Existe demasiada controversia respecto de las potenciales opciones que están sobre la mesa para el rescate de la libertad y la democracia en Venezuela.
Existe demasiada controversia respecto de las potenciales opciones que están sobre la mesa para el rescate de la libertad y la democracia en Venezuela.
Comencemos por aclarar que prácticamente todos los venezolanos de buena voluntad coincidimos en que el régimen es una dictadura conformada por delincuentes que usurpan el poder.
Hemos sido burlados en tantas ocasiones por esos delincuentes, con falsos diálogos, negociaciones, rectificaciones y hasta elecciones, que ya no les creemos ni que nos recen el Padrenuestro de rodillas.
Los venezolanos hemos pagado en sangre, sudor y lágrimas un precio tan alto durante las últimas dos décadas, que anhelamos, a veces con desespero, que el cambio político se verifique a cualquier costo.
Ahora bien, la permanente burla de los jerarcas del régimen y nuestro desespero en desalojar a los usurpadores no puede hacernos perder el foco en nuestro objetivo.
El cese de la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres, en ese orden, claramente enunciados por nuestro presidente encargado Juan Guaidó no son, en sí mismos, objetivos sino medios o pasos para el logro del objetivo definitivo, cual es el cambio político hacia la libertad y la democracia.
Ha sido ampliamente reconocido por la ciudadanía venezolana y por la comunidad internacional que el país no está regentado por un gobierno formal, sino subyugado por un grupo de delincuencia organizada, con claras ramificaciones en narcotráfico, terrorismo, contrabando y lavado de dinero, que ha secuestrado el poder y que ha cometido múltiples y documentados delitos de lesa humanidad.
En todo caso de secuestro, los familiares persiguen lograr la liberación del rehén con los menores daños posibles, tanto físicos como psicológicos. En ese sentido, a sabiendas de que los secuestradores son unos delincuentes, los familiares buscan entablar una negociación para la liberación del rehén contra el pago de un rescate que, en todo caso, implica un acto de fe.
Los pasos que da una familia cuando sufre un secuestro, por lo general son: 1) Dar aviso a la fuerza pública o policial, con el encargo especial de que obren con mucha cautela buscando la mayor cantidad de información de los secuestradores y dificultándoles su actuación para favorecer la negociación, pero sin interferir con ella, a fin de evitar un desenlace infortunado; 2) Designación de un negociador, por lo general ajeno a la familia y versado en estos temas, que lleve las conversaciones con los representantes del grupo secuestrador, para lograr la liberación del rehén en un tiempo razonable contra el pago del menor rescate posible; y 3) Cuando quede claro que la negociación no está dando resultados y que los policías ya tienen información suficiente sobre los secuestradores y el lugar de cautiverio del rehén, entonces y sólo entonces, los familiares optan por el uso de la fuerza, a riesgo de la pérdida de vida del familiar.
El tercer paso requiere necesariamente que se cumplan los siguientes extremos; a) que se hubieren agotado razonablemente las negociaciones; y, b) que la policía esté lista para actuar.
Venezuela ha sido secuestrada por un grupo de delincuencia organizada y desde que Juan Guaidó asumió como presidente encargado en enero de este año, ha dado exactamente los mismos pasos que dan las familias en caso del secuestro de uno de sus miembros.
El primer paso fue dar aviso y solicitar el apoyo de la comunidad internacional (reconocimiento de más de 50 países, incluyendo EEUU y sanciones a granel al régimen) y el segundo paso fue continuar con las negociaciones para la liberación del rehén o el cese de la usurpación (Grupo de Lima, Grupo de Contacto, República Dominicana, Noruega).
Si bien está claro que las negociaciones con los secuestradores (usurpadores) no han dado sus frutos y que hay fundados indicios de que nunca llegarán a darlos, también debe estar claro que, para llegar a la opción del tercer paso, la intervención, se requiere que las fuerzas militares de la coalición internacional estén listas para ello.
Antes de seguir tirándole piedras al negociador, piense usted muy bien lo que haría si le secuestran a un familiar.
Obviamente que las fuerzas militares de la coalición internacional no nos van a dar un aviso previo de su llegada, sino que nos enteraremos en vivo y en directo, en una madrugada de estas.