jueves 11  de  diciembre 2025
OPINIÓN

La paz y la democracia resonaron en el Nobel

Este 10 de diciembre Venezuela se sintió menos sola. Los castigados por defender la democracia fueron reconocidos. Fue un abrazo para los valientes, para las víctimas inocentes

Diario las Américas | IBÉYISE PACHECO
Por IBÉYISE PACHECO

Por un rato la luz volvió para los venezolanos el pasado 10 de diciembre. La solemnidad del Premio Nobel y la reiterada empatía con la lucha venezolana por recuperar su libertad, se extendieron en el sentimiento de millones de espectadores.

La sangre derramada, la tortura, el sacrificio ante la democracia pisoteada en medio de la destrucción del país estallaron como un grito de auxilio en la entrega del Premio Nobel de la Paz en Oslo.

Algo se imponía en el ambiente: la certeza de que la realidad paralela a ese evento era un sufrimiento monstruoso para millones de familias venezolanas mientras una élite corrupta y cobarde se niega a obedecer la orden que el pueblo gritó el 28 de julio de 2024.

Arropado bajo dos discursos impecables y conmovedores, uno del presidente del Comité Noruego del Nobel, Jorge Watne Frydnes y el otro de María Corina Machado en voz de su hija Ana Corina, el dolor y la lucha del pueblo venezolano fueron registrados, así como la inacción de la comunidad internacional.

Este 10 de diciembre Venezuela se sintió menos sola. Los castigados por defender la democracia fueron reconocidos. Fue un abrazo para los valientes, para las víctimas inocentes. El relato de ambos discursos expuso la ruta sufrida por un pueblo que quiere recobrar la libertad y que exige que se respete su derecho a elegir.

Por contraste, la entrega del premio Nóbel de la Paz expuso a la dictadura. Registró el continuo sufrimiento de familias cuyos miembros inocentes están siendo torturados. Venezolanos comunes y corrientes que sueñan con libertad, democracia y derechos; ellos estuvieron presentes a través de la voz de Ana Corina en este evento.

Fue un día que honró a quienes han perdido la vida y a quienes están encerrados en celdas oscuras.

Watne Frydness definió claramente la situación de nuestro país: “Venezuela se ha convertido en un Estado brutal y autoritario sumido en una profunda crisis humanitaria y económica, mientras una pequeña élite desde la cúspide, protegida por el poder, las armas y la impunidad, se enriquece”.

Donde no hay libertad, ni elecciones libres y justas.

“He venido a contarles una historia, la historia de un pueblo y su larga marcha hacia la libertad”, dijo después Ana Corina, cautivando la atención de la audiencia.

En un hermoso recorrido histórico María Corina en su mensaje se refirió a nuestros orígenes y a cómo Venezuela es el resultado de la fusión de pueblos y culturas: la española integrada a nuestras raíces ancestrales indígenas y africanas.

Recordó también cómo hemos sido refugio de migrantes y exiliados. Época que cuando asalta el desaliento se ve lejana, casi inalcanzable.

Destaca María Corina la fragilidad de la democracia. “¿Habremos aprendido la lección? ¡Cuan alto se ha pagado el precio de elegir a un hombre que antes había atentado contra la democracia, que avaro se aferró al poder, corrompió las instituciones y pisoteó las libertades!”.

María Corina asoma un dolor profundo con el que expone cómo nuestro país ha venido siendo descuartizado, tasajeado, exprimido por malandros militares y civiles que entregan armas a cuatreros de la guerrilla colombiana y bandas delictivas para que les cuiden las espaldas y exploten nuestras riquezas.

Las cifras de destrucción de Venezuela se resumen en la pobreza de 86 por ciento de la población y nueve millones de venezolanos que se han visto impelidos a huir.

María Corina acertadamente se refirió en su discurso al malévolo plan de quebrar el alma venezolana agitando el resentimiento social, fabricando muros en un país que convivía en medio del respeto a las ideas, sin distingo de razas ni por calidad de vida.

Sin duda la dictadura ha cometido un error. Lejos de lograr el objetivo de aplastar a María Corina, el régimen quedó retratado en su marca de sangre, en su huella represora. Además de su evidente cobardía al negarse a entregar el poder luego de ser comprobadamente derrotado.

Nicolás Maduro junto a su comandita han quedado expuestos ante el mundo como unos impresentables con quienes hasta sus aliados se evitan fotografiar.

Por contraste, la mayoría de los venezolanos mostró su luz con orgullo a través de Ana Corina que lo dijo de manera potente: nuestro pueblo no se rinde.

Y he aquí lo importante de este evento que matiza las adversidades y que sacude el desaliento: ha resonado el clamor de millones de venezolanos que sienten cercana su libertad.

Porque ciertamente: “Venezuela le ha recordado al mundo que la democracia es esencial para la paz”.

A través de este momento, nuestro país ha advertido al mundo sobre los peligros del terreno que los regímenes autoritarios han avanzado en el planeta, asunto que remarcó el presidente del Comité del Nobel.

En este día excepcional María Corina prometió: “Yo estaré allí nuevamente en el puente Simón Bolívar, en la frontera con Colombia, donde una vez lloré entre los miles que se iban, y ahora será para recibirlos de vuelta a la vida luminosa que nos espera”.

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