Al parecer, cuando en abril del presente año el presidente Joe Biden anunció que las fuerzas militares estadounidenses dejarían Afganistán en septiembre de 2021, los talibanes continuaban incautando territorios, a pesar de las conversaciones de paz en curso con el gobierno afgano respaldado por Estados Unidos.
A fines de julio de 2021, Estados Unidos había completado casi el 95% de su retirada, dejando solo 650 soldados para proteger la embajada de Estados Unidos en Kabul.
Desde entonces, Biden ha dicho una y otra vez que no se arrepiente de su decisión, que fue originalmente planteada por el entonces presidente Donald Trump, aun cuando los talibanes dan muestras de querer conducir un gobierno represivo.
“En los últimos días, los informes noticiosos han documentado el dramático deterioro de la situación en Kabul, y los periodistas se han convertido en blanco de represalias y amenazas de muerte de los talibanes. Los talibanes ya han protagonizado un ataque contra representantes de la prensa en Kabul, a pesar de las afirmaciones públicas de respetar la libertad de prensa, lo que demuestra su intención de silenciar las voces independientes en el país”, señaló la Asociación de Corresponsales Internacionales en Estados Unidos.
Esta es solo una de las múltiples historias que dan cuenta de las repercusiones que ponen en peligro la reputación de Estados Unidos como líder mundial.
Es un momento aleccionador, tanto para Biden como para Estados Unidos.
El último informe trimestral presentado al Congreso, el 30 de julio de 2021, por el inspector general para la reconstrucción de Afganistán, daba cuenta como el 27 de abril de 2021, en el Distrito Central de California, Saed Ismail Amiri se declaró culpable de un plan para defraudar al Gobierno de Afganistán por más de 100 millones de dólares, una suma proporcionada por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) para construir subestaciones eléctricas, como parte de los esfuerzos para fortalecer la infraestructura de ese país.
Para el 2017, el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional situaba Afganistán en el puesto 177, entre 180 países.
La corrupción ha representado un talón de Aquiles en Afganistán, dando al traste con las iniciativas desde la administración de George W. Bush para estabilizar al país y conjurar la amenaza terrorista.
En lo inmediato, las imágenes de estadounidenses y afganos luchando por salir del aeropuerto internacional de Kabul seguramente harán que Biden en privado se pregunte si tomó la decisión correcta y a largo plazo arrojará dudas sobre si él es la persona adecuada para estar al mando en la Casa Blanca.
Si bien es cierto que la agenda de política exterior rara vez marca la diferencia para los votantes que se enfocan más en el estado de la economía, la atención médica, la inmigración y actualmente el manejo de la pandemia de COVID-19, Afganistán está en el corazón nacional porque buena parte de la familia estadounidense aportó un combatiente a esa guerra.
Según las cifras proporcionadas por el presidente del Estado Mayor Conjunto, general Mark Milley, en una rueda de prensa del Pentágono, 800.000 soldados entre infantes de marina y pilotos sirvieron a lo largo de la guerra de casi 20 años en Afganistán, de los cuales 2.448 perdieron la vida y 20.722 resultaron heridos en acción.
Multiplicando a los familiares y amigos asociados con el personal en servicio que arriesgaron su vida en una guerra a más de 11. 265.kilómetros de distancia, el tema se convierte en un número políticamente significativo de votantes que ahora se preguntan: ¿valieron la pena los sacrificios? ¿O quién asume la culpa de este fiasco?
Biden ya ha asegurado que "asume la responsabilidad" pero incluso si decidiera no postularse por un segundo periodo, su vicepresidente, Kamala Harris verá mermar sus posibilidades por los errores estratégicos de la administración, al no prever el rápido y dramático colapso de las fuerzas de seguridad afganas que fueron entrenadas y equipadas por Estados Unidos a un costo de alrededor de 83.000 millones de dólares.
Las recientes declaraciones del general Milley parecen resumir la sorpresa del momento: “No hubo nada que indicara un colapso del ejército afgano y del gobierno en 11 días”,
Por ahora, es poco probable que surja algo que mejore la imagen de Biden ante el público estadounidense y sus socios en el mundo, pero en política convenientemente no hay realidades eternas.