SERGIO OTALORA
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Hace más de tres décadas el epicentro de Cartagena era la zona comercial y hotelera de Bocagrande, a tres millas del centro histórico
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FOTOS. SERGIO OTALORA
El viernes 6 de mayo, en un barrio popular de Cartagena, un hombre armado disparó contra varias personas reunidas en la sede de un sindicato. Ahí se encontraba quien al parecer debía ser el blanco de las balas: Imelda Daza Cote, excandidata a la gobernación del departamento del Cesar y militante de la Unión Patriótica, organización política de izquierda que ha sido objeto de una acción de exterminio que empezó en 1986 y, como se ha visto en el caso de Daza, aún no termina.
Calle del Hobo.
Cuartel de las Bovedas, hoy mercado artesanal
Murallas de Santa Clara.
El 7 de mayo llegamos al llamado recinto amurallado, es decir, la Cartagena de Indias colonial y era como si esa realidad de violencia, que mostraban los medios, no llegara hasta las calles por donde turistas locales e internacionales caminan con una casi total despreocupación. No se siente la atmósfera pesada de la inseguridad, los extranjeros van con sus cámaras de fotografía al aire sin mayores prevenciones, entran y salen de los restaurantes, de las tiendas, de las iglesias, y se quedan por ahí, en los sitios al aire libre que hay en varias de las plazas de la ciudad. No hay grandes despliegues de seguridad, aunque sí de vez en cuando pasan policías montados en sus motos.
Los vendedores ambulantes son otra capa de la ciudad vieja, se aparecen por cualquiera de sus calles, venden sombreros, mochilas tejidas en la Sierra Nevada de Santa Marta o en la Guajira, collares, abalorios de todos los tamaños y colores. Pero no son una presencia intimidante como sucede en Bogotá, la capital.
En las noches, por lo menos en esta ciudad de gran riqueza arquitectónica e histórica, fundada en 1533 por el adelantado Pedro de Heredia, las calles estrechas son tomadas por los visitantes.
Años atrás
No era así hace más de tres décadas, cuando el epicentro de Cartagena era la zona comercial y hotelera de Bocagrande, a tres millas del centro histórico.
Ese era uno de los motores económicos de Cartagena, mientras que la parte colonial era visitada de manera fugaz por el grueso de los turistas, con la poderosa atracción de una fortaleza de piedra, construida hace 400 años, en una extensión de cinco kilómetros. También estaba el atractivo de la arquitectura de casas coloniales y republicanas, conventos e iglesias y el Palacio de la Inquisición, donde el Santo Oficio ordenó torturar y ejecutar herejes sin piedad. Pero el común denominador era la incontenible marejada del tiempo, que estaba amenazando de ruina varias de esas joyas arquitectónicas e incluso algunos fragmentos de la fortaleza.
Torre del Reloj
En ese entonces, como ahora, el país debía resistir los embates de varios fuegos cruzados, una violencia exacerbada que no se sentía, sin embargo, en esa ciudad, capital del departamento de Bolívar, con una población, hoy en día, de cerca de un millón de habitantes y uno de los índices de pobreza más altos del país (26.6% en 2014), según cifras de Cartagena cómo vamos, institución privada de control ciudadano.
A principios de la década de los ochenta, en 1982, arrancó con grandes expectativas un proceso de paz que encalló en la toma del palacio de justicia, por parte de la guerrilla del M-19, en 1985. En 2016 hay un nuevo intento de llegar a un acuerdo para parar la guerra, esta vez con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Ni en el pasado ni el presente la ciudad turística de Cartagena, con su llamado “corralito de piedra”, se vieron afectados por ese proceso, ni siquiera por las olas sucesivas del comercio ilegal de drogas, primero de la marihuana (que tenía epicentro en la Guajira) y después con la coca.
Iglesia de Santo Domingo
Sin embargo, hay quienes dicen que varias de las casas del casco urbano e histórico de Cartagena fueron adquiridas por algunos narcotraficantes. El hecho es que hoy la vida económica de esa joya colonial es más viva que nunca; los conventos y claustros –que amenazaban ruina a mediados de los años ochenta- se convirtieron en lujosos hoteles, y varias edificaciones han sido restauradas y convertidas en restaurantes. Pero según Cartagena cómo vamos, en esta capital, de la cual su zona histórica fue declarada Patrimonio Histórico y Cultural de la humanidad por la UNESCO en 1984, se han recrudecido los homicidios y las muertes violentas.
Casa cerca de antiguo convento Santa Clara
Bocagrande, parecida a ciudad de Panamá por esa serie de edificios altos a lo largo de todo el litoral, no tiene en este momento el atractivo de otras épocas. Sin embargo, y a diferencias de hace tres décadas, hay varios centros comerciales, con almacenes de lujo, y con esa particularidad de esa otra Cartagena, la que parece una urna de cristal: precios exorbitantes, inalcanzables para la mayoría de los locales, y normales, incluso bajos, para los extranjeros que llegan a un país donde, en estos momentos, un dólar vale 3.000 pesos y un euro 3.500.
Muralla de Santa Clara
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