lunes 17  de  febrero 2025
PAÍS EN CRISIS

Cuba: Sin represión, la dictadura no resiste

Los arrestos ahora son exprés para evitar en las cárceles prisioneros por razones políticas, mientras, a los opositores les fabrican expedientes de delincuentes comunes
Diario las Américas | IVÁN GARCÍA
Por IVÁN GARCÍA

LA HABANA. - El 21 de junio, luego del rutinario chequeo aduanal en la Terminal III del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, el artista visual Hamlet Lavastida, 38 años, quien regresaba de una beca en Alemania, abordó un ómnibus hasta un centro de aislamiento en las afueras de la ciudad. Una medida implementada por el régimen cubano para intentar frenar los contagios importados del COVID-19. Lo que no pudo suponer Hamlet, era que la Policía política le tenía preparada una siniestra ‘bienvenida’.

Oficiales de la Seguridad del Estado se presentaron en el centro de aislamiento y lo condujeron en calidad de detenido a Villa Marista, el cuartel de la Policía política cubana, ubicado en el Reparto Sevillano, al sur de la capital. Once días antes, el 15 de junio, el periodista y disidente Lázaro Yuri Valle Roca, nieto del líder comunista Blas Roca, fue conducido desde la unidad policial situada en Zapata y 2, en el Vedado habanero, hasta un húmedo calabozo de Villa Marista.

Junto con Valle Roca fue detenido el activista Ignacio Arias Martínez, quien el 5 de julio fue acusado por la Seguridad del Estado de los supuestos delitos de desacato y propaganda enemiga. Sin embargo, Eralidis Frómeta, esposa de Valle Roca, asegura “a mí no me han dado ninguna respuesta relacionada con el caso de Yuri”. Frómeta sostiene que antes de ir a la citación policial y previo a su detención, Lázaro Yuri le dijo “me llevan preso, voy a entrar plantado y en huelga de hambre”.

La Villa del terror

Las celdas de Villa Marista, donde actualmente están detenidos Hamlet, Yuri e Ignacio, son cubículos de dos metros por tres con capacidad para cuatro detenidos que duermen en literas de hierro adosadas a la pared. En una esquina de la celda hay una letrina para hacer las necesidades y bañarse. A los detenidos les otorgan un número para ser identificados. Sus pertenencias se colocan en una cajuela metálica fuera de la celda.

Si necesitan un medicamento o un cigarrillo deben tocar en la puerta tapiada de la celda. Un guardia les entrega, o no, lo que se solicita. Siguiendo las técnicas de torturas psicológicas aprendidas por la KGB de la extinta Unión Soviética, la mazmorra se mantiene iluminada con dos lámparas de luz fría las veinticuatro horas del día. Al detenido lo llaman a interrogatorio a cualquier hora del día o la noche en cubículos extremadamente refrigerados. La visita de un familiar la determina el llamado ‘instructor’ del caso.

Mientras al artista Hamlet Lavastida, de cuyo arresto se ha hecho eco la prensa internacional, le han permitido breves visitas, de su madre y de su novia, a la poetisa Katherine Bisquet, del Movimiento San Isidro y del 27N, así como a Lázaro Yuri Valle Roca le han denegado visitas familiares. En declaraciones a Radio Martí, la esposa de Valle Roca declaró que el martes pudo hablar con él por teléfono y que le comunicó que "le estaba subiendo muchísimo la presión arterial y tenía problemas de los riñones", producto de la huelga de hambre que realizó por considerar arbitraria detención.

Villa Marista suele ser la antesala antes de partir hacia la prisión. Para hablar de tácticas represivas y del presidio político en Cuba hay que remontarse a 1959. Los primeros opositores al gobierno revolucionario de Fidel Castro eran militares, funcionarios y adeptos al depuesto régimen de Fulgencio Batista. Muchos de los primeros reos políticos fueron simplemente fusilados. Algunos sin siquiera celebrarles juicio. A otros, se les armaba un auténtico circo jurídico antes de conducirlos al pelotón de fusilamiento.

