jueves 28  de  marzo 2024
OPINIÓN

Trump y la "realpolitik"

Afortunadamente para Estados Unidos, el presidente no tiene la autoridad suprema para hacer todo lo que quiera, ya que el poder no es personal sino institucional
Diario las Américas | SONIA SCHOTT
Por SONIA SCHOTT

A Donald Trump le tomó menos de un mes descubrir que ser jefe de Estado no significa tener el control absoluto de Estados Unidos, algo que debe haber sido una sorpresa, especialmente después de su turbulenta campaña electoral, cuando prometió derrocar a todo el “establishment” de Washington.

Afortunadamente para Estados Unidos, el presidente no tiene la autoridad suprema para hacer todo lo que quiera, ya que el poder no es personal sino institucional y cualquier acción está sujeta al Estado de Derechos, llamado “Rule of Law”. De ahí se desprende que esté repartido entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.

La semana pasada, el Poder Judicial, dentro de sus capacidades, le recordó al presidente Trump que no tiene derecho a implementar una orden ejecutiva para la cual no hay fundamentos legales o constitucionales.

Utilizando este argumento, tres jueces de la Corte de Apelaciones mantienen el bloqueo al veto migratorio puesto en vigor por La Casa Blanca, confirmando la decisión inicial de un juez federal de Seattle.

Los críticos del veto migratorio lo consideran discriminatorio y Trump no ayudó a su causa al llamar despectivamente al magistrado de Seattle “un supuesto juez".

Cuando un presidente hace un ataque personal contra un juez, también está atacando la independencia del Poder Judicial.

La decisión de la Corte de Apelaciones es una ayuda-memoria para que el Presidente esté al tanto de que un sistema de pesos y contrapesos afectará la toma de decisiones de su mandato.

En el Congreso no se ha presentado todavía algún intento significativo para restringir a la nueva administración, pues con los republicanos como mayoría en ambas Ccámaras todas las nominaciones importantes del gabinete se confirmaron, salvo la breve batalla con los demócratas por la elección de Jeff Sessions como fiscal general.

Sin embargo, esto no quiere decir que Trump no enfrente la oposición del Capitolio en el futuro, si se considera que está poniendo en riesgo los intereses de Estados Unidos.

A Trump le ha tocado también aprender rápidamente que hay otro factor que puede frustrar sus planes, si piensa cambiar la relación del país con el mundo. Se le llama comúnmente “realpolitik” y significa que los intereses prácticos priman sobre la teoría.

La conversación telefónica que tuvo el entonces presidente electo estadounidense con la presidenta taiwanesa en diciembre, llevó a creer a todos, incluyendo al Gobierno chino, que Trump estaba dispuesto a arriesgar las relaciones con Pekín, dando apoyo diplomático oficial a Taiwán y dando la espalda a la política de “una sola China”, según la cual Estados Unidos mantiene relaciones no oficiales con Taiwán pero reconoce que sólo hay un gobierno chino.

Esa política ha constituido la base de las relaciones chinoestadounidenses desde que fue adoptada por Jimmy Carter en 1979.

En todo caso, Trump retrocedió y durante la larga llamada con el presidente Xi Jinping, el líder chino le pidió que hiciera honor a la política de una sola China y presidente estadounidense estuvo de acuerdo.

El mandatario de China claramente ganó el argumento tras haber explicado a Trump las consecuencias de moverse en una dirección potencialmente peligrosa.

Puede que haya sido una mala semana para el presidente Trump, pero representó una conquista alentadora para la administración de justicia y para el equilibrio de las relaciones internacionales, tan importante para mantener la paz.

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