La última vez que Lázaro, 76 años, ingeniero jubilado, recibió dólares en efectivo fue a finales de enero. El hijo, que reside en California, pagó 140 dólares en intereses para que su padre recibiera cuatro billetes de a cien. “Una auténtica usura. Las agencias que se dedican a enviar remesas a Cuba cobran gabelas entre el 30 al 35%. Si transfieres el dinero a la tarjeta MLC creado por el gobierno, me han llegado a cobrar hasta 40 dólares por cada 100. Es un abuso”, comenta por WhatsApp, Yamil, hijo de Lázaro, quien trabaja en una empresa informática en Silicon Valley.
Jorge, ex empleado de una agencia que entregaba de dólares a domicilio, cuenta a Diario Las Américas que “no siempre las agencias de enviar remesas cobraron comisiones tan altas. Fue a partir del inicio de la pandemia que comenzaron esos aumentos. Al suspenderse los vuelos a Cuba hubo un gran déficit de dólares y euros, que son esencialmente las dos monedas que suelen cobrar las personas que reciben remesas. Hasta esa fecha, las agencias cobraban una comisión entre el 8 y el 10 por ciento. A mayor cantidad de dinero a enviar, cobraban menor tasas de interés. En ese momento circulaba el peso convertible (CUC) en Cuba. Por política de Estado el CUC, una divisa que circulaba solo dentro de la Isla, tenía mayor valor que el dólar”, explica Jorge y añade:
“¿Qué pasaba entonces? Como el dólar no tenía capacidad de compra en Cuba, la mayoría de las personas que recibían remesas pedían que se le entregaran en CUC para poder comprar en las tiendas en divisas. Las agencias entregaban el dinero, por lo general, el mismo día. La tasa de interés que se cobraba era inferior a la de Western Union, que cobraba el 12 por ciento. Pero a partir de 2013 las cosas cambiaron. El gobierno autorizó los viajes al extranjero a los cubanos. Un segmento de emprendedores comenzaron a importar bienes desde Panamá, Nicaragua, Ecuador, México y Rusia. Se tejió una amplia red comercializadora de productos que iban desde un teléfono celular de última generación hasta una moto eléctrica. Esas personas vendían las ropas, electrodomésticos y otras pacotillas a precios más bajos que las tiendas estatales en divisas, que tenían gravámenes entre el 240 y 400%. Era más barato, por ejemplo, adquirir un split a una ‘mula’ que hacía compras en Panamá que adquirirla en una tienda de La Habana”.
La emisión por parte del régimen de pesos convertibles sin respaldo en divisas provocó que empresas extranjeras importadoras de bienes cerraran muchos de sus negocios en Cuba. A ese factor, indica Carlos, comprador de una empresa estatal, “súmale los impagos. Dos años antes que llegara la pandemia, GAESA, empresa militar encargada del suministro a los mercados en divisas, por su mala gestión y falta de liquidez, no podía abastecer su extensa red comercial. Las autoridades del gobierno tomaban los dólares que entraban al país para sus gestiones, algunas irracionales cómo construir hoteles de lujos que luego estaban vacíos, e imprimieron chavitos sin respaldo en divisas”
“Las 243 medidas decretadas por la administración Trump para sancionar a las lucrativas empresas militares fue el detonante de una caída abrupta del volumen de ventas en los negocios de GAESA. Y la tapa al pomo fue el cierra de las WU, que era un negocio con FINCIMEX, otra entidad bajo tutela de los militares. La tormenta perfecta fue la agudización de la crisis económica, la llegada de la pandemia y el disparate de implementar la Tarea Ordenamiento sin garantizar un suministro de bienes y servicios. Entonces apareció la inflación y se disparó el precio de las divisas en el mercado informal. En esas estamos”, acota Carlos.
Las medidas del régimen para obtener divisas frescas fue la apertura de una cadena de tiendas en moneda dura. En un primer momento solo se vendían electrodomésticos, motos eléctricas, piezas de repuesto de automóviles y artículos de ferretería. “La estrategia a seguir era vender a precios competitivos para ahogar la importación de bienes de las 'mulas'. Luego autorizaron la venta de alimentos. Pero con tasas impositivas descomunales”, afirma Carlos.
