lunes 9  de  septiembre 2024
Cuba

Violencia obstétrica en Cuba: 517 mujeres cuentan sus partos

Una especie de #MeToo se ha desatado en redes sociales desde la publicación de Partos Rotos, una investigación colaborativa sobre violencia obstétrica en Cuba
Por DARCY BORRERO BATISTA

MIAMI.- Con poco más de 34 semanas de gestación, Yusimí Ferreira de la Cruz pudo haber dado a luz a su bebé Angeline de los Milagros Grant Ferreira el 13 de junio de 2005 en Cuba. Esa mañana, el médico que la atendió recomendó una cesárea de urgencia que no fue realizada hasta tres días después, el 16 de junio. Las consecuencias del aplazamiento como episodio de violencia obstétrica perduran hasta la actualidad.

Ella es una de las 514 mujeres cubanas que contaron sus historias de alumbramiento para la investigación Partos Rotos, que a partir del análisis de todas esas experiencias de partos, además de declaraciones de médicos y consultas bibliográficas, demostró que la violencia ginecobstétrica es sistémica en Cuba. Se trata de un tipo de violencia de género con raíces en los estereotipos que causan la deshumanización y violencia contra las mujeres, y en el modelo médico hegemónico, que privilegia las necesidades de los y las profesionales de la medicina sobre las de las pacientes.

En Cuba, la violencia obstétrica se ve agravada por un sistema de salud muy jerarquizado y preocupado por mantener una tasa de mortalidad infantil baja que ignora el bienestar de las madres, expone uno de los reportajes centrales de esta iniciativa liderada por mujeres, algunas de las cuales no pueden firmar sus trabajos por presiones de la Seguridad del Estado.

Aunque han pasado 16 años, Yusimí no deja de preguntarse qué habría pasado (y cuán distintas fueran sus vidas) si en el hospital América Arias, conocido como Maternidad de Línea, hubieran seguido las indicaciones del doctor Ridel, de quien no recuerda el apellido pero tampoco olvida el nombre ni sus palabras de alerta: “De aquí (el policlínico) vas a ir para el hospital; llama a tu casa que te voy a hacer la orden porque estás con pérdida de líquido (amniótico)”.

Yusimí tampoco olvida que, cuando empezaron esos síntomas que derivarían en sufrimiento fetal, era lunes y ella acudió al médico porque tenía programada una consulta de rutina para pretérminos en el policlínico Guiteras, de la Habana Vieja. “Mientras el doctor me ausculta, yo le comento que desde que me levanté esa mañana sentía que se me salía el orine aunque no tenía ganas de orinar. Entonces automáticamente me sube a la camilla para revisarme y luego de hacerlo me explica que me va a remitir al hospital para que me hagan la cesárea de urgencia”, relata.

Ya en el hospital, “entrego la orden que él me da y los del equipo médico de guardia me dicen que no entienden por qué el doctor Ridel me remitió de urgencias si yo aún no estaba de parto”, cuenta. Así que determinaron dejarla en observación en el hospital, pero le dijeron que “no estaba para parto todavía”.

“Pasan las horas, el martes, el miércoles, y ya dejo de perder líquido y comienzo con unas manchas, siento mucho dolor abdominal, y el jueves en la mañana ya no podía más. Me preparo para ir al baño porque veo que ya el sangramiento es mucho más abundante que el día anterior. Llamo a mi mamá (que no se había quedado conmigo porque supuestamente todo estaba bien) y le explico las condiciones en que estaba porque tenía un dolor de ovarios muy fuerte. Cuando mi mamá llega se indispone, se altera, tiene careo con los médicos y cuando revisan la historia clínica, yo tenía una orden de ultrasonido de urgencia que no se me había hecho. Me llevan a hacerme el ultrasonido y la especialista nos dice: ‘mamá, corran porque ni ella ni la bebé’”, relata Yusimí.

La violencia obstétrica es sistémica y sistemática en Cuba

Si bien la investigación no se basa en una muestra representativa y sus resultados no tienen validez estadística, ofrece por su amplitud un panorama general de cómo se manifiesta la violencia obstétrica en el país.

"Las mujeres entrevistadas describieron un sistema de salud en el que sus peticiones de tratamiento para el dolor son ignoradas (86%) y en el que aún son comunes procedimientos agresivos que en otros países ya no se realizan de manera sistemática. En casi la mitad de los partos se practicó dilatación manual o torniquete, y en un tanto similar la maniobra de Kristeller. La episiotomía se aplicó en tres cuartos de los casos", revelan las autoras.

"Las entrevistadas también pusieron en evidencia que la falta de consentimiento y los malos tratos son comunes. Casi la mitad dijo que el personal médico actuó sin pedir su consentimiento, lo que viola los derechos humanos de las pacientes, según la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer de las Naciones Unidas (ONU). Además, en el 41% de los casos las madres dijeron haber sufrido violencia verbal o psicológica. El personal médico las ignoraba cuando hacían alguna petición o las acusaban de poner en riesgo la vida de sus bebés".

Asimismo, los profesionales consultados para Partos Rotos coincidieron en que reciben “presión del Minsap para lograr buenas estadísticas” y deben siempre “cumplir estrictos protocolos”, lo que les desincentiva a introducir cambios o actuar bajo su propio criterio. Es común que deban cumplir cuotas, por ejemplo, sobre el número máximo de cesáreas que pueden practicar.

Yusimí y su hija todavía pagan de por vida las consecuencias de una cesárea de urgencia aplazada. Cuando la sentaron en el sillón de ruedas y la chequearon y le dijeron que no había tiempo, que requería cesárea de urgencia, ya era tarde. “Mi hija nació pesando 1,620 kilogramos, estuvo 42 días en la incubadora adquiriendo peso”.