Como cualquier revolución radical -los jacobinos de Robespierre utilizaron a destajo la guillotina-, los barbudos no ahorraron las balas. La bibliografía sobre el presidio político en Cuba es amplia y está bien documentada. En 1962, durante la crisis de los misiles, en el Presidio Modelo de Isla de Pinos se colocaron cargas explosivas en todo el perímetro. En caso de guerra, los más de mil reclusos estallarían por los aires. Según un artículo publicado en octubre de 2018 en Miami Diario, el investigador Efrén Córdova decía que en 1967 en Cuba había 19.000 presos políticos, pero el ex prisionero de conciencia Armando Valladares afirmaba que durante su encarcelamiento en Cuba (1960 a 1982), el conteo nacional de 'presos contrarrevolucionarios' se llevaba en una pizarra de la ya desaparecida prisión habanera del Castillo del Príncipe, y sumaba 82.000. Se calcula que, en esos años, en la Isla habían alrededor de 200 prisiones y campos de trabajo.

Fidel Castro siempre utilizó a los presos políticos como monedas de cambio para obtener un beneficio de algún gobierno u organismo internacional. En sus inicios, la dictadura ninguneaba a los distintos grupos opositores. Se sentían fuertes. Habían derrotado en menos de 72 horas a la Brigada 2506 en Bahía de Cochinos y en seis años vencieron a los guerrilleros anticastristas que se alzaron en armas en diferentes provincias del país.

Pero la disidencia pacifica, surgida a mediados de la década de 1980, no ha podido ser derrotada. Encarcelan a cientos de opositores, los obligan al exilio o a que renuncien a su labor, pero cíclicamente las agrupaciones disidentes se renuevan con más miembros. La represión y acoso a la disidencia ha sido sistemática. Sus estrategias son diversas. Van desde las detenciones arbitrarias a la violencia física. No se pueden olvidar los actos de repudio, linchamientos verbales donde grupos paramilitares que apoyan al régimen ofenden y corean estribillos como ‘al machete que son pocos’ o ‘apunten, preparen, fuego’ mientras rodean tu casa y amenazan de muerte al opositor y su familia.

Los registros, detenciones y decomisos ilegales de medios de trabajo han sido frecuentes en los últimos treinta años. Durante mucho tiempo fue un delito tener libros prohibidos por el régimen o un simple ordenador portátil. En las cárceles de la dictadura nunca han faltado presos de políticos. La estrategia por seguir con la oposición democrática es fabricarles delitos comunes.

Un gran error

El mayor fiasco de Fidel Castro fue la Primavera Negra, cuando aprovechó la invasión de Estados Unidos a Irak en marzo de 2003, para encarcelar a 75 opositores y periodistas independientes. La presión internacional provocó que su hermano Raúl, que heredó por decreto el control de Cuba, negociara con el canciller español Miguel Ángel Moratinos y la Iglesia Católica cubana la excarcelación y posterior destierro a España de la mayoría de los presos de conciencia.

Solo once disidentes se negaron a marcharse de su patria. Las valerosas esposas, madres e hijas de las Damas de Blanco que reclamaban la libertad los prisioneros políticos, le arrancaron a la dictadura una concesión sorprendente: un espacio en la Quinta Avenida de Miramar para cada domingo protestar pacíficamente contra el régimen.

Con la designación de Miguel Mario Díaz-Canel, un gris tecnócrata que recibió el cargo por traspaso de Raúl Castro, se mantuvo la estrategia de las detenciones exprés (menos de 72 horas), cortes de las líneas telefónicas y la prohibición de salir de sus casas. Pero la agudización de la crisis económica y sistémica, aparejado a un rebrote imparable del COVID-19, ha arreciado la represión del régimen.

Los casos más notorios son los del Movimiento San Isidro. Dos de sus miembros, los músicos urbanos Denis Solís y Maykel ‘Osorbo’ Castillo, han sido encarcelados utilizando como argumentos supuestos delitos comunes. Luis Manuel Otero Alcántara, continuamente es vigilado, acosado, reprimido, detenido. Ilegalmente le han decomisado sus obras y propiedades. Javier Larrondo, presidente de Cuban Prisioners Defenders, ONG radicada en Madrid que documenta el récord represivo del régimen, afirma que en estos momentos en la Isla hay 152 presos políticos tras las rejas.

