Hace dos días que Estados Unidos está en plena conmemoración del Mes de la Herencia Hispana que se celebrará hasta el 15 de octubre. Con una Florida aún en shock por la sacudida implacable del Huracán Irma, el presidente de Estados Unidos Donald Trump pasó tres horas en estas tierras mayoritariamente hispanas el día antes del inicio de las celebraciones y soltó como una de las primeras frases: “Es muy importante el muro”, refiriéndose a su caballo de batalla fronterizo para separar perimetralmente a EEUU de México. Y con la misma mano del puño cerrado, continuó saludando a hispanos, trabajadores o damnificados, evacuados y bomberos.
El día 15 de septiembre es significativo porque es el aniversario de la independencia de los países de América Latina, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. Además, México y Chile celebran sus días de independencia el 16 de septiembre y el 18 de septiembre, respectivamente. También, el Día de Colón o Día de la Raza, que es el 12 de octubre, se encuentra dentro de este período de 30 días, aunque por primera vez, una gran ciudad como Los Ángeles haya impugnado la celebración bajo tal prisma. Hace dos semanas, su Ayuntamiento eliminó del calendario el nombre de Colón al sustituir Columbus Day (día de Cristóbal Colón), por el de Indigenous People’s Day, (día de los pueblos indígenas). Tampoco es una novedad, previamente lo habían hecho ciudades como Seattle, Minneapolis, Berkeley, Santa Cruz, Phoenix, Denver y algunos estados como Vermont y Dakota del Sur.
Las contradicciones se notan de lejos. Trump mantiene un juego de luces y sombras sobre las comunidades hispanas y en los dos meses previos se ha hecho más que evidente. Primero fue el varapalo anunciado a DACA, que acabó con las aspiraciones de 780.000 dreamers, rematado con una derivación para que sea resuelto por el Congreso de EEUU. Allí demócratas y republicanos tendrán que negociar mucho para llegar a entenderse en poco menos de seis meses. No hay causa común porque los republicanos no tienen la voluntad política de encontrar una causa común.
La segunda contradicción presidencial fue la de otorgar un indulto al exsheriff Joe Arpaio, quien emergió como rostro del fogueo antiimigrante y que fuera condenado por ignorar las órdenes de un juez federal. Este indulto lo hizo después de ir a Arizona y lanzar palos sobre las ruedas de la pujanza de las comunidades hispanas en la región, todo eso con Houston pendiente del huracán Harvey. ¿Qué necesidad y qué urgencia habría? Arpaio ni siquiera había recibido sentencia aún.
Acto seguido, Donald Trump, prefirió proclamar su primer Mes de la Herencia Hispana, con referencias a “garantizar” los Derechos Humanos en Cuba y Venezuela y “mantener la democracia” en la región. Son dos preocupaciones ciertas y, hasta justas, sin embargo, correspondientes a la política exterior. En su política interna, esa que sustenta su grito de batalla de “Make America great again”, su preocupación por la comunidad hispana sigue siendo tan ambigua como aquellas declaraciones que condenaban y no al racismo. Que culpaban a asesino y víctima del asesinato.
Si hace unos días, al proclamar el mes de la Hispanidad dijo “Para garantizar un futuro más próspero, una América libre, estamos trabajando para avanzar y mantener la democracia en la región y garantizar un comercio libre y justo entre nuestros socios regionales”, y añadió que “los hispanos estadounidenses son una prueba de la promesa de que cualquiera puede progresar en Estados Unidos si trabaja duro”, entonces ¿por qué convertir DACA en una rémora, en vez de una polea transmisora de prosperidad?
Cathleen Farrell, directora de comunicaciones del Foro Nacional de Inmigración, explicó recientemente que muchos soñadores tienen un elevado nivel de educación y que su contribución a la economía del país es ostensiblemente superior a los que cuestan los honorarios de la matrícula DACA a la educación.
El día de la proclamación, Trump siguió hablando sobre los hispanos, como protagonistas del mes en cuestión, y llegó a decir “desde los primeros días de Estados Unidos (…) han jugado un papel prominente e importante”, para agregar que hoy en día “continúan encarnando ese espíritu pionero”. ¿Por qué ese empecinamiento en hablar de un muro que probablemente jamás llegue a construirse? Un muro que sobre todo afecta a los mexicanos que engrosan el 63% de los 55,2 millones de hispanos que viven, trabajan y estudian en este país. ¿Por qué seguirse amparando en ambigüedades después de lo que le pasó con los sucesos de Charlottesville? Las dimisiones importantísimas de asesores clave en temas clave aún siguen tintineando en los oídos de los ciudadanos.
Esta proclamación del Mes de la Herencia Hispana de 2017, la primera de Trump en la Casa Blanca, está a millones de años luz en forma y contenido de las del Gobierno antecesor.
El año pasado, el expresidente Barack Obama aprovechó bien estas fechas con reivindicaciones para la comunidad hispana. En un giño colosal dijo: “La extraordinaria historia de nuestra nación empezó con la inmigración. Hoy, debemos seguir cumpliendo la promesa de nuestra nación en las vidas de todas las personas, incluso para aquellas que son estadounidenses a todos los niveles, excepto por un pedazo de papel”. Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump ha revuelto avispero tras avispero con su daga antiinmigrantes, pero lo cierto es que el país continúa moviéndose con el esfuerzo y el emprendimiento de millones de inmigrantes.
Por otro lado, también es sabido que las labores que realizan los inmigrantes, siempre han estado ahí para los nacionales solo que con el cartel permanente de vacantes. Su lucha contra las ciudades santuario (jurisdicciones que aplican políticas que restringen su colaboración con el gobierno federal en las medidas de inmigración) ha pasado del castaño oscuro al negro. La perreta no tiene demasiado sentido porque amenazas mediante ha pretendido borrar en seis meses la protección que ciudades como Miami, Los Ángeles, Seattle, San Diego, Austin, Boston, Houston, Chicago, San Francisco y Denver dan a los trabajadores indocumentados. Varios procedimientos legales en curso demuestran que la persecución indiscriminada de inmigrantes sin papales es inconstitucional. La policía no debe interrogar a personas para saber su status migratorio. Es importante agregar que las autoridades de esas ciudades sí colaboran con los funcionarios de migración cuando se trata de delincuentes buscados o condenados.
La celebración del Mes de la Herencia Hispana, que se inició en 1968 como la Semana de Herencia Hispana durante la presidencia de Lyndon Johnson y más tarde fue extendida en 1988 a todo un mes por el entonces presidente Ronald Reagan, tiene el objetivo de destacar la cultura, los logros y los retos de esta comunidad en Estados Unidos. De momento Trump va proclamando lo mismo con sus palabras, y logrando todo lo contrario con sus acciones.
Así que será otro mes difícil para escudriñar los cada vez más escasos argumentos de Donald Trump ante una comunidad hispana que sigue creciendo y que acaba de demostrar una pujanza arrolladora en la recuperación de Texas y Florida, estados con sendas comunidades hispanas que han atravesado el vía crucis de dos virulentos huracanes. El presidente de los Estados Unidos tendrá que seguir diciendo sin decir y haciendo nada para que la integración de hispanos se siga viendo como hecho completamente natural en Estados Unidos. Ese comportamiento solo tiene una explicación, detrás de su amago de política antiimigración hay lobbies poderosos y movimientos racistas que lo sentaron en la Casa Blanca con varias condiciones.
Por si el Presidente y sus seguidores no llegaran a entenderlo, se resume aquí en forma de tuit: Es plausible “mantener la democracia” en la región, si sigues elevando esos mismos derechos democráticos dentro del propio país que los pretende impulsar, EEUU.