Cuando Miguel Díaz-Canel visita una empresa estatal, con antelación, los llamados ‘factores’, miembros de la asociación del combatiente y el partido comunista, junto a estudiantes y trabajadores, vigilados estrechamente por la Seguridad del Estado, se movilizan hacia el lugar que luego recorrerá el gobernante designado a dedo por el autócrata Raúl Castro.
Es un viejo truco de las dictaduras comunistas: establecer un escenario determinado para crear la sensación que las cosas marchan bien. Con esa fullería, durante años en Cuba han engañado a Premios Nobel, empresarios capitalistas y despistados visitantes foráneos.
El día antes, una brigada de operarios chapea la maleza, recogen la montaña de basura que se acumula en las esquinas y pintan con cal blanca los bordes de las aceras. A la carrera actualizan el mural de la fábrica, escuela, hospital o cooperativa que Díaz-Canel irá a visitar. Y colocan cursis cadenetas atadas en los postes eléctricos de la localidad por donde el gobernante transitará. Un montaje estilo Corea del Norte.
A grupos de personas les entregan banderitas cubanas de papel. Y un vehículo del departamento de orientación revolucionaria (DOR), entidad que diseña la propaganda partidista, emplaza una enorme bocina que reproduce ‘canciones patrióticas’ y el himno de la Internacional. Un exfuncionario del DOR cuenta que después de tener el escenario preparado, “arranca la actividad con un acto cultural y luego, por este orden, a la tribuna suben y dan un breve discurso, un estudiante destacado, un obrero condecorado y el primer secretario del partido en el municipio visitado. En primera fila, Díaz-Canel y la comitiva que le acompaña”.
Según el antiguo funcionario, “es políticamente correcto llevar a esos actos muchachos con discapacidad física o intelectual, pues simbolizan una muestra del 'humanismo' de Fidel y su revolución. Hace cuarenta años, los que subían a la tarima seguían un guión previo: comparar estadísticamente los logros productivos y sociales del socialismo cubano con la época neocolonial o durante el mandato del tirano Batista. Esas actividades están programadas para que duren una hora como máximo. En cada partido municipal (hay 169 en todo el país), existe un funcionario encargado de esa tarea. La mayoría pasó cursillos en escuelas del partido. Hay organizadores que logran recrear un ambiente sensiblero, con pioneros que se emocionan y lloran cuando dan gracias a Fidel o a la revolución”.
Esas ‘actividades’ tienen su costo financiero. Galones de combustible que se destinan a prepararlas y movilizar trabajadores, estudiantes, campesinos o vecinos de los alrededores. “Realizarlas, con la actual inflación, cuestan cientos de miles de pesos, pero si son a nivel nacional valen millones de pesos. No importa el derroche mientras sea por la revolución”, aclara el ex funcionario, quien sigue dando detalles:
"Después de los aplausos y dar vivas a Fidel, Raúl y Díaz-Canel, cuando la gente comienza a marcharse, a los organizadores de la 'actividad' les entregan una merienda consistente en un pan con jamón o mortadella y un refresco. En sus carros climatizados, los mayimbes (dirigentes) van a almorzar a casas de visitas del partido comunista (en cada provincia hay varias, todas muy bien atendidas, abastecidas y controladas). Si la actividad es un municipio, los cuadros de menor jerarquía almuerzan en el comedor del partido o en un restaurante estatal habilitado para la ocasión”.
"Incluso en los años duros del Período Especial, en la década de 1990, los almuerzos y cenas en las casas de visita de los partidos provinciales siempre eran de cuatro o cinco platos. Ni antes, ni ahora, en el menú no faltan platos típicos cubanos, como arroz blanco y frijoles negros o congrí, tamales, masa de cerdo asada, yuca con mojo, tostones, mariquitas, plátano maduro frito... Tampoco faltan los buenos cortes de carne de res, como el bife de chorizo o la picaña; productos del mar como emperador, aguja, salmón, calamares, camarones, langosta... Y, por supuesto, queso de calidad nacional o importado, jugos naturales y de postre, buñuelos, casquitos de guayaba, coco rallado, fruta bomba en almíbar, flan y cake de tres leches".
"Ojalá se filtraran algunos videos, para que la población vea la cantidad y variedad de comida que les preparan. Aunque ellos comen como animales, siempre queda comida, que los empleados que trabajan en esas casas se las llevan a sus familias. Cada acto que celebra el partido o el gobierno a lo largo y ancho de la isla, propicia que el personal que labora en comedores y casas de visitas del partido, cargue con aceite de oliva o vegetal, arroz, viandas, frijoles, carne de res y de cerdo, pollo, pescado, carnero, litros de leche, botellas de ron o de whisky. Quienes trabajan en esas 'actividades' no solo llevan comida para sus familias, también hacen dinero vendiendo una parte de los alimentos, meriendas o del combustible asignado. Trabajar en un almacén de víveres, el comedor o una cocina del partido comunista te permite ganar mucho dinero”, concluye el ex funcionario.
Uno de los ex cocineros de Fidel Castro abrió un negocio a orillas de la bahía habanera llamado Plaza de Mercado Puerto Fresco, donde se vende desde chocolates italianos Ferrero Rocher, carne importada de Uruguay y Estados Unidos hasta una variedad de café Starbucks. “El bloqueo solo funciona para los cubanos que no tienen parientes en el extranjero o trabajan al Estado. Los que laboraron en el gobierno, como Roberto Robaina, no sé cómo pudieron ahorrar miles de dólares y abrieron negocios privados. Además de dinero, mantienen buenos contactos de aquella etapa. Por eso le entregan un almacén del Estado al dueño de Puerto Fresco y los inspectores no lo molestan. Se aprovechan de los dos sistemas. El dinero y las conexiones que lograron apoyando a Fidel y el buen gusto y refinamiento capitalista gracias a los dólares que ganan en sus negocios que les permite importar autosdesde Miami”, dice un empleado de Plaza de Mercado.
Mientras millones de cubanos intentan sobrevivir en las duras condiciones del estrafalario socialismo o muerte, de corte marxista, soportando veinte horas y más de apagones, comiendo poco y mal una vez al día y sin poder pagarse un tratamiento contra la diabetes o controlar su presión arterial, miles de burócratas y oficiales de las FAR y el MININT aprovechan sus cargos en las alcantarillas del poder para ganar mucho dinero y obtener casas y autos.
Cuanto mejor logren posicionarse, mayores opciones tienen para acceder a las divisas. Si eres un dirigente municipal puedes ganar miles de dólares de acuerdo a tu ‘creatividad’ o capacidad de extorsión. Pero si eres general o ministro, las ganancias se multiplican por cinco. “Mira tú si el descaro en este país es grande, que a los pejes gordos del gobierno, las FAR y el MININT, además de carros, empleadas domésticas y buenas residencias, les dan una tarjeta con tres mil dólares para gastos corrientes en su casa”, denuncia una empleada de CIMEX.
Al dictador Fidel Castro le gustaba presumir que ganaba 600 pesos mensuales, que sus gastos los asumía el Estado y no tenía siquiera un dólar en su cuenta bancaria. Ni falta que le hacía. Era el dueño de la Isla.