“76 de ellos son convictos de conciencia, 35 son otros presos políticos y 41 condenados de conciencia, cuyas penas son domiciliares, pero que debido a las amenazas gravísimas que pende sobre ellos, y que son constantemente revocados a prisión si se mueven un poco o son detenidos y asediados constantemente. Por tanto, no podemos dejar de considerarlos prisioneros políticos”, apunta Larrondo.

En su último informe, Cuban Prisioners Defenders confirma que existe una nueva y discreta Primavera Negra en marcha. En junio, señala el reporte, hubo once nuevos casos. Para Larrondo la “escalada represiva se debe al cálculo certero de que, si no reprimen, el régimen se desmoronaría. Pero también al cálculo incorrecto de que la represión puede, en el contexto actual, tener los mismos resultados que tenía hace tan son solo cinco años atrás. Hoy en día hay demasiados factores que impiden que la represión y el miedo sea la solución. Al contrario. Será peor para el régimen y sus mandatarios”, opina Javier Larrondo.

Peor en Oriente

Si la represión a los activistas, intelectuales, artistas y periodistas libres es feroz en La Habana, donde radican embajadas y agencias de prensa occidentales, fuera de la capital es aún peor, pues la policía política cuenta con mayor impunidad y escasa divulgación, considera Rolando Rodríguez Lobaina, director de la agencia de audiovisuales Palenque Visión y fundador de la Alianza Democrática Orienta (ADO), que agrupa a opositores de las provincias orientales y centrales del país.

“ADO tiene actualmente dos presos políticos. Uno es Roberto Perdomo Fuentes, que es coordinador en el municipio Mella, Santiago de Cuba, sancionado a un año de cárcel por impago de multas. Multas muy elevadas, alrededor de diez mil pesos (400 dólares al cambio oficial) que fueron impuestas por actividades políticas, como la aparición de carteles. Roberto es diabético e hipertenso. Se encuentra recluido en la prisión de Aguadores y no hay medicamentos para suministrarle en la prisión”, explica Lobaina desde Guantánamo.

“El otro caso es el de Eldris Pozo González, activista de ADO en Santiago de Cuba, que fue sancionado a tres años de cárcel por el supuesto delito de atentado y desacato. Eldris es un emprendedor privado, cuenta con licencia, y ha sido hostigado frecuentemente por inspectores estatales. Se le acusa también de aparición de carteles. A este muchacho se le inició un proceso amañado, cuando una inspectora comenzó a tirarle fotos a su negocio y él no le permitió que siguiera haciéndolo. Entonces la Seguridad del Estado le fabricó un proceso. Eldris fue uno de los líderes de la revuelta en la universidad de Santiago de Cuba en 2007 donde varios estudiantes protestaron por malas condiciones de vida y diez fueron expulsados del plantel, él entre ellos”, aclara Lobaina.

La represión en la región oriental de Cuba no es distinta al resto del país, aunque se conoce que los métodos utilizados por la Seguridad del Estado son muchos más severos. "Hace unos días, un joven del municipio Baracoa, localidad donde han aparecido carteles antigubernamentales, llamado Giorgis Fuentes Pérez, que no es opositor, fue detenido acusado de poner los carteles. Lo liberaron con una multa de 2.000 pesos y una serie de amenazas a pesar de que no se le pudieron probar los hechos. En la provincia de Camagüey, el periodista de Palenque Visión, Yosvany Sepúlveda Martínez, ha recibido graves amenazas, se ha denunciado en las redes sociales que ha recibido golpizas por parte de la policía, además de arrestos arbitrarios y le han impuestos elevadas multas”, concluye Rodríguez Lobaina.

El Observatorio Cubano de Derechos Humanos documentó que en el mes de mayo 923 acciones represivas por parte de la policía y la Seguridad del Estado. Nuevamente queda demostrado que si algo funciona en Cuba es la represión. Y si la situación económica, social y sanitaria continúa empeorando, el hostigamiento aumentará.

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