Ha sido sin duda el tema de la semana. Muchos han hablado y mucho se ha hablado de la abdicación del rey Juan Carlos I y el acceso a la corona de su hijo, que se convertirá en Felipe VI de España. Los periodistas hemos escarbado en todos los ángulos de esta noticia que son innumerables. Es una cuestión política, de Estado, con consecuencias en la economía, en el sistema judicial, en las relaciones internacionales pero también trasciende a lo humano. Las casas reales son un escaparate al que todo el mundo mira y que sostiene un incalculable negocio editorial y televisivo que se nutre de las andanzas privadas de los miembros de la realeza.
Hay que reconocer que en ese terreno Juan Carlos ha dado mucho juego. Sus debilidades humanas han marcado su labor como estadista y son estas debilidades las que han proyectado sombras en una trayectoria que en líneas generales debería pasar a la historia como positiva. nLa monarquía es una forma de Gobierno difícilmente compatible con la democracia, por lo que es necesario exigir a sus representantes una ejemplaridad muy por encima u2013si cabe- a la de cualquier otro cargo público.
A un rey debería exigírsele que no coleccionra amantes aprovechándose de su inmunidad sobre los medios de comunicación españoles. Tampoco debería amasar una fortuna poco transparante ni llevar un nivel debido exagerado, claramente desproporcionado sobre la mayoría del que puede disfrutar su pueblo. Creo que hay algunas actividades -como la caza de animales salvajes alrededor del mundo- que son incompatibles con la presidencia honorífica de organizaciones en defensa de la naturaleza.
Juan Carlos I se ha dejado arrastrar por su humanidad, algo de lo que podemos disfrutar el resto de los mortales pero no él, el rey que reina pero no gobierna, símbolo de la unidad de España y soberano de un pueblo que lo sentó en el trono votando la Constitución de 1978.
Quizás tiranos como Castro o el rey Hassan de Marruecos le parecían muy simpáticos en la distancia corta pero estaban de más los abrazos y muestras de cariño públicos. Es en esos detalles donde tenía que haber hecho gala de su ejemplaridad y no de su humana debilidad.
Ni si quiera su famoso u201c u00bfpor qué no te callas u201d a Chávez -por mucho que a algunos en nuestra debilidad humana nos alegrara- fue un acierto. Ese día al que le tocaba callarse era al rey. Eran otros los que tenían que responder y poner en su sitio la incontinenecia verbal e injuriosa del líder bolivariano. Porque después de su bravuconada -más propia de una taberna que de una cumbre internacional de presidentes- volvieron los abrazos y las bromas con Chávez en sus visitas a palacio.
Lo positivo y es un punto que he querido destacar esta semana en mis apariciones en televisión y radio para comentar el tema, es que en lo personal Felipe VI no tiene nada que ver con su padre. El próximo rey de España pertenece a otra generación y sus formas y manera de pensar marcan distancia con su padre.
No ha protagonizado escándalos ni se le conocen aficiones ocultas. Se casó con la mujer que quiso y su tren de vida esta en corcondancia con la posición que tiene. Si a esto se le une una mayor transparencia en las cuentas de la Casa Real que dejen bien claro cuáles son sus ingresos y sus gastos, nos encontramos con una oportunidad única de encajar el zapato real en el delicado pie que representa un pueblo español, harto de tantas delibidades humanas. Se acabó la era del u201c u00bfpor qué no te callas? u201d