Managua. Nicaragua inició oficialmente la campaña electoral de cara a las elecciones presidenciales y legislativas del 6 de noviembre próximo. El proceso es calificado como una farsa electoral por críticos al actual poder en Nicaragua, dado los amaños del presidente Daniel Ortega que por medio del resto de poderes del estado, eliminó a sus opositores e impidió la observación nacional e internacional independiente.
Para estos comicios están habilitados 4,17 millones de nicaragüenses para votar, en su mayoría entre jóvenes de entre 16 y 35 años, quienes elegirán para un período de cinco años que empezará el 10 de enero de 2017 al próximo presidente y vicepresidente, 90 diputados a la Asamblea Nacional y 20 representantes al Parlamento Centroamericano (Parlacen).
El Consejo Supremo Electoral (CSE), poder estatal controlado por el sandinismo, organiza unas elecciones en las que participan seis coaliciones o partidos usadas por Ortega para legitimar su reelección, en medio de enormes cuestionamientos por denuncias de fraudes de los procesos electorales municipales de 2008, presidenciales y legislativas de 2011 y municipales de 2012.
Salvo que ocurra algún milagro para la democracia del país, Ortega sería elegido por cuarta vez a la presidencia de Nicaragua, esta vez teniendo como vicepresidente a su esposa, Rosario Murillo Zambrana, quien desde hace 10 años es el verdadero poder en Nicaragua.
El oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), del cual Ortega y Murillo son candidatos, harán actividades recreativas en las municipalidades dominadas por el partido en todo el país, haciendo una vez más derroche de recursos públicos con fiestas populares y otros.
En tanto, el resto de partidos, con menos recursos económicos, arrancan oficialmente sus campañas en esta semana.
Así pues, Nicaragua realiza unas elecciones muy cuestionadas por la ausencia de una oposición real al presidente Ortega, de 70 años, que busca reelegirse por tercera vez consecutiva, sin un verdadero partido opositor y por la falta de observadores internacionales y nacionales.
Fuera de la contienda
Haciendo uso de su influencia en los poderes Judicial, Electoral y el Congreso, ha sacado de la contienda a la coalición de partidos opositores con más caudal electoral, ha destituido a los diputados que no le eran afines, además de cerrar las puertas a la observación.
“Lo que se está montando para el 6 de noviembre es un acto rutinario para mantener la apariencia de continuidad y funcionamiento de un sistema democrático, pero el resultado ya está decidido”, dijo hace semanas la defensora de derechos humanos y disidente sandinista, Vilma Núñez.
“Me resisto a creer que aquí no haya oposición. Hay un descontento generalizado y tiene que haber un despertar, nuestra convicción es no callar y vamos a seguir haciéndolo hasta el último aliento de vida”, expresó Núñez.
El excandidato presidencial Fabio Gadea, derrotado por Ortega en los comicios del 2011, dijo que “ya se sabe quién es el candidato que va a salir favorecido con una inmensa cantidad de votos y con una impresionante cantidad de diputados obedientes”.
En este ambiente de control total del oficialismo, Ortega anunció la noche del martes hace tres semanas la nominación de su esposa como compañera de fórmula presidencial.
El acto terminó de convencer a los opositores de que el gobernante está sentando las bases de una dinastía familiar.
Los opositores
En las calles no se vive un ambiente electoral, excepto por los rótulos gigantescos con la foto de Murillo y Ortega y algunos grafitis con mensajes de “democracia sí, dictadura no” o “farsa electoral” que los adeptos del régimen se encargan de borrar en cuanto aparecen.
En la televisión y la radio afín al gobierno abunda la propaganda con imágenes y música que exalta al mandatario, aunque oficialmente la campaña comienza el 20 de agosto.
Estados Unidos se declaró preocupado por lo que ocurre con el proceso electoral y urgió al gobierno “a respetar las voces de su pueblo” y a que “dé los pasos necesarios para realizar unas elecciones justas y transparentes”.
Un grupo de expresidentes latinoamericanos, entre ellos el costarricense Oscar Arias, Premio Nobel de la Paz, emitieron un “alerta” por lo que consideraron “alteraciones graves” al ordenamiento constitucional y democrático de Nicaragua y Venezuela.
Ortega desestimó las críticas porque –aseguró – responden a la identificación política de algunos grupos y sectores. “Lo que determina (el resultado) es el voto de la población”, apuntó.
FUENTE: Especial