WASHINGTON DC.-SONIA SCHOTT
@schottv
No es nada nuevo que en toda elección usar el miedo como motivación del juego, viene siendo una táctica predilecta de quienes se manejan en la política
WASHINGTON DC.-SONIA SCHOTT
@schottv
Si buscamos la mejor descripción del actual proceso electoral estadounidense, no hay duda de que está plagado de incredulidad y desconfianza por la irritante presencia del miedo como operador estratégico, afectando nuestra visión de la realidad, disparando la angustia por la aparición en escena de un peligro real o imaginario que nos lleva a la imperiosa necesidad de querer evitar o escapar de esa inminente amenaza, a cualquier precio, corriendo el riesgo de sucumbir ante ella en el intento.
No es nada nuevo que en toda elección usar el miedo como motivación del juego, viene siendo una táctica predilecta de quienes se manejan en la política, apelando a las sensibilidades para influir en las decisiones, y aunque en el sistema electoral estadounidense ese elemento emocional tiene buenas oportunidades de decantarse y diluirse por la dinámica propia de sus mecanismos, mientras llegamos a ese punto, la situación ya se ha convertido en una suerte de histeria colectiva.
Desde hace más de 500 años, el pensamiento de Maquiavelo nos advierte que la política no tiene relación con la moral, sin embargo la frase del florentino que mejor le viene a estos tiempos de candidaturas electorales es “no estoy con el status quo, quiero derrocarlo”, particularmente cuando le ponemos nombre y apellido: Donald Trump.
Es innegable que, al menos por ahora, el factor Trump se mantiene liderando las preferencias por crear contenidos de acuerdo a sus reglas y objetivos, mientras los demás, en medio del caos, sólo atinan erráticamente a seguirle el juego; aunque sigue siendo un enigma la idea que devela un poco el misterio que hay detrás de su popularidad, parece estar en la frase que ha secuestrado para sí y utiliza todo el tiempo para apelar al temor de los votantes: “Vamos a hacer América grande otra vez”.
Este llamado de acción, que fue utilizado con éxito por Ronald Reagan en 1980, como prueba de su compromiso para liderar su cruzada nacional de recuperación y llevar al país a su antigua gloria, tiene un significado económico intrínseco, que llega directamente al corazón de los miedos y las necesidades de todos, porque la falta de dinero es una circunstancia que democráticamente afecta a cualquiera.
Para el Council on Foreign Relations, tradicionalmente Estados Unidos ha llevado a cuestas la iniciativa de liberar el comercio mundial, en aras de buscar la prosperidad de los negocios estadounidenses y la influencia de Washington.
La noción de prosperidad e influencia parecen estar en crisis y la encuestadora Gallup aporta datos importantes en este sentido al señalar que actualmente el convencimiento de que la economía está en la cúspide de los problemas, es mayor entre republicanos con un 28% frente a los demócratas con 12% o independientes con un 16%.
Este mayor descontento entre republicanos por el estado de la economía, facilita la conexión con la retórica de Donald Trump y probablemente seguirá así, a menos que se deje de recurrir a mecanismos de defensa y se asuma el desafío real presentando opciones viables que vayan al fondo de los miedos con soluciones reales de largo alcance, que se conviertan en el refugio que necesitan aquellos para enfrentar la situación que los agobia.
Tal vez el secreto está en la poesía de Langston Hughes cuando dice: “Que América sea América otra vez. Que sea el sueño que solía ser..”, sea quien sea el mejor que lo lleve de la mano.