PEÑAS BLANCAS, COSTA RICA.-JOSUÉ BRAVO
Especial
Quienes optaron por quedarse en las inmediaciones del punto fronterizo, continúan pidiendo dinero y unos pocos trabajando, pernoctando en medios de penurias entre camiones de carga, o dentro de improvisadas casas de campaña hechas de plástico o al aire libre
PEÑAS BLANCAS, COSTA RICA.-JOSUÉ BRAVO
Especial
Botellas y galones plásticos cortados por la mitad, que antes sirvieron como envases de agua purificada o refrescos de cola, son los recipientes usados por más de una decena de migrantes cubanos que piden dinero a viajeros en el lado costarricense de Peñas Blancas.
Con los fondos recolectados compran enseres personales y el alimento del día; pero además, ahorran para completar el costo del viaje que les permitirá continuar la ruta hacia Estados Unidos.
Ellos son parte de unos 250 migrantes que se quedaron en Peñas Blancas, del lado costarricense de la frontera con Nicaragua, desde aquel 15 de noviembre cuando el Gobierno de Daniel Ortega expulsó de su territorio a dos mil migrantes de la isla con antimotines y el ejército.
El resto es una historia con tintes regionales que aún no termina. Quienes se quedaron viviendo en el lado costarricense de este paso, lo hacían al aire libre entre los accesos de personas que ingresan al edifico migratorio a sellar sus pasaportes para ingresar o salir del país.
Su vida cotidiana transcurre a la intemperie, en medio de un cálido clima que hace un ambiente incómodo con el ir y venir de personas, vehículos pequeños, autobuses y camiones de carga de mercancías.
(FOTO: JOSUÉ BRAVO)
El Gobierno de Costa Rica les instaló baños portátiles y al inicio, la asistencia humanitaria con alimentación era completa. Luego, cuando decidieron quedarse por voluntad propia en la frontera, no hallaron más opción que subsistir.
Así pues, lo más común por estos días es encontrarlos portando tarritos plásticos para pedir limosna, con leyendas escritas a mano en papel como “Dios bendiga a todos las personas que ayudan a los cubanos”.
Desde que hace dos semanas Costa Rica, El Salvador, Guatemala y México afinaron un plan piloto que pusieron en práctica el pasado 12 de enero con el primer grupo de 180 migrantes.
Antes de esa fecha, la mayoría de los 250 cubanos se replegó a los albergues de la Cruz, 22 kilómetros al sur de Peñas Blancas, donde las autoridades migratorias mantienen abierto un proceso de selección de los grupos a viajar. Quienes optaron por quedarse en las inmediaciones del punto fronterizo, continúan pidiendo dinero y unos pocos trabajando, pernoctando en medios de penurias entre camiones de carga, o dentro de improvisadas casas de campaña hechas de plástico o al aire libre.
La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) prioriza asistencia humanitaria a quienes se encuentran en los albergues, por lo tanto, los que permanecen en Peñas Blancas tienen que jugársela buscando el sustento diario.
Oficios, ahorros y sustentos
Una frontera ruidosa, muy traficada y con un cálido clima se ha convertido en el lugar de trabajo de Saniel Bermúdez. Este panadero cubano de 35 años, quien se aventuró a migrar desde La Habana con tan solo 800 dólares, llegó a Costa Rica a inicios de noviembre sin tener mucho más para continuar el viaje.
Saniel Bermúdez ha reunido el dinero que necesita para continuar viaje a EEUU transportando personas y maletas en un triciclo (J. BRAVO)
Como muchos de los varados en este país, debió vender electrodomésticos y equipos de sonido para encontrar el dinero que le permitirá continuar su viaje hacia el sueño americano. “Mi mamá no trabaja y en Cuba tengo un hijo de 17 años y otro que ahora tiene 7 meses. Quiero luchar por darles un futuro”, explicó.
“Yo quise quedarme en un albergue de La Cruz pero estaba abarrotado de personas. Entonces decidí quedarme en la frontera, quise jugármela (cruzando Nicaragua) pero vi demasiado peligro, todos estaban siendo extorsionados en medio del camino con coyotes nicaragüenses que te asaltaban”, añade.
Desde hace más de un mes decidió alquilar un triciclo para transportar personas y maletas en un recorrido de unos 200 metros, la distancia que separa al edificio migratorio costarricense de Peñas Blancas de la guardarraya para poner pie en Nicaragua.
“Más o menos me fui afincando en este trabajo y he podido reunir el dinero que me están pidiendo (555 dólares) para poder llegar hasta México. Solo me faltaría reunir el dinero para poder atravesar México y llegar a los Estados Unidos. Me faltan unos 250 dólares”, relata.
Los migrantes cubanos pernoctan en improvisadas casas de campaña hechas con plástico (J. BRAVO)
Ana Fernández, otra de las migrantes cubanas, viaja con un grupo adicional de seis personas, entre familiares y amigos. Ella fue una de tantas familias que permanecieron casi dos meses en Peñas Blancas, viviendo al aire libre, esperanzada en que algún momento Nicaragua les abriera la frontera para continuar la ruta.
Eso nunca ocurrió y regresó a un albergue de La Cruz, a la espera de buenas nuevas de parte de autoridades costarricenses y con ansias espera el día cuando le corresponda partir.
Los mil dólares que le quedaban en el bolsillo a Andrés Reyes, al momento de llegar a la frontera, los ha usado usa para comprar y vender dólares, colones costarricenses y córdobas de Nicaragua. De esa manera asegura sus fondos para continuar viaje.
“No he ahorrado casi. Lo que he hecho es ganarme la comida diaria. Guardo la misma cantidad de dinero con la cual empecé de cambista. Si no trabajo mi dinero ya me lo hubiese gastado, porque este país es caro, el almuerzo nos cuesta 5 ó 6 dólares”, comenta.
Reyes, quien en Cuba trabajaba como segundo administrador en un negocio de gastronomía del Gobierno, además administraba una discoteca para adolescentes donde no se permitía consumo de bebidas alcohólicas ni fumar.
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