Gustavo, economista, cree que “el problema económico de Cuba es estructural. Es un edificio mal construido con inminente peligro de derrumbe. Hay que demolerlo y construir uno nuevo. La descomunal burocracia, con cientos de instituciones parásitas, sufragadas por dinero estatal provoca que una buena parte de las divisas que se obtienen después se dilapiden. Es como tirar el dinero a una hoguera. Además el Banco Central tiene una tasa fija al dólar que es artificial. Valora el dólar a uno por 24 pesos. Pero ninguna entidad financiera en el país vende dólares. Entonces el mercado informal ha ocupado ese espacio. Y las leyes de oferta y demanda dictan la realidad: a día de hoy un dólar cuesta 100 pesos y un euro 115. Ese desbarajuste trajo consigo que el salario de los trabajadores, debido a la inflación galopante, perdiera capacidad de compra de una forma dramática. Hace un año, un profesional que ganaba el equivalente a 200 dólares, ahora ese mismo salario equivale a 80. Ha perdido 120 dólares de poder adquisitivo en un escenario donde los bienes y servicios cuestan dos veces más que en enero de 2021”.
Ese terremoto económico, combinado con un modelo político y social anacrónico, en el cual el Estado pretende controlar hasta el más mínimo detalle, impide que se desaten las fuerzas productivas. Con un turismo que cayó en un 76% respecto a 2017, ventas de servicios médicos en declive, con el régimen apropiandose del 70 por ciento de sus salarios, y el envío de remesas, que de tres mil millones de dólares anuales descendió en un 70,83%, según Emilio Morales, economista y presidente de la consultora Havana Consulting Group, la dictadura militar sobrevive a golpe de improvisaciones.
Precisamente Morales es vicepresidente del grupo RevoluGROUP, una empresa de envío de remesas vía electrónica que comenzará a prestar servicios a Cuba a través de la aplicación RevoluPAY. Según ha dicho, la nueva empresa tiene licencia del Departamento del Tesoro de Estados Unidos que le permite operar en 27 países de Europa, lo que le permite emitir tarjetas de débito con tecnología VISA y Mastercard que solo pueden ser cargadas a través de la aplicación RevoluPAY y podrá usarse en los comercios de cualquier parte del mundo y extraer efectivos en cajeros y bancos donde estas tarjetas estén permitidas.
La nueva agencia promete provocar cambios en el tema de envío de remesas. Joel, quien recibe sistemáticamente dólares de su hermano que radica en Miami, piensa que “si el gobierno no pone trabas, sepultará a todas las agencias que lucraron con la necesidad de los cubanos, pues de un 35 por ciento de comisión por cada 100 dólares a 2.50 euros por una transacción directa, es un beneficio notable”.
Maryolis, dueña de un negocio de peluquería, espera que esa vía funcione, porque "las altísimas tasas de intereses que cobran las agencias dedicadas al envío de remesas, provocan que los clientes tengan que pagar precios muy elevados. Leí que también tienes la opción de tener el dinero en divisa en una aplicación del teléfono que puedes usar para comprar en el extranjero y que se puede transferir dinero a las tarjetas MLC en Cuba. Es un negocio redondo”.
Está por ver cuál será la reacción del régimen. En un principio, cuando desconocían quién estaba detrás de la empresa, el medio digital Cubadebate publicó una nota sobre la nueva empresa basada en Canadá. Más tarde, quizás al enterarse que Emilio Morales, abiertamente anticastrista, era un peso pesado en la empresa, Carlos Fernández de Cossío, viceministro de relaciones exteriores, dijo en su cuenta Twitter que “Estados Unidos prohibió las remesas vía Western Union a Cuba, que cobraba alrededor de cinco dólares por cada cien enviados, para aparentemente autorizar fórmulas que le cobran al remitente hasta treinta dólares por cada cien”.
Emilio Morales, aseveró que esa afirmación era falsa. La Western Union cobraba 12 dólares por cada cien. Y la nueva empresa cobrará un 2 %. Según un funcionario de la corporación CIMEX, “se desconoce qué medidas implementará el gobierno para intentar recuperar el dinero perdido por GAESA gracias al monopolio sobre las remesas. Se rumora que una de las medidas es aumentar el precio de los alimentos, entre 15 y un 30 por ciento, en las tiendas MLC, bajo el pretexto de la guerra de Putin y el alza de la transportación y precios de los alimentos en el mercado internacional. Una manera velada de recuperar el dinero que dejaron de ganar como intermediarios del servicio de remesas”.
De momento la pelota está en la cancha gubernamental. Impedir el servicio de la nueva empresa sería pegarse un tiro en el pie. Pero, ya se sabe, esa es la naturaleza del régimen verde olivo.