martes 18  de  febrero 2025
OPINIÓN

La dictadura y su juego macabro

Del paredón de fusilamiento la dictadura cubana mutó hacia una forma de dominio que se basa en la vigilancia extrema, que no es nada nuevo, acompañada de acciones reiterativas de encarcelamiento
Diario las Américas | EDITORIAL DIARIO LAS AMÉRICAS
Por EDITORIAL DIARIO LAS AMÉRICAS

La definición de la palabra dictadura enseña a quienes no han padecido los rigores de esa forma de gobierno en sus países, que es un esquema de poder nocivo que se concentra en torno a la figura de una sola persona, bien llamada dictador, quien a su vez se caracteriza por manejarlo todo a su antojo o dependiendo de sus conveniencias. La Cuba que conocemos desde 1959 se ajusta perfectamente a ese patrón.

Pero también un dictador llega habitualmente al poder a través una rebelión armada, como sucedió en la isla antillana, para después exterminar a la prensa independiente y procurar mantener acalladas las voces de aquellos pocos o muchos que se declaran en oposición. Así ha sido desde que Fidel Castro asumió las riendas de Cuba, ahora en las manos de su hermano Raúl Castro, y nada ha cambiado.

Quizá lo único diferente, si cabe el término, es la manera cómo se ejerce la opresión desde las filas del régimen cubano. En otras décadas la mejor manera de demostrar su autoridad con marcados visos de tiranía era fusilar a todo ser, hombre o mujer, incluso menor de edad, que representara algún peligro para la continuidad del sistema. Hoy el método, si se quiere, es más “refinado” y menos visible.

Del paredón de fusilamiento la dictadura mutó hacia una forma de dominio que se basa en la vigilancia extrema, que no es nada nuevo, acompañada de acciones reiterativas de encarcelamiento que deben tener como final el aniquilamiento de una disidencia que, a pesar de todo, se mantiene en pie de lucha.

Así, antes y ahora, los cubanos completan casi 59 años batallando contra un monstruo que ha logrado extender sus tentáculos a través de América Latina y el mundo, y que dentro de los linderos del territorio insular del mismo modo oprime, con dádivas cada vez menores, a una población que tiene la necesidad de sobrevivir en medio de las carencias.

Para colmo de males, la pesadilla de tener a un Castro conduciendo los desatinos de la dictadura en Cuba todavía no termina. Ya no será el 24 de febrero la fecha en que Raúl Castro se “apartaría” del poder visible, sino el 19 de abril, como muestra fehaciente del juego macabro que practica el régimen de La Habana.

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