Juan José Monsant, exembajador de Venezuela en El Salvador, considera que si bien esta prohibición, expresa en la Constitución de 1983, representó un avance para la época, en la que la nación centroamericana vivía una “larga historia de inestabilidad política”, debido a los autoritarios regímenes que gobernaban, derivó, tras los Acuerdos de Paz de Chapultepec firmados en 1992, en un reparto de poder político y económico, principalmente, entre el partido guerrillero marxista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y su principal contrincante, la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).
“Desde la elección del presidente Alfredo Cristiani (1989) hasta la elección de Nayib Bukele en 2019, se fueron sucediendo los gobiernos, los cuales se repartían por los mismos acuerdos de paz, y la población fue desgastándose al no ver resultados concretos en su vida diaria, en donde la democracia no significaba nada en términos concretos para el elector”, explica Monsant en conversación con DIARIO LAS AMÉRICAS.
El fin de un esquema de guerrillas marxistas
Con la llegada de Bukele al poder, El Salvador inició un proceso de transformación, asegura el exdiplomático, que se consagró en las elecciones legislativas de 2020, cuando el pueblo le dio un voto de confianza al nuevo presidente, al otorgarle la mayoría parlamentaria, que le permitiría implementar los cambios que el país demandaba.
“El proyecto de Bukele logró, en esta elección legislativa, proyectar la democracia y derrotar con proyectos y asesoría el esquema de las guerrillas marxistas que durante 20 años habían compartido el poder con ARENA”, asevera.
A su juicio, con su proyecto, Bukele atendió al reclamo de cambio que hacía El Salvador, que se había “encajonado” en el reparto del país entre dos partidos, que controlaban la economía, la industria y los medios de comunicación.
“(Bukele) representa un fenómeno que se está dando en el mundo, en donde las democracias partidistas ya no son suficientes para la población porque los partidos políticos se quedaron atrás de las necesidades del electorado, que está buscando nuevas formas de expresarse y hacerse sentir, y está saliendo de la rigidez de una democracia partidista hacia la búsqueda de mayores libertades, en donde el ciudadano sienta y viva, no solamente la libertad y el voto, sino la calidad de vida en sí misma”, sostiene.
Aval institucional
La política de “mano dura” de Bukele, que declaró la guerra a las pandillas que atemorizaban a la población y se disputaban el control territorial, logró catapultar la popularidad del líder salvadoreño, que para junio de este año se consagraba como el presidente mejor valorado de América Latina, con 90% de aprobación, según la empresa alemana, Statista.
Ante la imposibilidad de realizar una reforma constitucional, que requeriría de la aprobación del Congreso actual y el que se elegirá en 2024, el mandatario consiguió en septiembre de 2021 el beneplácito de la Sala Constitucional de la Corte Suprema, mediante una interpretación de la Constitución, para buscar la reelección. Una decisión que ha sido cuestionada por la oposición, que la califica de “inconstitucional”.
No obstante, para Monsanto, esta fue una decisión legítima, votada, con cuatro votos a favor y uno en contra, por una Corte Suprema legítima, designada por una Asamblea Legislativa “absolutamente legítima”, que “nunca ha sido cuestionada”, por lo que “no hay ningún acto anómalo”.
Además, a principios de noviembre, el Tribunal Supremo Electoral avaló la candidatura de Bukele para los comicios de 2024, tras considerar que tanto él como su dupla, el vicepresidente Félix Ulloa, cumplen “los requisitos legales” para participar en la contienda.
Nayib Bukele, ¿un nuevo dictador?
En vista de la casi asegurada reelección de Bukele, existe, desde distintos frentes, el temor de que se convierta en un nuevo dictador en la región. Sin embargo, el analista indica que, aunque el futuro no se puede prever, existen precedentes que demuestran el talante democrático del mandatario.
Un ejemplo de ello, menciona, es el hecho de que haya roto relaciones con las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, e incluso haya expulsado, al asumir la presidencia, a los “operadores políticos” del chavismo en su país. También se suma su condena firme al grupo terrorista Hamás, que masacró y abusó de la población civil israelí en su ataque del 7 de octubre.
“Hay mucho miedo de Bukele, por lo que está en juego, no le doy una carta en blanco porque no se la puedo dar al futuro, pero en este momento está haciendo lo que se debe hacer, va de acuerdo con la época. Si se cometen deslices y arbitrariedades, que no dudo que se cometan, no es el objetivo, por lo que sí creo que hay que observarlo”, señala.
Un nuevo gobierno con mayor respaldo
Desde marzo de 2022 Bukele gobierna bajo un régimen de estado de excepción, que suspende algunas garantías constitucionales, en el marco de su lucha antipandilla, con la que ha logrado encarcelar a más de 73.000 presuntos criminales, de los cuales unos 7.000 han sido liberados.
Esto ha originado una ola de protestas de parte de organismos defensores de los derechos humanos. Pese a que no duda que se hayan cometido abusos, puesto que las operaciones estaban a cargo de policías y militares, descarta que exista una “política de maltrato”, como existe en Venezuela.
Monsant indica que el haber acabado con las pandillas, llevado ante la justicia a los corruptos, conquistado la libertad de movilización e incluido a la clase campesina y trabajadora en su proyecto, haciendo que después de tantas décadas se sientan “orgullosos de ser salvadoreños”, le garantizarán una victoria mayor en las elecciones legislativas, que tras 12 años coincidieron con las presidenciales en 2024.
“Los votos legislativos que va a sacar el gobierno van a ser mayores que los de 2021, en respaldo al presidente. Será un voto de confianza en unas elecciones transparentes, en la que el electorado le va a decir, ‘siga adelante’. Y si no se sale del margen de la estructura legal, desaparecerá el miedo”, enfatiza.
@ebritop22