SAN JOSÉ. El ingreso reciente de 650 cubanos por la frontera con Colombia y el constante flujo de migrantes haitianos, africanos y asiáticos por la misma zona, obligó al Gobierno panameño a abrir dos nuevos campamentos humanitarios en las comunidades de Nicanor y Peñitas, en la provincia de Darién.
No obstante, el futuro de los cubanos y demás sigue siendo incierto, no solo porque aún están viviendo a la intemperie, sino porque no hay claridad sobre su salida de Panamá rumbo a Estados Unidos.
Los campamentos son instalados por el Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc) para brindar atención médica y aplicar controles biométricos de seguridad a todos los mirantes irregulares, para saber si tienen algún delito pendiente, según la Presidencia panameña.
La apertura va a tono con lo declarado por el presidente Juan Carlos Varela, de no permitir el paso ilegal por sus fronteras, pero tampoco pretende violar los derechos humanos de los migrantes.
En ese sentido, el Gobierno panameño reafirmó su posición de mantener cerrada la frontera con Colombia a los flujos migratorios irregulares que afectan la región centroamericana, así como el compromiso de tomar todas las medidas sanitarias y de seguridad necesarias para que estos emigrantes no representen riesgo de salud o de seguridad para la población local.
Los dos nuevos campamentos se suman a otro que el gobierno panameño abre Mas Di en Metetí, siempre en Darién. Los cubanos no han hecho uso de ellos.
“La madrugada del martes (16 de agosto) cayó una gran cantidad de lluvia con tormenta, todos estamos al aire libre y nos mojamos, fue algo terrible. En los próximos días aparecerá la fiebre y muchas enfermedades respiratorias, por favor que nos saquen de aquí urgentemente”, describió Aliex Artiles, un cubanos que se encuentra a la intemperie en Puerto Obaldía, Panamá.
La semana pasada, 655 cubanos que estaban varados en la comunidad fronteriza colombiana de Turbo, llegaron al panameño Puerto Obaldía, luego de cruzar de modo irregular durante días la selva del Darién.
Ellos hicieron una breve escala en Zapzurro, la última comunidad colombiana para llegar a Panamá. Cruzaron la frontera por la selva motivados por el anuncio del presidente Varela, de brindarles una ayuda humanitaria si llegaban a su territorio.
Sin embargo, cuando llegaron a zona fronteriza, la guardia de Panamá les anunció que tenían que regresar a Colombia, de lo contrario, serían deportados a su lugar de origen, según el relato de los propios cubanos en La Miel, Puerto Obaldía.
Las declaraciones sembraron la desesperación entre el grupo de cubanos que no hay sido calmadas por el anuncio de la apertura de albergues. Al aire libre están conviviendo en ese punto de entrada a Panamá, “niños, embarazadas, ancianos y personas incapacitadas”, informó Artiles a DIARIO LAS AMÉRICAS.
En el grupo de cubanos hay cerca de 60 menores y siete mujeres embarazadas, según medios panameños. Los extranjeros aseguran que duermen en la playa y a la intemperie. Además, subieron los precios de los alimentos y no pueden comer tres veces al día en La Miel.
Los habitantes de la comunidad desafiaron la orden de las autoridades de no venderles alimentos a los migrantes. Mientras tanto, las autoridades colombianas en esa zona fronteriza investigan restos de dos personas que según las especulaciones, serían dos cubanos que no soportaron atravesar la Loma de la Muerte, el último tramo del agreste Tapón del Darién que conecta o divide Panamá y Colombia.
Artiles lanzó la alerta desde hace días a diversos medios internacionales, de que se trata de dos cubanos, información no confirmada por la vía oficial.
FUENTE: Especial