ESPECIAL
@luisfsanchez6
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LIMA. - La era de Pedro Castillo se inició en Perú, de un lado, con los festejos de sus partidarios, pero también, con la enorme incertidumbre de la otra mitad del país que no votó por él y teme que los cambios que prometió durante su campaña el ahora presidente electo empujen a la nación andina al eje macabro de Cuba y Venezuela.
Castillo encuentra un país exhausto por la brutalidad del embate de la pandemia y por la polarización feroz de unas elecciones disputadas voto a voto y con acusaciones de fraude en mesa por parte de la candidata perdedora Keiko Fujimori.
El Jurado Nacional de Elecciones tardó 43 días en proclamar como presidente del Perú a Castillo. El país vivía con los pelos de punta sin saber quién lo iba a conducir. Ahora vive con la angustia de no saber con certeza qué es lo que ocurrirá en el futuro.
En los próximos días se irá desbrozando la nueva realidad del Perú, mientras más de 15.000 millones de dólares de capitales privados han huido del país y las reservas internacionales cayeron de 80.240 millones de dólares a 72.317 millones desde que Castillo sacó ventaja de votos en la primera vuelta en las elecciones del 11 de abril pasado.
Dos hechos serán clave
El próximo 24 de julio, se realizará el congreso de Perú Libre, el partido ultraizquierdista que lanzó a la presidencia a Castillo. Ahí se tratará de “lo irrenunciable del programa de gobierno del partido” y el punto principal es la asamblea para cambiar la constitución.
La nominación del gabinete será el otro factor que determinará si Castillo escoge un camino moderado o pretende aplicar una economía que, de acuerdo con la página web de Perú Libre, quiere “sustituir el modelo neoliberal por una propuesta que hemos denominado Economía Popular con Mercados”.
“A estas alturas nadie sabe cómo gobernará [Castillo]. Podría ser como alguien que modera sus planteamientos iniciales y reconoce que no tiene en el Congreso los votos suficientes [solo alcanza 37 de un total de 120] para sus medidas más radicales”, escribió el ex ministro del Interior Basombrío Iglesias, el miércoles 21 de julio en su columna del diario El Comercio. “[Por otro lado] Castillo viene siendo muy cauto en el deslinde con un caso que involucra la financiación ilegal de la campaña que lo llevó al poder, ha comenzado a tener actitudes preocupantes contra la libertad de prensa y es incapaz de pronunciar la palabra dictadura cuando se refiere a las protestas masivas en Cuba”.
Cuando el 19 de julio, el JNE proclamó a Castillo como nuevo presidente del Perú para el periodo 2021-2026 en el año del Bicentenario de la independencia (1821-2021) estalló una fiesta masiva en Chota, la ciudad de Cajamarca donde nació en nuevo mandatario. Los bailes duraron hasta la madrugada. Igual, en otros lugares del país sus partidarios celebraron llenos de euforia.
La esposa de Castillo, Lilia Paredes, se mostró humilde y dijo que su esposo ha vivido en la pobreza y eso lo califica para saber atender las necesidades de los que no tienen. Dijo sentir tristeza de alejarse de su casa enclavada en los Andes, la tranquilidad del ambiente y el aire puro para trasladarse a las suntuosidades desconocidas de Palacio de Gobierno en Lima.
Sus hijos Jennifer, Arnold y Alondra también se mostraron humildes, respetuosos, educados y con un profundo amor y admiración por su padre.
Alondra dijo que su padre le prometió, antes de partir a Lima, que cambiará al Perú.
Frente a este panorama hay el derecho a pensar que quizás este hombre pueda ser diferente a los cinco presidentes anteriores del Perú acusados de corrupción en un vergonzoso antecedente que al final del día empujaron a la mitad del Perú a buscar otra opción, aun con el peligro de desbarrancarse en la noche de la opresión y la miseria.
Estas expectativas románticas, sin embargo, se chocan brutamente con la realidad.
Cinco de los congresistas de partido Perú Libre electos para el periodo 2021-2026 tienen vínculos con Movadef, la organización política de Sendero Luminoso, la banda criminal terrorista que causó la muerte de alrededor de 70.000 personas en Perú durante 1980-1992.
El presidente de Perú Libre, Vladimir Cerrón, quien se graduó en Medicina en la provincia de Camagüey, Cuba, y ahora cumple condena de cuatro años por corrupción cuando fue gobernador de Junín, es marxista leninista declarado, posee un culto a la personalidad a la manera los Stalin, Fidel, Maduro, Ortega, y es el hombre a quien Castillo deberá escuchar o romper con él.
Tras la proclamación de Castillo, la mayoría de la población y los analistas políticos coinciden en señalar que su gran desafío como presidente será unir a un Perú dividido y tenso, atacar la pandemia y reactivar la economía.
Las presiones de su partido y las advertencias de Cerrón en el sentido que llegaron para quedarse tal como ocurre en Cuba, Venezuela y Nicaragua, se convierten en el mayor desafío para el nuevo presidente. Si puede lidiar con ello y no revolver al Perú con programas enloquecidos, quizás el país pueda salir de la traumática situación en la que se encuentra ahora.
Ojalá, Castillo sepa que en lugar de lanzarse a proyectos imposibles como prometió “refundar el Perú” y opta por soluciones más sencillas como, por ejemplo, liderar un gobierno honrado habrá logrado el gran cambio del país y habrá cumplido con la promesa que le hizo a su hija.