lunes 4  de  noviembre 2024
opinión

La Navidad

Este ha sido un año difícil y triste, un año en el que la pandemia nos arrancó mucho de nuestras vidas. Un año que anticipó muchas reflexiones, y que nos cambió en tantos aspectos
Diario las Américas | PALOMA VALENCIA
Por PALOMA VALENCIA

La Navidad evoca muchas emociones y pensamientos, unos siempre presentes y otros ocultos y enigmáticos.

La Navidad no es igual ningún año. Cada una está marcada por nuestro momento vital. Qué distantes las navidades que eran como un algodón de azúcar, todas dulces y suaves, o aquellas marcadas por la desdicha, nostálgicas y estáticas; aun aquellas donde el día transcurría sin aparente huella.

La Navidad es el lugar del corazón donde los buenos momentos duermen y las nostalgias más agudas han ido a esconderse. Cada recuerdo es potente, y no importa si fueron azucaradas o amargas: todas quedan reunidas en nuestra memoria bajo el simbolismo y los rituales de esta época.

Todas las navidades me recuerdan la paradoja del poder y la sencillez. La lección de que el verdadero poder no sobresale, no muestra ni demuestra. El poder se reconoce sin aspavientos. La sencillez del Nacimiento da la certeza de que todo sobra. Por eso, me parece también que la navidad es la celebración de lo importante, en oposición a lo ornamental. La Navidad es el reencuentro con lo esencial.

Mis reflexiones a propósito de la Virgen María han venido transformándose. Hoy me habla de la determinación. Una mujer de su época debía enfrentar muchas más dificultades que las que enfrentamos las mujeres de hoy. Sin embargo, su fe y su santidad le permitieron caminar el sendero de las dificultades. A veces se la interpreta entregada a su destino, confiada en Dios y su voluntad. De eso habría mucho, pero hay también un carácter que debemos resaltar. La certeza en Dios la hizo infranqueable por la duda, y debió exigir de ella una fuerza incalculable: enfrentarlo todo, desafiarlo todo, entregarlo todo. Ella hoy me habla de tenacidad y fortaleza. La Virgen me dice soportar, enfrentar, desafiar en la tranquilidad de Dios.

La Navidad resalta el nacimiento, la vida y la existencia. Claro, celebra el nacimiento de Dios, y festeja el hacerse humano. Con ello, resalta la vida humana y su presencia en el mundo como el fundamental regalo de Dios. Nacer en armonía con el entorno y en afecto a todo lo que hay: el mundo, el mundo tal y como existe, y su perfección. En muchos sentidos, la Navidad es un rencuentro con Dios y con la humanidad, creada y elegida por Dios.

La Navidad, además, nos da el espacio para pensar en nuestra propia vida y nuestras luchas individuales, pues es una pausa, pues invita al reposo del espíritu. Navidad es la época para fijarnos en nuestros errores. Asimismo, nos permite trascender lo personal y concentrarnos en todo lo demás y en todos los demás. Es un momento de intimidad y de amplitud. Por eso, es propicia para el perdón, el replanteamiento y los cambios. Navidad es sinónimo de comienzo, de reinicio, de nacimiento y renacimiento.

Este ha sido un año difícil y triste, un año en el que la pandemia nos arrancó mucho de nuestras vidas. Un año que anticipó muchas reflexiones, y que nos cambió en tantos aspectos. Un año que llega a su final con tantas y difíciles lecciones. Navidad es ocasión para pensar, otra vez, en los vivos y en los que nos faltan, y expresar amor. Un sentimiento mágico que se desfigura y confunde con el paso del tiempo. El amor como el de los niños, sin límites, sin reflexiones, sin cálculos, con la libertad de amarlo todo. Eso le pido al Niño Dios para todos nosotros.

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