La gente tiende a confundir diplomacia con cobardía; dignidad con ser chismoso o muy fuerte, y al tonto con ser educado y fácil. Si alguien se atreve a defender sus derechos o disentir sobre algo, inmediatamente lo acusan de todo: antisocial, busca problemas, persona difícil, lengua de máuser…
Me explico: yo tengo fama de ser fuerte y con la boca muy dura, simplemente porque digo la verdad, y de frente. Cuando las personas son honestas, claras, trasparentes y directas, automáticamente se dice que están locas o que son muy difíciles. Lo ideal, supuestamente, es tratar con seudo-seres. O, lo que es lo mismo, hipócritas, adulones y chupamedias, que viven para “el qué dirán”.
En su mayoría, son enanos psicológicos. Al fin y al cabo, son personas que viven subiéndose sobre los otros para poderse ver; critican a todo el mundo; cuestionan la preparación de los otros —y lo que hacen—, pero ellos no hacen nada. Viven la vida ajena, y la propia es un desastre, aunque la pintan como perfecta.
¿Qué caracteriza a un ser sólido?
Ser honesto con los demás y consigo mismo. Sus creencias, opiniones y principios son los que rigen su vida. Ha ido elaborando e incorporando estos principios y valores a su vida. Actúa con coherencia y consistencia; vive según predica y cree. Es la típica persona que dice: “yo soy esto, y es lo que haré, o no”.
No necesita la aprobación de nadie. No obstante, no es dogmático. Jamás cree tener la última palabra en nada. Se mantiene abierto a las ideas y opiniones de los demás. Las sopesa… y toma su decisión. Un ser sólido no negocia sus creencias, decisiones y opiniones para adquirir tranquilidad, mayor aprobación de los demás o menos ansiedad.
No se traiciona a sí mismo. Respeta y celebra las diferencias que pueda tener con los demás. Asume sus emociones y sus sentimientos, sin necesidad de proyectarlos. Puede ser solidario, pero respetando el espacio del otro.
El seudo-ser es una persona no auténtica. Lo importante es lo que el otro siente, opina o dice sobre él. Solo funciona cuando el grupo lo apoya y aprueba. Sus creencias, opiniones y principios los elabora según piense el grupo. No se distingue del montón de personas. Solo puede reducir su ansiedad con la aceptación de los demás. Vive “del que dirán”. No disfruta su individualidad, porque le produce sentimientos de abandono y soledad.
Tenga todo esto muy presente a la hora de casarse, escoger a un amigo o a un socio.
www.nancyalvarez.com