JOSÉ ANTONIO ÉVORA
The Walk recorre las partes de la vida de Philippe Petit que estuvieron directamente en función de completar su hazaña, y algún que otro momento de su adolescencia también significativos en su vocación
JOSÉ ANTONIO ÉVORA
"Es imposible, pero voy a hacerlo". Philippe Petit nunca pensó de otra manera. Toda su pasión y toda su destreza eran sólo el preámbulo de aquel día. Y entonces, el 7 de agosto de 1974, cruzó desde la azotea de un edificio de las Torres Gemelas de Nueva York hacia la otra caminando sobre un cable, que él y unos pocos cómplices tendieron clandestinamente durante la madrugada.
No por gusto lo llamaron “el delito artístico del siglo”.
Robert Zemeckis, el director de Who Framed Roger Rabbit, Forrest Gump, Back to the Future y The Polar Express, estrenó a fines del año pasado una crónica fílmica de aquel episodio. Se llama The Walk, está disponible en video con subtítulos en español, y es una de esas raras family movies que se pueden ver más de una vez con los hijos sin considerarlo un sacrificio porque, lamentablemente, no abundan las buenas películas con clasificación PG.
The Walk recorre las partes de la vida de Philippe Petit que estuvieron directamente en función de completar su hazaña, y algún que otro momento de su adolescencia también significativos en su vocación, como cuando el padre lo expulsa de la casa porque el muchacho estaba obsesionado con la cuerda floja. Detesto las producciones “inspiradoras” en las que alguien viene forzosamente a pasarnos la mano. De hecho, me encanta la frase en inglés: “don’t pamper me”. No hay nada peor que sentirse mimado por encargo. Pero hay historias genuinamente inspiradoras de las que uno saca fuerzas para sentirse a gusto con su propia perseverancia. Esta es una de ellas, la mejor que he visto últimamente.
Más allá del hecho de que, reales o imaginarios, sean personajes franceses, no sé muy bien por qué The Walk me recuerda tanto largometrajes como Amelie, de Jean-Pierre Jeunet. Debe ser el tono optimista y festivo sin ñoñerías. En la conspiración de Petit, encarnado por Joseph Gordon-Levitt , su novia y primera colaboradora, Annie Allix (Charlotte Le Bon) y las demás personas que se le unen en el proyecto, hay una fascinante amalgama de liderazgo individual y ventura colectiva. La socarronería, el sarcasmo, la sospecha, el desdén, la soberbia y todas esas conductas supuestamente necesarias para imponerse en la vida dan paso aquí al buen humor, la confianza, la fraternidad e incluso a la burla cómplice, a la tristeza y a la inseguridad propias de los seres humanos que disfrutan una libertad auténtica donde la transparencia es algo espontáneo y natural, no un esfuerzo político.
A Zemeckis se le pueden hacer pocos reproches en la dirección. El más notable se debe a las trampas de los rodajes en estudio con el croma. En el croma key, o llave de color, una técnica muy usada por los meteorólogos, el fondo de un solo color, usualmente verde, sirve para sustituir toda esa parte por otras imágenes. Si los actores trabajan en un escenario de estudio como si estuvieran a más de mil pies de altura, tienen que portarse como si estuvieran al borde de un precipicio. Pero cuando Philippe por fin se entrega a la policía en el borde de la azotea del rascacielos después de haber cruzado ocho veces de un lado a otro, los agentes se abalanzan sobre él como si detrás hubiera… un croma, no un abismo. La primera reacción del espectador, obviamente, es de vértigo, como debió haber sido la de los policías.
Fue mi hijo Sebastián quien escogió The Walk mientras yo andaba curioseando los títulos disponibles en Redbox. La vimos juntos él, que tiene 14 años, su hermana de 10, y yo. Al final me dijo: “queríamos pasarla bien, pero no pensé que íbamos a pasarla tan bien”. Así que si usted es de los que desconfía del crítico de cine, créame que aquí es el hijo quien tiene la última palabra.