viernes 10  de  octubre 2025
OPINIÓN

Trump deja sin discurso a Petro y a la izquierda mundial

Mientras Trump concreta un paso histórico en Medio Oriente, Petro sigue en su cruzada ideológica, en su sermón sin resultados en un país que se desangra

Diario las Américas | Sofy Casas
Por Sofy Casas

El mundo acaba de presenciar lo impensable: un acuerdo de paz entre Israel y el grupo terrorista Hamás. Y aunque es a Donald Trump a quien corresponde el mérito, Gustavo Petro apareció con su ya conocido afán de protagonismo, convencido de que todo gira a su alrededor. Ahora, según él, su “presión” condujo a ese resultado. En su relato maniqueo, el acuerdo no lo alcanzó Trump, sino él: el nuevo “mesías” de Palestina.

Petro no soporta que otro acapare los reflectores. No demora en decir que el Nobel de Paz debería ser para él y no para Trump. Lo suyo es ese vicio tan propio del populismo de robarse los logros ajenos y convertirlos en discurso personal. Esa necesidad de figurar, de pontificar, de atribuirse causas y victorias que no le pertenecen.

Mientras Trump concreta un paso histórico en Medio Oriente, Petro sigue en su cruzada ideológica, en su sermón sin resultados. Habla de paz desde un país que se le desangra, desde un gobierno que no logra detener ni la violencia ni la corrupción. Un gobierno cómplice del narcoterrorismo y de la narcodictadura venezolana. Su verbo arrogante y déspota no alimenta la paz, sino su propio ego. El contraste no puede ser más evidente: mientras uno firma acuerdos, el otro fabrica relatos para engañar incautos.

Este avance en Medio Oriente deja a los payasos de la izquierda mundial sin discurso ni circo. Porque la teoría del “enemigo externo”, su vieja bandera, se derrumba cuando es precisamente el líder norteamericano quien logra un gesto de paz real. Quedan desnudos los que basaron su identidad política en culpar a Estados Unidos de todos los males del planeta. Pierden definitivamente uno de sus principales argumentos: el del “imperio opresor” que siembra guerras. Hoy, es ese mismo “imperio” el que logra un respiro de paz donde otros solo sembraron caos. Sin enemigo, no hay narrativa. Sin conflicto, se les acaba el libreto.

El logro de Trump en Medio Oriente no es solo diplomático; es simbólico. Representa el regreso del liderazgo fuerte, del poder con propósito y de la acción sobre la retórica. Deja claro que los populistas que viven de la diatriba antiimperialista están atrapados en su propia trampa, que necesitan del conflicto para existir y que, cuando llega la paz, desaparecen.

Trump, con su estilo directo y su pragmatismo brutal, les arrebató el escenario. Logró lo que ellos solo declaman: resultados. No discursos, no arengas, no consignas. Hechos. Y en política, los hechos pesan más que los eslóganes.

Petro podrá seguir creyéndose el salvador del mundo, el líder intergaláctico, el profeta del nuevo orden global. Pero mientras él dice sandeces, otros actúan. Y al final, eso es lo que define la historia, los que hacen y no los que gritan arengas con megáfono en mano como verduleras.

Hoy, el exguerrillero y la izquierda radical se quedaron sin guion, sin enemigo y sin público. Trump les robó la función. Y el mundo, por fin, empieza a darle la espalda a los farsantes.

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