más largo en la historia, con una duración de 34 días.
El centro del problema sigue siendo el mismo: la incapacidad de los políticos de ambos lados del legislativo para lograr un punto de equilibrio en sus demandas y así evitar poner en riesgo la estabilidad del país
El último cierre del gobierno durante el primer mandato del presidente Donald Trump fue considerado hasta ahora como el más largo en la historia, con una duración de 34 días.
Ese cierre parcial, récord del 21 de diciembre de 2018 al 25 de enero de 2019, se originó por los desacuerdos entre republicanos y demócratas sobre el presupuesto que La Casa Blanca había solicitado para la financiación del muro en la frontera entre Estados Unidos y México.
El cierre del gobierno terminó cuando Trump aceptó un acuerdo temporal que luego condujo a la aprobación de un proyecto de ley que incluía la financiación del muro, aunque por una cifra menor.
En el pasado, cuando se amenazaba con cerrar el gobierno, por lo menos se percibían esfuerzos frenéticos bipartidistas que en último minuto buscaban evitar el desastre de que millones de empleados federales fueran despedidos o vieran suspendidos sus salarios.
Sin embargo, las divisiones entre republicanos y demócratas en el Congreso son hoy más profundas y no parece haber prisa por evitar las crisis.
En una reciente entrevista con la cadena CBS el mandatario sostuvo que no se dejaría extorsionar por los demócratas, alegando que "tienen que dejar que el país abra, y yo me uniré a los demócratas y lo solucionaremos“.
El mandatario se refería a las diferencias bipartidistas sobre el sistema de salud.
Trump señaló que los demócratas, que exigen una extensión en los subsidios de salud, “han perdido el rumbo” y predijo que eventualmente cederán ante los republicanos, quienes han dicho que no negociarán hasta que voten para reabrir el gobierno.
Así, el ánimo en el país decaía ante la incertidumbre económica interna.
Internacionalmente, hubo algo de respiro luego de la gira de Trump por Asia, en particular, por la reunión con su homólogo chino, Xi Jinping, que trajo optimismo ante los temores de una larga guerra comercial entre Washington y Pekín.
Este acuerdo entre ambos líderes fue bien recibido por las empresas estadounidenses y, especialmente, por los agricultores, tras el compromiso chino de aumentar las importaciones de soja estadounidense.
Sin embargo, a pesar de las buenas noticias, el extendido cierre del Gobierno despertó temores por una economía tambaleante.
El fracaso del Congreso en aprobar el plan de gastos de la administración Trump, ya provocó dificultades económicas, tomando en cuenta que alrededor de 40 millones de personas en el país reciben asistencia alimentaria.
El programa conocido como Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés), se está quedando sin fondos.
Hace poco, la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, declaró estar en estado de emergencia, imposibilitada de ayudar a tres millones de neoyorquinos que han perdido sus beneficios del SNAP, también conocidos como cupones de alimentos.
Algunos estados, como Virginia, han declarado que podrán aportar fondos provenientes de otras fuentes para mantener su programa de ayuda alimentaria, pero otros como Massachusetts han admitido que no podrán cubrir el déficit de fondos federales.
Igualmente, el colapso en muchos aeropuertos se ha hecho evidente ante numerosos retrasos de vuelos por la falta de controladores aéreos que cubran diferentes turnos, tomando en cuenta que muchos han estado trabajando sin recibir pago. De hecho, el secretario de Transporte, Sean Duffy, llegó a advertir que los viajeros comenzarán a ver más interrupciones en los vuelos cuanto más tiempo pase.
Un donante republicano acaudalado aportó 130 millones de dólares para ayudar a pagar los salarios de militares, pero si bien el Pentágono aceptó rápidamente la ayuda, la cantidad es insuficiente para cubrir la enorme nómina de los 1,3 millones de militares en servicio activo.
Según informes, la Casa Blanca está buscando otras maneras de cubrir el gasto salarial de las tropas, incluida la transferencia de un fondo originalmente destinado a viviendas militares.
El centro del problema sigue siendo el mismo: la incapacidad de los políticos de ambos lados del legislativo para lograr un punto de equilibrio en sus demandas y así evitar poner en riesgo la estabilidad del país.
