La peligrosa postura belicista de Corea del Norte y la noticia de fuentes de la inteligencia de EEUU de que Pyongyang fabricó una cabeza nuclear en miniatura, que puede colocarse en un misil balístico intercontinental, ha disparado alarmas alrededor del mundo.
El tono amenazante del país asiático hacia dos de sus socios más cercanos, China y Rusia, por haber apoyado las más recientes sanciones de la ONU en su contra, agrega un preocupante catalizador a esa zona de conflicto, máxime cuando Pyongyang considera que esas naciones han dejado de un lado “su credo, su conciencia y obligaciones y deberían sentir vergüenza” de su postura y “pagar caro por ello".
Norcorea dirige el mensaje también contra todos los países que respaldaron la votación de la ONU, a los que recrimina por "estar asustados por las amenazas de sanciones de EEUU" y acredita a la nación estadounidense el hecho de ser la principal impulsora de las medidas.
Pero la actitud de Kim Jong Un, el líder norcoreano, ha recibido de vuelta, y tal vez en una escala que no esperaba, la respuesta del presidente Donald Trump, quien, desde sus vacaciones en su complejo de golf en Bedminster, Nueva Jersey, aprovechó un contacto con periodistas para alertar a Kim de que su vocación intimidatoria podría ser enfrentada con “un fuego y una furia y poder que el mundo nunca ha visto antes".
"Él ha estado haciendo muchas amenazas, más de lo normal", comentó Trump y advirtió que "más le vale a Corea del Norte no hacer más amenazas a Estados Unidos”, con lo cual fijó una posición radical contra la provocación norcoreana, pero prefirió no hacer referencias concretas al modo como respondería concretamente a la osadía del líder asiático.
En esa misma línea, Japón ha considerado que Corea del Norte representa “un nuevo nivel de amenaza” tras los últimos ensayos de misiles balísticos intercontinentales, lo cual ha llevado a su Gobierno a incrementar su percepción sobre el riesgo que supone su país vecino.
Definitivamente, Corea del Norte ha desatado reacciones mundiales que debieran converger, en primer lugar, en el terreno diplomático, y resolverse con pactos que preserven la paz. Ese ha de ser el principal camino. Pero, en la misma medida como el régimen provoca, la respuesta global a sus amenazas no puede ser tolerante. Kim Jong Un debe saber que, si insiste, el mundo le pondrá freno.