u00bfY si Internet fuera mentira? No digo que Internet no exista, evidentemente. Sólo propongo que paremos a pensar por un instante que tal vez Internet no va a cambiar nuestras vidas tanto como pensamos.
En otras palabras: estoy proponiendo la antítesis de todas las exaltaciones del futuro y de la tecnología de Thomas Friedman, el columnista de The New York Times que ha ganado tres veces el Pulitzer.
Claro que este artículo no es un acto de arrogancia: Friedman no ha ganado ningún premio por sus análisis de la económica internacional. nEs cierto que Internet ha cambiado algunas cosas.
Por ejemplo, los teléfonos. Y está cambiando los medios de comunicación. No sólo la prensa: los jóvenes, por ejemplo, sólo ven televisión en el ordenador o en el iPad. Internet también ha aniquilado algunas industrias. La más obvia, la de las máquinas de fotos. Y está en camino de reducir los ordenadores a piezas de museo. n Ahora bien: u00bfqué más ha cambiado Internet? Mire a su alrededor. Una casa de 2013 es, fundamentalmente, igual que una casa de 1963. El baño, la cocina, y la construcción son prácticamente idénticas. Un automóvil de 2013 es muy parecido a uno de 1963. Igual que un tren. O una central nuclear. Por no decir un avión. n La idea de que estamos exagerando el cambio tecnológico no es nueva. Uno de sus más destacados defensores es el economista de la Universidad George Mason Tyler Cowen, que también es compañero de Friedman en The New York Times.
Otro es Jaron Lanier, un extravagante personaje que afirma que Internet sustituye, pero no crea. nHasta ahora, ese debate se circunscribía al terreno teórico. Pero está saltando a la realidad porque, si Internet no tiene el efecto que pensábamos, afecta a una de las cosas más importantes de la economía: la productividad. n La productividad es, básicamente, la cantidad de capital y de trabajo que se necesitan para hacer algo. Se supone que Internet nos hace más productivos. Y que, por tanto, podemos producir más con menos recursos, tanto de capital (máquinas) como humanos (trabajadores).
Eso, a su vez, permite a los bancos centrales mantener los tipos de interés más bajos y dejar que fluya el crédito, con lo que hay más dinero para construir fábricas, casas o lo que sea. n El problema es que eso no está pasando. Entre 1996 y 2005, la productividad se aceleró. La clave, pensamos todos, era Internet. Sin embargo, en 2005 empezó a frenarse. Y, desde 2011, está estancada. El problema no sólo es de Estados Unidos.
The Conference Board, el think tank de las grandes empresas estadounidenses, ha explicado esta semana que la productividad a nivel mundial está sufriendo una crisis de productividad. n u00bfPor qué? nNadie lo sabe. Una posibilidad es que, como afirma el profesor de la Northwestern University Robert Gordon, Internet no haya sido tan importante como hemos pensado.
Es lo mismo que lo que propone Cowen. Otra posibilidad es que las políticas fiscales y monetarias sean todavía demasiado restrictivas. O sea, que haga falta que el dinero esté más barato y sea más abundante para que la gente compre y, así, produzcamos más (y con menos recursos).
Esa idea fue lanzada en noviembre por Larry Summers, el hombre al que Barack Obama quería como presidente de la Reserva Federal hasta que la rebelión del ala izquierda demócrata le obligó a elegir a Janet Yellen. n
También hay quien dice que es un problema estadístico, porque los actuales modelos no recogen el impacto de Internet. O el que echa la culpa al sistema legal y regulatorio, que premia actividades como la especulación financiera o las tasas exorbitantes de los abogados, y no da incentivos a las actividades productivas. n Sea lo que sea, la incapacidad para usar las máquinas, la energía o el trabajo de forma más eficiente en producir cosas es preocupante.
Si el efecto económico de Internet es mentira, será una muy mala noticia para todos.