Esta afirmación es más común de lo que se pueda imaginar. Miles de jugadores de la Lotería de la Florida ponen su fe en ganar la “lotto” y aseguran que una pareja nueva sería el premio mayor.
Esta afirmación es más común de lo que se pueda imaginar. Miles de jugadores de la Lotería de la Florida ponen su fe en ganar la “lotto” y aseguran que una pareja nueva sería el premio mayor.
La ilusión de atesorar millones ligado a una felicidad “segura” casi nunca incluye al cónyuge actual. Se sueña con un cambio total y radical de vida: casa nueva, el automóvil de las revistas, cuerpo y cara “que preocupen” por una belleza artificial que muchas veces parece real, joyas de verdad, yate y avión propios, implante de cabellos masculinos y femeninos, viajar por el mundo sin parar, y compañía amorosa-sexual desechable o una “barbie” estable o un chico igual a “Ken” –el perfecto novio de esta muñeca superflaca–, todo un idilio.
Mucha gente cree que estas posesiones y esta única manera de vivir en los videos musicales o en películas hollywoodenses proporcionan la felicidad. Puede acercarse muchísimo a una euforia sin final o a una alegría verdadera; ¿pero, y tu personalidad? ¿Va con todo esto? ¿Es esta la única manera de ser feliz? ¿Hay que hacer todo igual a la mayoría para demostrar esta súbita riqueza?
Jamás diría que el dinero no da la felicidad. Por favor… nunca he conocido a un rico que devuelva su fortuna por tanta depresión. Si conoce alguno, oiga… yo tengo GPS y lo puedo encontrar. En mi caso, cuando tengo algo de dinero no vale SPA, ni practicar yoga, ni una infusión de tilo. Aunque parezca banal, ese verde de los dólares a mí me relajaaaa… cantidad.
En el viaje a Tallahassee –capital de la Florida– donde se cobra la millonada, por milla que se avanza muere cada neurona de bajos recursos y se regenera en ese cerebro un éxito instantáneo que no siempre se sabe llevar. Aunque a esa hora se va levitando por tanta suerte y por la certeza de que la cuenta bancaria no se volverá a sobregirar, por fin se escapa de los números rojos. O del susto constante que conlleva ganar dinero para la supervivencia.
Al regreso de esta primera aventura como millonario, en este trayecto a Miami se agolpan en su mente todos los defectos de la pareja que, si tuvo suerte, aún le acompaña. La mira y se dice: OMG… ¡Oh, Dios mío… Qué ceguera tenía! ¡Bien decían mi madre y mis amigos!
—Te acuerdas del primer mes de relación cuando me hiciste… (lo que sea para buscar un problema que no tendrá solución).
A esa hora se tienen MEGAdefectos. Se presiente que queda poco al lado de la fortuna que llegó de golpe. Salen a relucir eventos de la escuela primaria, hasta del cunero del hospital cuando se llegó a este mundo si es que le fue contada alguna anécdota de esas remotas etapas de cualquier existencia.
Nada, que quien quiere ve los vientos como tempestades. Y si has compartido la vida con un afortunado ganador de la lotería, las sorpresas aparecerán una detrás de otra. Dicen que des poder y dinero y conocerás a la gente. O te decepcionarán.
Este rico del momento sufre la metamorfosis de Kafka, se endiosa por segundos. El pecho se le hincha de tal manera que hasta las tallas de ropa serán nuevas. ¿Pero, en realidad se transforma o salen a la luz sus deseos secretos? Confiesa como en la canción de José José: "(…) jugué sin descansar y jamás viví un amor que para mí fuera importante (…)"
Te recuerda que cuando te conoció estabas en la “fuácata”, en problemas económicos graves, y que le debes mucho. Que sólo tenías la muda de ropa que llevabas puesta, que te ayudó, te alimentó, te desparasitó… –como si fueras de raza canina–. Te multiplica por cero para que desaparezcas de su vida de estreno. Que tu deuda ante tal ayuda –que parece de las Naciones Unidas– es impagable.
—¿Entonces, qué dinero esperas? ¿Hasta cuándo? ¿Más todavía? ¡Qué abuso con mi persona! (diría el millonario).
Otros futuros ganadores aseguran que te regalarían algunos millones para que te montes en el globo de Matías Pérez, quien desapareció por los siglos de los siglos.
Por precaución, habrá quien comparta. Pero como el “amor” se olvida en segundos, por si acaso, si me toca la lotto primero… de que lo boto, lo boto. ¿Qué haría usted?