La guerra entre Israel e Irán no fue una guerra convencional. No se resolvió en el campo de batalla, ni en el aire, ni en los radares. Se resolvió en el plano de la información, del control digital, de la manipulación precisa de datos, del engaño dirigido con inteligencia artificial (IA). Y ahí, la diferencia fue total. Los ejemplos revelados públicamente de los asesinatos selectivos de altos mandos iraníes muestran superioridad estructural imposible de revertir. Porque Irán no tiene cómo competir, y no podrá tener cómo hacerlo, le falta lo único que realmente importa en esta nueva etapa de la guerra: acceso a tecnología de IA de frontera.
Los hechos hablan por sí solos. Hossein Salami, comandante supremo de los Guardianes de la Revolución, fue asesinado tras ser engañado por información falsa filtrada deliberadamente por un agente cercano a su entorno. El Mossad no solo sabía qué información transmitir: sabía exactamente cómo inducir una acción predecible. Eso no se logra con intuición humana, se logra con modelos que anticipan comportamiento, que simulan escenarios, que crean decisiones. Amir Ali Hajizadeh, jefe del programa aeroespacial iraní, fue convocado junto a sus adjuntos mediante una llamada completamente falsa. Nadie dudó. La voz era perfecta. La situación era plausible. Cuando todos estuvieron reunidos, un solo misil acabó con el núcleo completo de ese comando. ¿Cómo se diseñó una llamada así? ¿Cómo se creó una identidad falsa que ningún sistema interno pudo detectar? Con algoritmos generativos entrenados para engañar, no para observar.
El caso de Ali Shadmani, sucesor de Gholam Ali Rashid, marca un punto de quiebre. Israel obtuvo su ADN mediante penetración digital, diseñó un perfil genético y facial, inyectó malware en las cámaras de vigilancia urbana de Teherán, lo identificó en tiempo real y lo eliminó con un dron. Ningún país del mundo árabe —y ninguno de los aliados de Irán— tiene esa capacidad. Porque no se trata de voluntad. Se trata de chips. Se trata de computación de alto rendimiento. Se trata de acceso a la infraestructura base de la IA moderna. Israel tiene los chips de NVIDIA, las plataformas de entrenamiento, las relaciones con empresas que construyen los sistemas base. Irán no y no puede tenerlos, las sanciones se lo impiden. Estados Unidos bloquea toda exportación tecnológica relacionada con IA hacia Irán, igual que hacia China. Y si China no los tiene, Irán nunca los va a tener. Porque si China no puede construir estos sistemas, ¿qué le queda a Irán? Nada. Ni siquiera la esperanza de acercarse.
El asesinato de Mohammad Kazemi, jefe de inteligencia de los Guardianes, y de sus dos adjuntos, demuestra la precisión final. Fueron atraídos a una casa segura, rodeada de jardines de infantes. Israel monitoreó el entorno, esperó que los niños se retiraran, y ejecutó el ataque. Esto no es azar ni suerte. Es visión computacional en tiempo real, análisis de riesgo automatizado, coordinación exacta entre observación e intervención. Y esta es solo la parte que se hizo pública. Lo que no se puede revelar es aún más sofisticado.
La guerra ya no es una serie de batallas, es una acumulación de superioridad técnica. Y esa acumulación no tiene reversa. Israel puede integrar sistemas de IA en todas sus capas de defensa y ataque. Irán, Rusia o China no pueden. Porque la IA moderna se construye con hardware que no tienen, con modelos que no pueden entrenar, con software que no pueden adquirir. Esta fue la guerra en la que Irán hizo todo lo que puede hacer: lanzar misiles. Israel, en cambio, ni siquiera desplegó su capacidad completa. Si hay otra ronda, la diferencia será aún mayor. Y si ocurre dentro de un año, Irán estará todavía más expuesto, más predecible y más vulnerable. Ya fracasó en esta guerra, y también perdió el futuro de todas las que vengan. Porque la diferencia no es numérica, ni geográfica, ni táctica. Es estructural, tecnológica y más importante aún, definitiva.
Las cosas como son
Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.