La Oficina Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas (OIM) establece que la inmigración es el proceso por el cual las personas ingresan a un país determinado, distinto al propio, con el fin de establecerse en él. La emigración, por su parte, es un fenómeno inherente al anterior, pues conlleva la salida de un país o de un lugar de origen para llegar a otro.
La inmigración como tal es un fenómeno que ha existido desde la antigüedad y está asociado, como regla general, con la necesidad del ser humano de mejorar sus condiciones de vida y reunirse con sus familiares. Ahora bien, los grandes éxodos en la historia de las civilizaciones han estado íntimamente relacionados con determinados acontecimientos o condiciones políticas y socioeconómicas como las guerras, la ausencia de libertad, de democracia o la pobreza.
En la actualidad se habla de crisis migratorias mundiales para referirse al aumento del flujo de inmigrantes que intentan llegar a terceros países de manera irregular, arriesgando sus vidas y haciendo uso de organizaciones criminales transnacionales para cruzar las fronteras. Estos inmigrantes buscan en su mayoría la protección internacional de los derechos de asilo o refugio.
En 2018, de acuerdo con los datos publicados por la Secretaría del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (DESA), el número de inmigrantes superó la cifra 244 millones, lo cual representa un 3,3% de la población mundial. De todos ellos, 70,8 millones de personas se vieron obligados a abandonar sus hogares. Esta es la mayor cifra registrada desde la Segunda Guerra Mundial, cifra en la que se incluyen refugiados (25,9 millones), solicitantes de asilo (3,5 millones) y desplazados (dentro de su país, con 41,3 millones). Se trata de una tendencia al alza que no ha dejado de crecer.
The Freedom House considera que existen 50 dictaduras en el mundo (19 en África Subsahariana, 12 en Medio Oriente y África del Norte, 8 en la región Asia-Pacífico, 7 en Eurasia, 3 en América y 1 en Europa). En el ranking de los países con menor libertad económica y democracia publicado por The Heritage Foundation (2019), dos de los países que ocupan los últimos puestos son Cuba y Venezuela (solo por encima de Corea del Norte).
Según los datos de Naciones Unidas, en 2017 Cuba contaba con 1.558.312 emigrantes, es decir, un 13,74% de su población. Entre los países de destino, el 81,05% van a Estados Unidos, el 8,58% a España y el 2,21% a Italia.
Por su parte, la diáspora venezolana constituye el mayor éxodo de la historia reciente en la región y una de las mayores crisis de desplazamiento en el mundo. La OIM señala que unos 695.000 emigraron a fines de 2015 y que la cantidad de refugiados e inmigrantes se elevó a más de 4 millones a mediados de 2019. Los países latinoamericanos acogen a la gran mayoría de venezolanos: Colombia recibió 1,3 millones, seguido por Perú con 768.000, Chile 288.000, Ecuador 263.000, Argentina 130.000 y Brasil 168.000.
Como promedio, los venezolanos salen de su país a un ritmo de 5.000 personas al día, por lo que, de continuar así, se podría llegar a los 5 millones de venezolanos en el extranjero a finales de 2019. Cabe indicar que no hay en el mundo un grupo de personas tan grande que se haya visto forzado a salir de su país sin que se haya producido una guerra o una catástrofe.
Tomando en cuenta la experiencia estadounidense, en 2017, de los 139.801 casos de asilos presentados en las Oficinas de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración (USCIS, por sus siglas en inglés) solo el 31% de los mismos fueron aprobados, mientras que, de los 119.303 presentados ante un juez como parte de un proceso de deportación, tan solo el 20% resultaron elegibles.
En cuanto al país de procedencia de aquellos a los que se les concedió el asilo, encontramos a inmigrantes de China (5.548), El Salvador (3.471), Guatemala (2.954), Honduras (2.048), Egipto (1.109), México (1.048), India (700), Siria (673), Venezuela (548) y Eritrea (519). Mientras que si nos fijamos en los países de procedencias de los 53,691 refugiados que llegaron a Estados Unidos en ese mismo año, podemos comprobar que la mayoría proceden de países como la República Democrática del Congo (9.377), Iraq (6.886), Siria (6.557), Somalia (6.130), Birmania (5.078), Ucrania (4.264), Bután (3.550), Irán (2.577), Eritrea (1.917) y Afganistán (1.311).
Cabe indicar que la mayoría de estos países se encuentran en los puestos finales del ranking de países con menor libertad económica, apareciendo como países dictatoriales. De esta manera, sí existe una relación directa entre los éxodos masivos de personas y los países en los que existe menos libertad económica o la ausencia de democracia.
Por otro lado, la globalización nos ofrece grandes oportunidades de alcanzar un desarrollo verdaderamente mundial, reconociéndose como un fenómeno que en las dos últimas décadas ha logrado los mayores cambios de las sociedades avanzadas, en términos de expansión capitalista basada en la creciente difusión de las nuevas tecnologías de la comunicación y el transporte, además de la competencia (económica, industrial, comercial) entre países desarrollados y países en vías de desarrollo.
La globalización ha facilitado además la inmigración de profesionales (millones de trabajadores y ejecutivos de todo el mundo desarrollan hoy en día su labor en un tercer país), aunque también ha provocado que existan muchos inmigrantes económicos, los cuales deciden dejar sus países en busca de nuevas oportunidades, atraídos por otros mercados laborales que ofrecen mejores remuneración y calidad de vida.
Pero el verdadero detonante de las más recientes crisis migratorias mundiales reside en el hecho de que muchos de estos inmigrantes económicos y solicitantes de asilo recurren hoy masivamente a organizaciones criminales y mafias de tráfico humano y tráfico ilegal de personas para transitar y llegar a determinadas fronteras. De esta forma, la inmigración masiva y desordenada viene siendo impulsada por este tipo de organizaciones que se aprovechan de la ausencia de acuerdos regionales para la protección efectiva de los inmigrantes.
En consecuencia, las crisis migratorias mundiales no solo han sido causadas por regímenes dictatoriales sino que guardan una íntima relación con el negocio multimillonario del tráfico ilegal de seres humanos. Y mientras los gobernantes no consigan vencer a estas mafias, millones de personas seguirán arriesgando sus vidas a diario. En ocasiones, los políticos no sólo no combaten a este tipo de organizaciones sino que cooperan con ellas a través de la falta de control efectivo de la inmigración dentro de sus fronteras.