lunes 18  de  agosto 2025
OPINIÓN

La mala Memoria

En Miami, es común ver que algunos coleccionistas de arte cubano son víctimas de las estafas del régimen comunista de la isla

Por NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN

“Hay un tribunal más alto que los tribunales de la justicia, es el tribunal de la conciencia. Supera todos los demás.” Mahatma Ghandi

Toda isla caribeña necesita un Manuel Mendive. Su arte resalta los colores, las leyendas y herencia africana que nos corresponden. Lleva toda una vida pintando alegres lienzos en una isla marcada por el dolor, la angustia y la represión. Pero así es el arte y en medio de la miseria que la revolución ha arrastrado al país, la alegría es siempre bienvenida por efímera o materialista que resulte ser.

El arte de Mendive ha llegado lejos. Llego al Kennedy Center donde la “naturaleza el espíritu y el hombre” fueron representados por el pintor a sus ochenta años arropado por una túnica de hilo tan blanca como sus trenzas rastafari. Todo un performance fashonista. Mendive pinta “lo que no puede verse de otra manera”. Llego a la distante África, donde en busca de sus raíces afrocubanas capto a Olofi y los espíritus con rostros, cuerpos y líneas flotantes. Su obra, universal, ha sido premiada en Paris, exhibida en Rusia, Somalia, Noruega, Finlandia y Estados Unidos. También en 1988 recibió la medalla Alejo Carpentier del Consejo de Estado de Cuba, no en una, pero en dos ocasiones, lo cual lo convierte en un pintor oficialista de una dictadura que por

66 años lleva esclavizando a los isleños de una desafortunada isla llamada Cuba.

En el año 1987 cuando dos delincuentes, hoy fugitivos de la justicia que encontraron refugio en Cuba después de quebrar un banco y una compañía de seguros, exhibieron su obra en Miami, un cubano con vergüenza, pago por ella y se dio el gusto de quemarla. Lo sé que suena horrible y lo acusaron de todo, pero mientras la quemaba decía que los hacía por todos sus amigos que siendo estudiantes habían caído abatidos por las balas ante el paredón de fusilamiento del mismo régimen que había condecorado a Mendive. Lo hacía por los presos que aún se encontraban en las mazmorras, algunos que llegaron a cumplir hasta 30 años en prisión.

En Miami, es común ver que algunos coleccionistas de arte cubano son víctimas de las estafas del régimen comunista de la isla. Les han vendido gato por liebre. Aun así, se ven a estos personajes acudir a las galerías y deslumbrarse por los artistas cubanos oficialistas a sabiendas de que otros están en prisión por usar su arte como crítica. La falta de solidaridad en este pueblo va de la mano de la falta de memoria impregnada por la ignorancia. Sobre su retrato del Che Guevara y su “influencia positiva en Cuba” el crítico Gerardo Mosquera medita sobre el arte de Mendive: “La persona negra tiende a ser integrada con pocas contradicciones en una nueva entidad, la nación cubana”. Se podía haber ahorrado las palabras. Pinto a un asesino. Así se glorifica la infamia.

Me encanta la obra de Mendive, es parte del folclor que aún me ata a esa isla de la que soy hija, aunque el régimen que lo premia a él me califica de terrorista. Nací en esa isla convulsa donde se borraron las huellas de mis pies tocando la fina arena de sus playas. Fue en una Habana irrepetible donde aprendí a amar lejanos colores, sabores y olores que son hoy imborrables. Sigo aún salpicada por el salitre, endulzada por el mamey y tocada por las leyendas que se adueñaron de una isla mágica, pero lo que digo a veces molesta. No puedo evitarlo, también me marca el desarraigo del exilio. Nunca he dejado de ser una niña refugiada, que jamás ha olvidado los gritos de paredón.

Me duele ver a un Mendive, condecorado por el Consejo de Estado, exhibir en Miami, rodeado de exiliados que tuvieron que huir del paraíso, mientras hay otros artistas presos. Me duele el lamento de una madre que tiene a un hijo preso, en huelga de hambre y no la dejan visitarlo. Me duelen los niños hundidos en el remolcador 13 de Marzo, me duelen mis amigos pulverizados por Migs en espacio aéreo internacional por recoger balseros, me duele cada día, cada tortura, cada lágrima de hombres y mujeres que cumplieron la mitad de sus vidas en prisión. Me desvelan aún los que recibieron electroshocks como castigo político en Mazorra y me desgarra el alma los que murieron en la “Rastra de la Muerte” asfixiados. Fue un miembro del mismo Consejo de Estado que premio a Mendive, Osmany Cienfuegos, quien dio la orden: “cierren la puerta, así nos ahorramos las balas”.

No le dan la visa a un perseguido político, pero se la dan a un bendecido por los demonios de la barbarie. Después tienes que oírlos diciendo que el arte no es político, pero ignoran lo macabro del “perfomance” quE permanente está en exhibición a 90 millas, del otro lado del estrecho de la Florida. ¿Cómo se olvida el dolor de Annette Escandón cuando la arrestaron de madrugada y sus hijos pequeños quedaron solos y asustados y todo lo que se escuchaban eran los gritos desesperados de una madre pidiendo a cualquier vecino que fuera a cuidarlos? ¿Con qué colores se pinta a aquella madre en el piso tirada cuando le daban electroshocks en Mazorra por órdenes del comandante Bernabé Ordaz, otro miembro del mismo Consejo de Estado que condecoró a Mendive?

Tenía razón, Orestes Ferrara cuando dijo que somos un pueblo de “muy mala memoria”.

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