El siglo XXI sigue con más intensidad la tónica del XX en una guerra entre fuerzas de luz (tradición, fe, soberanía moral) y fuerzas de oscuridad (materialismo, control total, deshumanización).
Desde el siglo XX, la humanidad ha vivido bajo un signo envenenado: el del Escorpión. No se trata de una simple "metáfora astrológica"
El siglo XXI sigue con más intensidad la tónica del XX en una guerra entre fuerzas de luz (tradición, fe, soberanía moral) y fuerzas de oscuridad (materialismo, control total, deshumanización).
El símbolo del Escorpión representa el veneno ideológico que paraliza a las naciones, introducido bajo apariencia de justicia o progreso.
El Escorpión es un signo claro de advertencia a círculos patriotas, tradicionalistas y soberanistas sobre la deriva moral de Occidente.
Desde el siglo XX, la humanidad ha vivido bajo un signo envenenado: el del Escorpión. No se trata de una simple "metáfora astrológica", sino de una señal del poder engañoso que inocula su veneno lentamente, paralizando a las naciones mientras les hace creer que avanzan hacia la liberación.
El Escorpión simboliza la "arquitectura ideológica" que da forma al mundo contemporáneo.
Seguimos bajo un experimento planificado por élites internacionales que pretenden destruir los fundamentos espirituales de la civilización judeo cristiana.
El Escorpión actúa en silencio. Su fuerza no reside en el rugido, sino en el veneno. Las promesas de igualdad, emancipación y progreso esconden una reconfiguración radical del alma humana.
La revolución que proclama la liberación del trabajador se convierte paulatinamente en el mayor sistema de esclavitud moral de la historia.
Los mismos que denuncian el poder material de los ricos crean una nueva aristocracia de burócratas y comisarios ideológicos.
Es el mismo marxismo, nihilismo y materialismo, con otro disfraz que oculta una estrategia espiritual: el vaciamiento del alma occidental, el desplazamiento de Dios por la ideología.
Después del derrumbe del comunismo soviético en 1991, este no desapareció, mutó. El Escorpión mudó de piel y pasó a dominar otras esferas: la cultura, la economía digital, los medios y las instituciones internacionales.
Hoy, el signo del Escorpión sigue activo. Sus pinzas ya no oprimen con fusiles ni gulags, sino con algoritmos, censura suave (en otras latitudes donde toma cuerpo la censura ya es dura) y manipulación emocional. Se reemplazó la propaganda roja por la corrección política, la hoz y el martillo por la bandera de un globalismo que disuelve toda identidad.
Asumimos esta advertencia como una tarea moral: desenmascarar las fuerzas que buscan convertir a los pueblos en masas sin raíces.
No hay soberanía política sin soberanía espiritual. Y no hay libertad auténtica sin verdad.
El antídoto contra el veneno del Escorpión no es otro sistema ideológico, sino una restauración del orden interior, del vínculo trascendente que une al hombre con lo eterno.
Mientras ese lazo permanezca vivo, ningún poder global podrá conquistar definitivamente el alma de las naciones.
