PANAMÁ.- El flujo de migrantes y refugiados venezolanos en Latinoamérica sigue en aumento y la mayoría enfrenta dificultad para alimentarse y conseguir un trabajo, de acuerdo con un informe divulgado el miércoles por la Organización Internacional para las Migraciones y la ACNUR.
También se ha disparado como nunca antes el flujo de migrantes hacia Norteamérica por la peligrosa jungla del Darién, en la frontera de Panamá con Colombia, según la OIM y la ACNUR, que formularon un llamado urgente a la comunidad internacional a no dejar solos a los países vecinos que dan acogida a los desplazados.
De acuerdo con los hallazgos del análisis, la mitad de la población refugiada y migrante en la región en Latinoamérica no puede costear tres comidas diarias y no tiene acceso a una vivienda digna y segura. Para comprar comida o evitar vivir en la calle, muchas personas venezolanas se ven obligadas a recurrir al sexo de supervivencia, la mendicidad o el endeudamiento, señalan esos organismos de las Naciones Unidas.
Destaca que a pesar de los avances alcanzados a través de diversas iniciativas de regularización y documentación implementadas en toda América Latina y el Caribe, el aumento de las necesidades humanitarias evidencia la necesidad urgente de mejorar la protección y el acceso a servicios y oportunidades de empleo.
El informe resalta que a pesar de la reapertura de las escuelas, muchos niños, niñas y adolescentes refugiados y migrantes siguen enfrentándose a múltiples obstáculos para acceder a los servicios educativos en sus países de acogida, sobre todo, por la falta de cupos o de espacio en las escuelas.
En Colombia, el 29% de los niños, niñas y adolescentes de Venezuela entre los 6 y los 17 años no están matriculados en las escuelas, ya que sus padres y madres no pueden pagar las matrículas y los materiales escolares. En Aruba y Curazao, el valor del seguro obligatorio, el transporte y los útiles escolares impiden la escolarización.
Otro grupo de migrantes venezolanos buscan mejores oportunidades en Estados Unidos y se arriesgan a cruzar desde Colombia la selva de Darién, donde incluso algunos mueren en el camino, para luego seguir su travesía a través de los países centroamericanos con rumbo a Estados Unidos.
Pese a ello, la peligrosa ruta del Darién sigue atrayendo a migrantes hacia la población de Necoclí, un pueblo costero del lado colombiano, donde actualmente se represan cerca de 9.000 migrantes —la mayoría venezolanos— que esperan varios días por una pequeña embarcación para iniciar su camino a la selva en su viaje hacia el norte en busca de mejores oportunidades.
La estatal Defensoría del Pueblo colombiana advirtió que la actual emergencia migratoria es “mucho más grave” que la que se registró en el 2021 con la masiva llegada a Necoclí de migrantes, en su mayoría haitianos, que cruzaban por el Darién.
“La cantidad de personas en movilidad humana que han pasado hacia Panamá supera los 150.000 en comparación con los 134.000 migrantes en todo el 2021. Y la tendencia es a seguir aumentando”, indicó la víspera el defensor del Pueblo, Carlos Camargo, tras visitar Necoclí.
Los migrantes venezolanos suelen carecer de recursos económicos, cerca de 1.000 viven en la playa en condiciones de mendicidad a la espera de una embarcación, por lo que están más expuestos a ser utilizados por grupos armados ilegales que operan en la zona, advirtió Camargo.
Aproximadamente, el 15% de los migrantes son niños, niñas o adolescentes, quienes enfrentan mayores condiciones de vulnerabilidad en el Darién, una selva inhóspita en la que suelen presentarse agresiones sexuales, robos y trata de personas.
FUENTE: Con información de AP