Decía un refrán de las abuelas: “la gracia, más de una vez, resulta una pesadez”.
La utilización de jugadores de posición en los montículos de la MLB se ha hecho mucho más frecuente, algo que se convierte en un irrespeto para la afición
Decía un refrán de las abuelas: “la gracia, más de una vez, resulta una pesadez”.
Y en una pesadez se ha convertido la práctica cada vez más frecuente de usar jugadores de posición como lanzadores en partidos de las Grandes Ligas, cuando el marcador se ha desnivelado por completo.
Por una vez, tiene su gracia. Pero cuando se vuelve una costumbre, se torna en una falta de respeto a los fanáticos que han pagado sus entradas y gastado cientos de dólares de consumo en el estadio.
Se entiende que la temporada es larga y los mánagers necesitan preservar a sus relevistas, sobre todo en estos tiempos en que los abridores apenas consumen cinco innings y dejan el resto del partido en manos del bullpen.
Pero echar mano a un catcher –como sucedió este pasado miércoles en el juego de los Marlins de Miami contra los Guardianes de Cleveland, simplemente porque el juego se fue de un solo lado a favor de los floridanos, es un espectáculo deprimente.
En primer lugar, denota derrotismo. El director del equipo en desventaja da por perdido el encuentro, a pesar de que, como dijera el gran filósofo del béisbol, Yogi Berra, “el juego no se acaba, hasta que se acaba”.
No será la primera, ni la última vez en que un equipo debajo en la pizarra por ocho o nueve carreras, remonte el marcador y consiga una victoria épica, de esas que quedan para la historia.
Pero con esta práctica, simplemente se está tirando la toalla antes de que caiga el último out.
Dave Roberts, mánager de los Dodgers de Los Ángeles, es el líder en eso de usar a peloteros de posición en una función para la cual no están capacitados, y cada vez que se ve perdido, envía a la lomita al infielder puertorriqueño Kike Hernández, quien ya ha lanzado nueve veces entre 2024 y la actual campaña.
El gran actor cubano Carlos Cruz, ferviente fanático de los Marlins, disfrutó la paliza que el equipo de Miami le propinó a Cleveland 13 carreras por cuatro el miércoles, pero al mismo tiempo, lamentó cuando el dirigente de los Guardianes sacó a lanzar al veterano receptor Austin Hedges.
“¿Qué es esta burla a las personas que pagan sus, por cierto, bien caras entradas, para que pongan a un cualquiera a que lance? El béisbol se ha convertido en un circo. Al final, los pobres vemos jugar a los millonarios”, opinó el artista.
Mejor sería que el comisionado Rob Manfred, quien ha introducido durante su mandato una serie de reglas absurdas que están matando la esencia del juego, imponga el llamado nocaut beisbolero, que decreta el triunfo de un equipo cuando llega al séptimo inning con ventaja de diez o más carreras.
Así nos evitaríamos estas payasadas que en nada ayudan al buen desempeño del espectáculo.
Los fanáticos, que son, al final de la jornada, quienes mantienen los megasalarios de los jugadores, merecen más respeto.