Nos corresponde hoy el análisis pormenorizado de la carta que le escribió el Presidente usurpador al “míster donaltrón”, para emplear la propia germanía de su remitente.
La disortografía es la absoluta imposibilidad de volcar correctamente sobre el papel, lo que se pretende expresar, sea por omisión, adición, sustitución o inversión de las letras de las respectivas palabras
Nos corresponde hoy el análisis pormenorizado de la carta que le escribió el Presidente usurpador al “míster donaltrón”, para emplear la propia germanía de su remitente.
La disortografía es la absoluta imposibilidad de volcar correctamente sobre el papel, lo que se pretende expresar, sea por omisión, adición, sustitución o inversión de las letras de las respectivas palabras.
O por la dificultad insalvable del pretendido “escribidor” de asociar cada letra con sus correspondientes sonidos o porque estas últimas se confunden unas con otras, por tener grafías parecidas (por ejemplo, la “b” por la “d”; la “q” con la “o” la “o” con la “q” como ha ocurrido en el caso que expondremos de inmediato).
En el único manuscrito que se ha escapado del cerco de quienes lo tienen cautivo— los castro cubanos, Putin, Xi Jinping, los integrantes del ELN, de las FARC, del Hezbollah, los socios de cierta clase de cárteles, Zapatero— el Presidente usurpador expresa de manera textual:
“¡Oue ViVa El Poder Popular!” (sic).
Es decir, en la referida transcripción al adverbio exclamativo “¡Qué!”, le ha sido trasquilado su acento en la “e”. En cuando a su pretendida “Q”, despojada quedó, de “la cola o rabillo tipográfico” que representa su infaltable unión con la “U” que le sigue, lo cual la condena a no ser una “Q”, sino una simple “O”. Además, resulta obligatorio contabilizar la retahíla de cinco mayúsculas, erróneas fuera de toda discusión de los “ViVa” , “El” y “Poder Popular”.
Para no darle más vueltas al asunto: Que en el manuscrito de apenas cinco palabras, el mencionado destripador del idioma incurrió en la bicoca de siete “gramaticidios”, uno tras otro, lo cual, además de sus otros récords mundiales, indeseables como todos los que ostenta le otorga el campeonato indiscutible de más errores ortográficos por cada mililitro de tinta invertida.
Restaría considerar el archiconocido “ridiculum vitae” verbal del Presidente usurpador: “Jesucristo multiplicó los penes, los peces y los panes”; “Las 35 horas del día”; “Los cinco puntos cardinales”; “El autosuicidio colectivo de la economía”; “Bolívar se quedó huérfano de esposa”; “Con Chávez no dudé ni un milímetro de segundo”.
No hay autocorrector electrónico que valga, ante tal acure-mamá en el paritorio de atentados contra el raciocinio y el idioma.
Además, la referida misiva, no pudo ser más contraproducente e inoportuna como veremos de inmediato:
“Su Excelencia Donald J. Trump Presidente de los Estados Unidos de América: Respetado Presidente Donald Trump”.
—¿Su excelencia? ¿Respetado?— refunfuñando para sus adentros y sus afueras se habrá dicho el destinatario de dichos borrones– Me imagino que ese zalamero, chupamedias, “jala b…” da por sentado que he olvidado que días atrás, horas apenas, había ofrecido recompensa de 50 millones a quien le entregara los llamados archivos de Epstein, que supuestamente me incriminan, con lo que se sumó a la guerra sucia orquestada por mis imperdonables enemigos. Lo que ocurre con ese arrastrado, es que ha entrado en pánico, por no utilizar expresión más gruesa. ¡Marco Rubio, despáchale dos portaaviones adicionales a ese indotado mental y moral, pa´ que sepa que lo mantengo entre ceja y ceja.
Proseguimos con la lectura de la malhadada misiva:
Busquemos “resolver cualquier tema que surja entre nuestros dos gobiernos” (sic).
— “¿Nuestros?” Eso es demasiada gente —habrá rezongado, por enésima vez, el señor Trump— y me niego a formar parte junto a ciertos sujetos, ni en el más modesto adjetivo posesivo. Ahora va a ver lo que le voy a responder en la Asamblea General de la ONU.
Con algo de astucia, de la maldad del enemigo, cualquiera, puede escapar. De la imbecilidad ajena sí que nos hallamos absolutamente indefensos.
Y si a esta última se agrega la anestesia moral, entramos en fase de extinción de la especie humana.
@omarestacio