La observación y cuidado del medio ambiente no admite tintes ideológicos. Algunas frases hechas referidas a la ecología se han convertido en bandera de combate para los portavoces de las corrientes populistas; sin embargo, la reacción de los ambientalistas ante un desastre natural trasciende, y adquiere magnitud dependiendo de quiénes sean los responsables del hecho.
El mayor vertido de petróleo hacia el mar en Venezuela, registrado en las dos últimas décadas, está sucediendo ahora mismo en el Parque Nacional Morrocoy, en la costa centro occidental de esa nación, con grave peligro de afectación permanente para los grandes ecosistemas que habitan la región.
Según datos investigados por DIARIO LAS AMÉRICAS, desde el 22 de julio pasado, unos 26.700 barriles de crudo aproximadamente, procedentes de la refinería El Palito, en el estado Carabobo, donde opera la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), están yendo a parar a las aguas del Mar Caribe que bañan a la nación petrolera.
El silencio cómplice ante esa catástrofe, no sólo se le puede achacar al grupo de poder que de manera ilegítima se atribuye el control de las riquezas en la nación. El gran peligro de desaparición de cientos de miles de especies marinas en la región ocurre ante la mirada indiferente de los gobiernos, instituciones y personalidades que no se pronuncian contra quienes, a pesar de ser señalados como prófugos de la justicia internacional, admiten la dilapidación de la riqueza natural de un país, para comprar compromisos y respaldo de “gobiernos aliados”.
Y es que el vertido de crudo que en este momento ha despertado la atención de agencias como la NOAA (Administración Nacional de Océanos y Atmósfera) y la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio), no ha tenido asimismo repercusión de denuncia por parte de organismos internacionales que velan como garantes del equilibrio ecológico en el planeta.
Tras un pedido enviado desde nuestra redacción a los departamentos de comunicaciones de la NOAA y la NASA, mediante imágenes captadas por científicos de esas agencias, la mancha del petróleo vertido al mar en las costas venezolanas se puede apreciar, así como el derrame que aún no se detiene.
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La foto de satélite de la NASA muestra el daño ocasionado por el derrame de Petróleo sobre el Parque Nacional Marrocoy. La mancha oscura cubre las guas de la reserva marina. El derrame se habría originado en la refinería El Palito (Carabobo, norte), a unos 60 kilómetros del Parque Nacional Morrocoy, según María Gabriela Hernández, presidenta de la Comisión de Ambiente de la Asamblea Nacional, único poder controlado por la oposición.
Cortesía/NASA
Pero no sólo el daño provocado por este derrame, que quizás podrían presentarse como accidente, constituye un ejemplo tangible de la devastación natural a la que está siendo sometido el territorio venezolano.
Hay unos 111.843 kilómetros cuadrados de extensión territorial en el estado Bolívar de esa nación, donde se asientan los mayores yacimientos de oro, diamantes y coltán [metal utilizado fundamentalmentalmente en la industria tecnológica para componentes de teléfonos y computadoras] del país y uno de los más grandes del mundo, donde desde el año 2016, con la anuencia de Nicolás Maduro, bajo el pretexto de designar el territorio minero como zona de Desarrollo Estratégico, compañías nacionales y extranjeras dilapidan esos recursos y los extraen sin medir consecuencias.
Para ese proyecto de extracción minera a gran escala no sólo las poblaciones indígenas de la zona han sido afectadas, en muchos casos ha habido desplazamientos forzados y asesinatos; también en este caso ecosistemas que pertenecen a la Amazonia, reserva universal de la biósfera, que actúa como medidor atmosférico del CO2 (dióxido de carbono) en el planeta, permanecen agredidos, una vez que los trabajos de prospección y extracción minera se efectúan sin previo estudio del impacto medioambiental.
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Según reportes de prensa, unas 198 comunidades indígenas se han visto afectadas por esas operaciones, mientras avanza la deforestación y se hace uso indiscriminado del mercurio para la extracción del oro.
Ante un desastre natural de tal magnitud, donde no sólo Venezuela y su población se convierten en blanco de un verdadero genocidio a la tierra, cabría preguntarse, ¿dónde están los ambientalistas que no se manifiestan alarmados ante estos sucesos?; ¿a dónde han ido a parar las voces de los que se agrupan en partidos verdes que se escandalizan por el deshielo de los glaciales y las extinción de especies en África?
El ecocidio que padece la nación sudamericana, estimulado por un grupo que fomenta la dilapidación de la riqueza nacional para comprar respaldo político, debería despertar interés entre los amantes del equilibrio en el planeta, tanto como si detrás del daño irreparable que provoca, no pudiera identificarse la influencia de otros intereses.
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@IlianaLavastida