Elecciones o cuadrilátero

Muy lejano queda el recuerdo de que un candidato presidencial debe ser un caballero o una dama, una persona de una reputación digna e intachable, debe ser un ejemplo para los ciudadanos que gobierna y el presidente de Estados Unidos no escapa a ese perfil, sobre todo si siente muchas veces que es el protector del mundo, el paladín de la democracia, con muchísima mayor razón.

Sin embargo, hoy vivimos un proceso electoral donde la imagen que tratan de vender los actores dista muchísimo de la imagen que en realidad proyectan. Tenemos en una esquina al candidato republicano, teóricamente de línea de centro derecha quien actualmente no representa a su partido, y que durante las primarias repartió ataques o golpes bajos a los propios republicanos que luchaban por la nominación de su partido. Si escribí correctamente, “luchaban”, porque eso dejo de ser una competencia para convertirse en un campo de batalla. Al final de la batalla, los más perjudicados somos los ciudadanos que perdimos la oportunidad de elegir a un representante que merezca llegar a gobernar a esta gran nación y escogieron al que más golpeo y pegó, la persona que utiliza un discurso incendiario y separatista muy al estilo de los autodenominados caudillos venezolanos o bolivianos que se erigen como los elegidos e iluminados por algún poder divino para salvar al país del agujero en el que se encuentran. Lo expuesto será solo una máscara para satisfacer a un sector de la población cansada de lo mismo y que claramente necesita una renovación o es así como también piensa utilizar la diplomacia para resolver asuntos económicos o de política exterior.

En la otra esquina, y no por eso mejor representados, se encuentra la candidata del partido de gobierno con experiencia, más reposada también con muchas preguntas sin respuesta y dudas sobre su labor en el pasado inmediato. Ella no tuvo que competir con más de una decena de candidatos por la nominación de su partido, pero si tiene investigaciones pendientes. A ella la incomodan acusaciones con respecto a la poca o falta de transparencia en su gestión, los miles de correos electrónicos enviados desde un servidor privado, el manejo de fondos de sus fundaciones por mencionar algunas. Esto no ha impedido que ella busque el apoyo en un nicho distinto al de su oponente, enfocándose en ser la voz y la representante de las minorías y de las mujeres ofreciéndoles oportunidades, igualdad. Además, ofrece continuidad en el proceso de recuperación económica realizando solo pequeños ajustes de forma, más que de fondo. En realidad tiene un discurso inclusivo, pero tibio, sin embargo, tampoco ha sido muy clara en explicar su plan de gobierno pues ha utilizado mucho de sus recursos en defenderse de los ataques de su contrincante.

El resultado final para nosotros, las personas de a pie es que nos vemos en la desafortunada disyuntiva de tener que elegir al presidente del país más poderoso del mundo sin que ninguno cumpla con los requisitos morales y éticos mínimos para ser presidente. No busco ser historiador, pero mientras escribo estas líneas me pregunto si ocurrió alguna elección en la historia de Estados Unidos con candidatos tan faltos de ética y moral. En mi país alguna vez tuvimos que elegir por presidentes de tan bajo perfil moral y ético que era como si te preguntaran en la boleta de votación: Ciudadano, ¿usted prefiere morir de cáncer o de sida?

Corolario: Está claro que esta es una de las elecciones más grises que me ha tocado vivir en Estados Unidos y me lleva a reflexionar que se debe realizar también una reforma del sistema electoral para, como ciudadanos tener la opción de elegir a nuestro gobernante también por sus valores morales y sus principios éticos.