Hoy no escribo como Sophia Lacayo, ni como candidata a la comisión del condado Miami —Dade, ni como empresaria. Hoy escribo como mujer, como madre, como ser humano. Escribo desde el dolor, con un nudo nauseabundo en la garganta, el puño apretado, el corazón hecho añicos. Las víctimas de la masacre de Uvalde no pueden ser solo noticia, o cintillos titulares o argumento detonante para impulsar a velocidad desmedida intensos foros de debate, sobre el acceso, tenencia y distribución de las armas en los EEUU; sino un punto de inflexión individual, un impulso a la búsqueda de iniciativas capaces de contener, identificar y prevenir barbaries como esta.
Imagino el sufrimiento tremendo de una madre o un padre siendo arrebatados de la presencia de su hijo o de su hija. La desesperación, la incertidumbre de conocer que un hecho de tal magnitud de violencia hubiese ocurrido en la escuela. El teléfono, los nervios, una mezcla de temor y de esperanza: - seguro ahora responde mi llamada – la insistencia. Para luego sumirse en la letargosa realidad de ese timbre vacío.
A raíz del tiroteo, trascendió que, Miami-Dade tiene alrededor de 500 policías en las escuelas completamente entrenados para enfrentar y neutralizar la amenaza. Este escuadrón, un agente por centro estudiantil, se complementa con una red de 18.000 cámaras de vigilancia y una fuerza canina adiestrada en la detección de armas o explosivos.
No obstante, es necesario insistir en la prevención no en la contención. Urge crear y estimular programas no solo a niveles escolares sino vecinales en las diferentes comunidades y ciudades que permitan identificar factores de riesgo, tratarlos y enfocarse en la capacitación. En muchas ocasiones los síntomas aparecen con antelación suficiente, pero lastimosamente no se fue capaz de asumirlos como potencial peligro hasta de que fue demasiado tarde.
Acorde con varios expertos, las pistas si bien son disímiles, en numerosas ocasiones tienen denominadores comunes y son los propios alumnos o familiares en casa quienes tienen la capacidad de notar un comportamiento preocupante. Debemos estar alertas ante cualquier cambio brusco en el día a día, introversión, abuso, ira, parlamentos.
El monitoreo es fundamental, perfiladores de agencias de seguridad sostienen que los atacantes, a menudo, filtran pistas de sus planes en redes sociales o plataformas de internet. Es como si describieran lo que pretenden hacer, y esto se alimenta y crece si reciben la retroalimentación de otros que estimulan su delirio y terminan por sentirse emocionados con la idea de infligir el daño mortal.
Acorde con datos del Instituto Nacional de Justicia, cerca de la mitad de los tiradores masivos (48%) filtraron sus planes antes de ejecutarlos. Otro 23,4% dejó mensajes o manifiestos antes del ataque. Mientras un 70% conocía, al menos, a una de sus víctimas.
No podemos pasar por alto una sospecha. Cualquier información debe enviarse a un equipo de evaluación de amenazas, de acuerdo con las recomendaciones de mejores prácticas del Centro Nacional de Evaluación de Amenazas del Servicio Secreto de EEUU y el Departamento de Educación.
Nos toca a todos adentrarnos en esta cruzada por la seguridad. Debemos ser capaces y eficientes en la búsqueda de esos pequeños detalles que pueden prevenir grandes tragedias. (Según The Violence Project en las últimas cinco décadas han ocurrido 178).
Hoy escribo desde el dolor, pero con la eterna convicción de lo necesario, de fomentar estrategias viables para crear espacios seguros en nuestras escuelas.
Me levanté sobresaltada, fui corriendo y besé y abracé muy fuerte a mis dos hijos.
*Aspirante a la Comisión de Miami-Dade por el distrito 12