La Habana. - Dos horas antes de la medianoche, el Parque Central de La Habana estaba desértico. La destruida fachada del antiguo cine Payret con su marquesina apagada contrastaba con las luces del imponente Capitolio, construido en 1929, y una copia a pequeña escala de la sede del Congreso en Washington.
Los iracundos guardias de la sede que actualmente ocupa el monocorde Parlamento nacional no permiten a las personas caminar por las zonas aledañas del Capitolio. En la acera de enfrente, en un terreno tapiado, la dictadura pretende construir un nuevo hotel. Otro más, en una franja repleta de edificios en peligro de derrumbe y cuarterías precarias y súper pobladas.
Cero fiestas
Cerca de las once de la noche apenas hay ambiente festivo en la zona. Excepto en los bares o restaurantes privados donde se observaba el flasheo intermitente de luces navideñas y empleados en la puerta de entrada con gorros rojos de ribetes blancos a la caza de clientes.
En el portal del Gran Teatro de La Habana dos o tres mendigos piden dinero a los transeúntes. A un costado de la estatua de José Martí, una pareja bebe ron de un litro. Los únicos sitios iluminados del Paseo del Prado son los hoteles de lujo y los negocios particulares.
El resto es penumbra. En las calles interiores del barrio de Colón, ‘pingueros’ (hombres que se prostituyen), travestis y jineteras (prostitutas) se preparan para iniciar su jornada de ‘trabajo’ después de la medianoche. La pasarela marginal calienta la pista en el bulevar de San Rafael. Algunas mujeres cuarentonas intentan ligar con el primero que pase. Cerca del parque de Galiano, dos o tres tipos con aspectos lombrosiano venden drogas.
Calles desoladas
Hay poca gente en las calles. Varios ancianos andrajosos duermen encima de cartones. Debido al déficit de combustible apenas circulan automóviles. Un taxista cobra 1.500 pesos (cubaos) hasta la barriada de La Víbora, distante apenas unos cinco kilómetros del Parque Central. “Lo tomas o lo dejas”, dice el chofer.
El hombre mira a su alrededor y al no ver a nadie, decide montarse. En el trayecto apenas hablan. “Vaya fin de año de mierda”, comenta el taxista. “No hay ambiente navideño, no hay fiestas no hay nada. Ni siquiera huele el olor a lechón asado. Este gobierno ha aniquilado la tradición de los cubanos. Parecemos fantasmas, nos hemos convertido en aves de carroña buscando sobras de comida en los basureros”.
El pasajero asiente con un monosílabo. Ya en La Víbora el escenario se repite. Oscuridad y silencio en las calles. Las señales de vida comienzan a las doce de la noche. Desde balcones y terrazas, la gente lanza cubos de aguas para espantar la mala vibra. Algunos en voz alta piden que en 2025 “pase de una vez lo que todos esperamos”.
Deseos y anhelos
Los vecinos aplauden. Unos adolescentes prenden fuego a un muñeco de paja. Otros salen con una maleta grande de rueditas a dar una vuelta a la manzana, un rito nacional que supuestamente acelera los trámites migratorios. “La maleta tiene que estar con ropa, si está vacía el viaje será a provincia”, aconseja una muchacha.
Varios residentes en la cuadra comparten un trago y conversan sobre el próximo año. “2025 será durísimo. Más hambre y más apagones. Cuando Trump y Marco Rubio lleguen a la Casa Blanca, a llorar que se perdió el tete. La caña pa' esta gente (el régimen) se va a poner a tres trozos”, afirma un señor canoso.
Muchos coinciden en que el próximo año puede ser crucial para los cubanos. “Caballeros, el país no aguanta más. Es una bomba a punto de estallar. Aquí nadie trabaja ni produce. El sistema es insostenible. Si no cambiamos, podemos desaparecer como nación. A la vuelta de cinco años se habrán largado tres millones de cubanos. En la isla solo quedarán los militantes del partido, los funcionarios estatales y los ancianos”, expresa un emprendedor privado.
Una madre soltera con tres hijos mueve la cabeza contrariada cuando se le pregunta qué espera del 2025: “Nada bueno. En Cuba, cuando no es un roto, es un descosido. Son problemas por todas partes. Lo que sufre un cubano para comer una vez al día se cuenta y no se cree. El 31 de diciembre mis hijos y yo comimos picadillo de pollo, arroz blanco y ensalada de col. Antes de las doce la noche ya estábamos durmiendo”.
Un empleado estatal confiesa que gracias a las remesas que le envía su familia de Miami, pudo comprar lomo de cerdo deshuesado, turrones y uvas. “Los precios son de escándalo. El kilogramo de lomo a casi nueve dólares, cada turrón a cinco dólares y pico y un racimo de uvas moradas a quince dólares. Si no es por ‘San Gusano’, ya los muertos de hambre estarían por tonga en las calles. A las doce de la noche pedimos un deseo: poder marchamos de Cuba en 2025”.
Futuro incierto
Cuando usted habla con los cubanos de a pie para conocer su opinión sobre lo que le puede deparar el próximo año, el registro de respuestas es diverso. Mirna, estudiante universitaria, es pesimista, porque “ellos no se van a bajar del trono por su propia voluntad. Los veo gobernando hasta 2059 y a sus hijos y nietos dando la misma muela en la Plaza de la Revolución. La decisión más sabia es emigrar. Que tu futuro dependa de que un grupo atrincherado en el poder cambie, es ser demasiado ingenuo”.
Yosley, ingeniero, piensa lo contrario. “Al gobierno se le acabó la cuerda. No tienen nada que ofrecerle al pueblo. Muy pocos creen en ellos. El modelo no ha funcionado ni va a funcionar. Cuba es un Estado fallido. Mientras que GAESA, según leí en internet, tiene más de 4.000 millones de dólares en bancos extranjeros, Díaz-Canel, al frente de la sucursal bancaria pobre del gobierno, que no tiene divisas ni para comprar los mandados de la bodega. Creo que con Trump se acaba el juego”.
Geovany, artista plástico, expresa que “Marco Rubio es el hombre indicado para darle jaque mate a estos sinvergüenzas y comenzar la reconstrucción del país. Pero si el régimen logra sobrevivir a Trump, el castrismo durará cien años”.
Rufino, jubilado, tiene puesta sus expectativas en Marco Rubio, “pues al colorado no creo que le interesen los problemas que padecen los cubanos. Pero Rubio conoce el paño y sabe que estamos gobernados por una mafia, que ojalá pronto se acabe de largar, pa'Rusia o China”.
Hace una década, muchos en la Isla se ilusionaron y creyeron que la diplomacia del deshielo de Obama podría generar reformas auténticas. No fue así. ¿Podrá la administración de Trump forzar a la dictadura para que inicie reformas democráticas? Aurora, ama de casa, considera que 2025 será un año peor para los cubanos, "pero con Trump y Rubio en la Casa Blanca hay esperanzas de libertad”.
Especial
@DesdeLaHabana