Los venezolanos hemos sufrido un inmenso revés en nuestro camino pacífico y democrático hacia el desarrollo con el populista arribo de una caterva de delincuentes, narcotraficantes y terroristas que han cooptado prácticamente todos los espacios de poder para implantar una dictadura y atornillar su tiranía.
Este mecanismo falaz no es ni nuevo ni original del chavismo, George Orwell lo identificó con una claridad meridiana en su obra "1984" al sostener que: “No se implanta una dictadura para salvar una revolución sino que se hace una revolución para implantar una dictadura”.
Este accidente histórico nos ha ocurrido a los venezolanos, así como a otros pueblos latinoamericanos, en buena medida, a causa de una hipertrofia gubernamental recurrente, de la misma manera en que las células cancerígenas invaden mejor un cuerpo cuando su factor “pH” es ácido.
Un sistema presidencialista como el venezolano, en un país petrolero que no ha desarrollado fortalezas institucionales ni ha sabido garantizar a su población más vulnerable el acceso continuo y universal a un sistema educativo de calidad que democratice las oportunidades, requiere necesariamente de una profunda y sensata redistribución del poder y de la creación de mecanismo eficientes de control ciudadano. Ya lo decía Lao-Tsé 500 años antes de Cristo: “Gobierna mejor quien gobierna menos”.
Las propuestas de Control Civil buscan incorporar a la ciudadanía en los mecanismos de control de toda la gestión gubernamental y reducir el poder de los funcionarios políticos, como hoy los conocemos.
En este sentido, se propone considerar para un nuevo capítulo republicano de Venezuela, el que las jefaturas de Estado y de Gobierno sean ejercidas por personas distintas.
El jefe del Gobierno, que sería el presidente del Poder Ejecutivo, estaría a cargo de la gestión interna de los asuntos públicos y sería un funcionario político a ser electo por los ciudadanos cada cuatro años, como ya ha sido propuesto anteriormente en esta columna.
El jefe de Estado, por su parte, sería el representante del país ante la comunidad internacional, estaría a cargo de toda la gestión diplomática y sería un funcionario civil con amplia carrera diplomática, a ser designado cada tres años, por el Consejo Rector del Poder Civil.
Aunque ambos jefes de Estado y de Gobierno habrían de trabajar coordinadamente, con este pequeño ajuste los venezolanos lograríamos estar mucho mejor representados ante la comunidad internacional y nos ahorraríamos muchísimos inconvenientes que hoy sufrimos por una política internacional diseñada por un grupo de golpistas en un cuartel y que implementaron a la brava con las armas que la republica les dio para defenderla. “Nunca más”.
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