Parecería que a Donald Trump Junior, hijo del presidente de EEUU, le ha bastado publicar en su cuenta de Twitter una serie de correos electrónicos sobre la reunión mantenida con una abogada rusa, para que algunos les parezca normal las raras amistades de algunos miembros del entorno de Donald Trump con intermediarios impropios de un Estado democrático.
La actitud del primogénito, expuesta en el texto aclaratorio que introduce la publicación de los correos, ha sido la de negar cualquier relación con el Gobierno ruso y atribuir su nombre en la citada reunión a un desliz infantil que no tiene demasiada importancia. Sin embargo, a medida que pasan los días, la opinión pública se escandaliza con las explicaciones poco creíbles de Trump Jr.
Sin ánimo de ser exhaustivo, los hechos ocurrieron de la siguiente forma.
Los correos entre Trump Junior y su mediador británico, Rob Goldstone, están fechados entre el 3 y el 8 de junio de 2016, a tan sólo un mes de que su padre se convirtiera oficialmente en candidato a la presidencia en la Convención Nacional Republicana, celebrada entre el 18 y el 21 de julio.
En el primer correo, Rob Goldstone -agente del cantante pop ruso, Emin Agalarov, a quien Trump Jr. había conocido en el Concurso Miss Universo de 2013 en Moscú- le hace saber al hijo del presidente norteamericano el interés de Agalarov en hacerle llegar “documentos e información oficial que podría incriminar a Hillary y a sus asuntos con Rusia”, de gran interés para la campaña de Donald Trump.
A lo que Trump Jr, contestó: "…, si es lo que dices, me encanta, especialmente para más adelante, en el verano. ¿Podemos mantener una llamada de teléfono a principios de la semana que viene, cuando esté de regreso?"
Después del cruce de nuevos correos, el 7 de junio Goldstone le precisa a Trump Jr.: “Emin pidió que cerrase la cita contigo y el abogado del Gobierno ruso que está volando desde Moscú”.
No hizo falta nada más. La reunión tuvo lugar 9 de junio en el piso 25 de la Torre Trump.
Al encuentro acudió la abogada Natalia Veselnitskaya, sospechosa de tener posibles vínculos con el aparato de inteligencia de Putin. Por su parte, Donald Trump Jr. estuvo acompañado por su cuñado, Jared Kushner, y el entonces jefe de campaña, Paul Manafort.
A través de una entrevista concedida a la cadena FoxNews, el hijo del Presidente ha insistido con énfasis en que la abogada rusa con la que estuvo reunido, tan sólo 20 minutos, no representa en ningún caso al Gobierno ruso, que su propósito sólo fue obtener información, propia de una investigación de oposición sobre el rival político en el marco de la campaña electoral, y que muy a su pesar la reunión resultó un fiasco toda vez que la letrada Veselnitskaya sólo quería abordar asuntos relacionados con la Ley Magnitsky.
El incidente ha recorrido las redes sociales y ha sido objeto de una enorme atención por medios nacionales e internacionales.
Sin duda, la supuesta información privilegiada ofrecida desde Moscú -no se sabe quién puede verdaderamente estar detrás de todo esto- fue un señuelo diseñado para penetrar el círculo íntimo del futuro Presidente.
Lo más criticable de la actitud de Donald Trump Jr. es que añade problemas a la búsqueda de una solución que acabe con el fantasma de la trama rusa y con el ambiente de crispación que caracteriza a la vida política norteamericana, que es lo que importa a los ciudadanos.
Pero hay otras razones para criticar al hijo del jefe de la Casa Blanca por su arriesgada iniciativa.
Primero, porque deja en evidencia su falta de visión política. Esa tendencia de exponerse a individuos de dudosa credibilidad, probablemente vinculados con estados mafiosos, es recurso de políticos mediocres y de organizaciones anárquicas, no de un equipo serio y comprometido en la gobernabilidad de EEUU.
Hacerlo, además, sin contar con la directiva del círculo de asesores de su padre, entonces candidato a la presidencia, (peor aún, eludiendo su autoridad sin informarle de sus planes), significa desconfiar de la democracia interna de cualquier organización y saltarse las reglas del juego. En política, no sólo se debe ser honrado sino parecerlo.
Por encima del ruido mediático y de las especulaciones del pretendido "Rusiagate", si el objetivo de Donald Trump Jr. -obligado por las circunstancias- era pasar de puntillas por un asunto de dudosa reputación, no lo consiguió. Cuando la información que se ofrece no es íntegra, la libertad de opinión actúa en falso y los resortes de la democracia se pervierten.
Por tanto, la credibilidad política de Donald Trump Jr., tras las explicaciones ofrecidas sobre su participación en estos hechos, está por los suelos.
¿Es realmente Natalia Veselnitskaya una emisaria del Kremlin? ¿Qué hacía el hijo del entonces candidato republicano a la presidencia de EEUU prestándose a secundar una campaña de este tipo? ¿Hasta qué punto la administración de Obama puso en marcha los mecanismos de información e inteligencia necesarios para frenar una supuesta operación del servicio secreto ruso que intentaba interferir en los comicios estadounidenses? ¿Cómo evitar que todo esto se repita?
Son interrogantes que exigen no solo la aclaración de un asunto que podría haber afectado la seguridad del país, sino la asunción de responsabilidades políticas de quien corresponda.
De momento, el Comité Judicial del Senado ha convocado a Donald Trump Jr. para que ofrezca explicaciones sobre los detalles de esta extraña reunión.
Se trata de intentar esclarecer la verdad y adoptar las resoluciones que hagan a EEUU menos vulnerable en el futuro.
El autor de esta columna es analista y consultor