Es indiscutible desconocer que la izquierda en el continente americano ha tenido un avance importante en las últimas dos décadas. La mayoría de los países del hemisferio están siendo gobernados por una ideología política, que ofrece más que alternativas de prosperidad a sus ciudadanos y ha llegado al poder ante la inacción, los errores y el desgaste de aquellos gobiernos que han defendido las libertades de los ciudadanos, el Estado de derecho y el desarrollo económico sostenible. La ciudadanía experimenta un descontento general y reclama a los gobernantes mayor responsabilidad en sus actos, acciones que reflejen progreso y rechaza categóricamente los privilegios que se les otorgan a algunos sectores de la sociedad.
Sin embargo, el remedio termina siendo peor que la enfermedad. Están llegando caudillos con discursos populistas, fórmulas que ya fracasaron en el pasado, ideas obsoletas y propósitos claros de socavar el sistema democrático de Occidente, que ha otorgado las mayores libertades a los ciudadanos en la historia de la humanidad. Los errores y el desgaste político han permitido que la izquierda cautive a un sector amplio de la sociedad y vemos que, con la combinación de todas las formas de lucha, llegan al poder y pretenden perpetuarse descaradamente.
Ejemplos son muchos en el continente. Cuba, siendo la dictadura más antigua, continúa sometida a un sistema comunista que lo único que otorga a sus ciudadanos es miseria, hambre, persecución política y judicial, además de una violación permanente a los derechos humanos. A pesar de la evidencia, el mundo sigue manteniendo ese discurso romántico con la isla, acusando ligeramente a los Estados Unidos por lo que llaman “bloqueo económico”, pero se solidarizan con un régimen totalitario de más de 60 años, que ha condenado a su pueblo a vivir en la oscuridad.
Venezuela sigue los pasos muy de cerca a Cuba. El régimen de Maduro es el mejor alumno de los Castro, y aunque inició con el dictador Hugo Chávez, hace más de 22 años, el discurso anticapitalista, antiamericano, antisistema y anti-propiedad privada fue acogido por los ciudadanos, permitiendo la llegada de esa dictadura que se atornilló en el poder. Hoy los venezolanos, con más de siete millones de ciudadanos en el exilio, no encuentran el camino expedito para regresar al sistema que les ofrecía libertades, garantía en sus derechos y democracia.
Brasil regresó al modelo de Lula, a pesar de su cuestionada presidencia y su paso por la cárcel. En Ecuador se intenta imponer el modelo Correa, quien huye de la justicia ecuatoriana y añora gobernar de nuevo. Perú eligió a Castillo, quien rápidamente demostró su facilidad para corromperse y en estos momentos su vicepresidente busca opciones para quedarse en el poder más tiempo. Argentina tiene una gran oportunidad para sacudirse de los más de 20 años del Kichnerismo inflacionista y multiplicador de pobreza. Honduras cambió el modelo de Zelaya por uno aún más corrupto y aliado del narcotráfico, y así mismo abrió el espacio para que regresara la esposa de Zelaya a mandar en el país.
Nicaragua, por supuesto, amerita una mención especial. Gobierna una pareja por años que persigue y expulsa a la totalidad de sus contradictores políticos, encarcela y censura a la Iglesia católica, viola derechos humanos y genera alianzas peligrosas con China y Rusia, como desafío a los Estados Unidos. México eligió a un gran demagogo, que, tras varios intentos, logró una presidencia bastante aburrida y sin resultados concretos para su pueblo. Chile, tras años de ejemplo de desarrollo económico, con resultados destacados mundialmente, decidió elegir a un joven líder de izquierda, que improvisa y ha buscado cambiar totalmente el sistema que le brindó un gran progreso al país sudamericano.
Finalmente, Colombia optó por elegir en el año 2022 a un gobernante de extrema izquierda, con pasado en una guerrilla sangrienta amnistiada y aliada del narcotráfico, con pruebas de haber sido un gobernante nefasto como gobernante de la capital y un discurso en contra del sistema colombiano que le ha permitido a esa nación sobrepasar los grandes desafíos que ha tenido durante más de 200 años de vida republicana. Petro desafía todo el sistema; para él nada es rescatable.
Ante este panorama tan incierto, con una integración regional evidente en torno a una postura ideológica peligrosa, existen enormes retos para quienes aún consideramos el sistema democrático como el instrumento adecuado para avanzar en los propósitos comunes y de beneficio para la sociedad. La ciudadanía reclama a gritos una oposición responsable, sin caer en demagogia ni extremismos, y sobre todo una alternativa de poder que genere resultados que realmente lleguen a sus casas.
Los líderes de oposición democrática, en su misión de enfrentar al caudillismo latinoamericano, requieren de un plan de acción con propuestas y soluciones, sin apego al viejo orden, para lograr una renovación profunda en el ideario democrático, capitalista, que garantice las libertades de los ciudadanos ya conquistadas.
Vale la pena una cruzada especial de quienes compartimos esos principios democráticos, insisto, sin fanatismos ni extremismos dañinos, con dialogo ciudadano y debate democrático. Solo así, con una hoja de ruta clara, podremos avanzar para llevarle a nuestro pueblo oportunidades reales de desarrollo económico, empleos de calidad y oportunidades de emprendimiento, garantía al derecho a la salud de calidad, vivienda digna y educación, una vejez digna, un sistema judicial realmente justo, calidad de vida en las ciudades y seguridad personal y de los bienes en todos los territorios.
Bajo esas premisas, transformaremos la sociedad y la convertiremos en un escenario de vida más justo, tolerante y proactiva al verdadero desarrollo, permitiéndonos sanar la enfermedad sin necesidad de acudir al remedio promovido hoy por muchos, el nefasto comunismo.