Sin embargo, pasado ese tiempo, a Angeline de los Milagros le dan de alta “como una bebé normal”, explica Yusimí. “Fue un alumbramiento prematuro porque yo presento el parto con 34.5 semanas, por lo que ella no tenía el peso adecuado y con el proceso de los días previos al parto, perdió peso también. Pero no se le hizo un estudio sino hasta los seis meses, cuando su evolución no era la que correspondía y la familia paterna la llevó a hacerle un estudio general que es el que revela su discapacidad”.

Consecuencias a largo plazo

La madre relata que a la niña “se le hizo una resonancia magnética que determinó que tenía una atrofia cortical difusa con ligera dilatación asimétrica de ambos ventrículos laterales”. En resumen, el diagnóstico fue de parálisis cerebral infantil con hemiplejia izquierda.

De acuerdo con los Centros para el control y la prevención de enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) la parálisis cerebral infantil (PCI) comprende un grupo de trastornos que afectan la capacidad de una persona para moverse y mantener el equilibrio y la postura. Es, según esta fuente, la discapacidad motora más frecuente en la niñez y es causada por el desarrollo anormal del cerebro o por daño al cerebro en desarrollo que afecta la capacidad de la persona para controlar los músculos. En muchos casos también viene acompañada de afecciones como discapacidad intelectual, convulsiones, problemas de la vista, el oído o el habla, cambios en la columna vertebral o problemas en las articulaciones.

“Angeline, desde los seis meses, tiene diagnosticado retraso mental severo tanto motor como en el habla. A los dos años fue que empezó a incorporar habilidades como tratar de sentarse o pararse”, describe la madre. “En estos momentos, debido al déficit de rehabilitación (solo le hacían ozonoterapia durante ingresos de tres meses) sus habilidades son limitadas: se sienta y, con la mano derecha, que no la tiene afectada, escribe. Logra hablar, intercambiar conversaciones, está matriculada en una escuela, sabe razonar, e intelectualmente no está tan dañada a pesar de que científicamente en los estudios sale un daño bien severo”.

“Y todo eso ellos determinan que fue por el sufrimiento fetal durante cuatro días desde que comencé con la pérdida de líquido amniótico y no se me hizo la cesárea de urgencia. Al ella estar sufriendo durante esos días se le produjo la lesión, el daño cerebral”, asevera.

Pese a que la madre está convencida de la negligencia que les cambió la vida, los médicos nunca se hicieron responsables: “No he recibido reparación alguna. Cuando diagnosticaron a la bebé, los que demoraron la cesárea estaban de misión fuera de Cuba y luego desertaron”, detalla. Quien no deserta es Yusimí. Han pasado 16 años y su hija, ahora adolescente, continúa dependiendo de ella como el primer día en tanto que necesita cuidados de por vida.

“Hasta el sol de hoy, nunca he recibido apoyo de las autoridades. Mi situación de vivienda es crítica. Hoy hace tres meses que me colé en la vivienda donde estoy porque ni Vivienda ni el gobierno han dado pasos para apoyarme con mi situación, que requiere desde pañales que ellos venden en MLC hasta alimentación”, precisa.

Ahora, además, Yusimí se hace cargo de su segunda hija, Amor Cataleya Ferreira de la Cruz, nacida el 22 de agosto de 2013. Las tres sobreviven con la chequera que recibe Angeline: “es de 3660 pesos y yo soy madre soltera, de ella y de la menor, de ocho años. Todo cada día aquí es más caro, más difícil. Esa es la vida que llevo con Angeline y con Amor”.

Mediante sus redes sociales, dejó a disposición de las autoridades una carta en la que revela “las disímiles acciones” que ha acometido “ante varias instituciones estatales a fin de canalizar y obtener la más urgente y humana atención para la grave situación de vivienda, económica, de salud y social” que les aqueja.

“A veces ni yo misma sé de dónde saco la fuerza para luchar cada día. La situación con las niñas, en particular con Angeline, es muy difícil. Ahora la tengo sin silla de ruedas, he agotado las vías, pero solo hay en el mercado negro a 12000 pesos, ¿de qué manera voy a poder pagar ese precio? Sin la silla no la puedo enviar a la escuela. Los pañales desechables me cuesta muchísimo conseguirlos, sale en 1400 pesos un paquete de diez (en el mercado negro), en MLC, 8. Es aseo, comida, merienda, cremas para sus escaras y todas las necesidades de mi hija. Y verdaderamente tengo que hacer magia, tanto desde el lado económico como del emocional, porque muchas veces me siento sin fuerzas para seguir, me siento desilusionada, derrotada y pienso que no va a haber un mañana. Aquí en Cuba por más que te esfuerces, para todo hay obstáculos”.

Tras la presentación de Partos Rotos, la primera investigación que aborda este problema de manera sistemática en el país, Yusimí reaccionó a su propio testimonio y escribió: leer mi historia a pesar de haberla relatado y de estar consciente de lo sucedido me remontó al pasado. Llore mucho. Gracias por hacernos ver”.

No es la única madre que ha reaccionado de esa forma. A las primeras 514 que contaron sus experiencias de parto, se sumaron más de 200 completando el cuestionario de la investigación. Cada día aumenta la cifra. De modo que se ha desatado un #MeToo de mujeres que quieren visibilizar lo que ha significado para ellas y sus bebés parir en Cuba. Durante décadas, muchas cubanas lo han vivido como un evento contradictorio, feliz por la nueva vida que llega, pero traumático por la atención médica que recibieron. No solo duelen las contracciones. También los malos tratos o la falta de empatía que las mujeres reciben de un sistema de salud que tiende a ignorar sus necesidades durante un momento en el que son vulnerables.

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