MANAGUA.- El presidente nicaragüense, Daniel Ortega, encabezará el festejo del 38º. aniversario del derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza, en medio del derroche del dinero estatal y la cada vez más creciente crítica hacia su persona por liderar un Gobierno que, según sus detractores, emula al régimen político que ayudó a combatir en los años 70.
De hecho, los sandinistas celebran cada 19 de julio el triunfo de la revolución que acabó con cuatro décadas de dictadura de la familia Somoza, tras 18 años de lucha guerrillera organizada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
La celebración atrae a miles de nicaragüenses, en su mayoría integrantes del FSLN, así como trabajadores del Estado, muchos de los cuales aseguran que acuden al festejo bajo la coacción de perder sus empleos.
Recursos
Como es usual, desde que Ortega regresó al poder en Nicaragua en 2007, la celebración absorbe una enorme cantidad de recursos públicos, monetarios y humanos, que deben garantizar la instalación de tribuna, sonido, grandes pantallas de imágenes y transportación de simpatizantes y asistentes en general, así como atención a delegaciones internacionales invitadas.
Los gastos generalmente corren a cuenta de las alcaldías sandinistas, que en el caso de Managua es la encargada de alistar la plaza del festejo, así como los varios kilómetros de la carretera que une a la capital con el aeropuerto internacional.
“Deberían embellecer también en víspera de Semana Santa, para cuando hay actividades religiosas. La alcaldía de Managua debería embellecer las diferentes avenidas principales (no sólo durante el festejo sandinista). Debería ser todo el año, en todas las fechas especiales del municipio”, puntualizó a la prensa local la concejala Omar Lola.
Enriquecimiento
Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, lideran una celebración que tiene lugar en un momento en el que su Gobierno parece haber entrado en una período de decadencia, sin las altas sumas de recursos proporcionadas por el Gobierno chavista de Venezuela, las eventuales sanciones económicas de los Estados Unidos, que hoy debate el Congreso estadounidense, y las críticas crecientes hacia su gestión de instalar una dictadura dinástica similar a la de Somoza.
Henry Ruiz, el llamado Comandante Modesto, quien formó parte de los nueve comandantes que integraron la Dirección Nacional durante los años 80, dijo el año pasado al diario La Prensa que la revolución sandinista quedó sepultada después de las elecciones de 1990, cuando Ortega perdió la presidencia ante la opositora Violeta Chamorro.
“Fue un error haber dejado que este señor se encaramara donde está y que ahora sea presidente eterno. Debe haber formas de relevo del poder político. Debe haber rendición de cuentas y transparencia, eso va contra la corrupción pública. Y ahora no hay rendición de cuentas, ahora lo que hay es un masajote de corruptos. Este es un gobierno de corruptos”, dijo Ruiz al mismo diario.
“Donde usted le encuentre, le pincha el dedo y sale corrupción. Eso no es sandinismo. Sandino es el de la famosa frase del que no aspira ni siquiera a un pedazo de tierra donde lo entierren, tiene derecho a ser oído. Esa es la esencia del sandinismo. La pelea contra Somoza no era una empresa. Y si eso era y no lo entendí, me engañaron”, añadió.
A Ortega y su esposa lo acusan de destruir la democracia, demoler las instituciones y crear un estado policiaco para reprimir a los disidentes, entre otros asuntos. De esta manera, el presidente nicaragüense y sus allegados son continuamente acusados de enriquecerse a costa del poder, a partir de la repartición de bienes que tuvo lugar antes de entregar el poder en 1990, cuya riqueza, según indican los críticos, incrementó a costa del erario público y la cooperación venezolana en sus últimos diez años de mandato.
“Eso (la revolución sandinista) se acabó. La sepultó (Ortega)”, dijo Ruiz.