De acuerdo a diferentes estudios y revistas científicas, no hay ninguna evidencia sólida de que el WiFi sea peligroso. La radiación inalámbrica que emiten las redes WiFi es mucho más débil que la de un ordenador portátil o de un teléfono celular y si la fuente de radiofrecuencia no está pegada a la cabeza el nivel de exposición es insignificante.
El WiFi no es ningún arma tecnológica. De hecho, es seguramente, el más inocuo que ha creado la tecnología. El WiFi, una abreviación que procede de la marca comercial Wireless Fidelity, es una tecnología que permite la conexión inalámbrica entre dispositivos electrónicos, permitiendo la transferencia de datos informáticos sin necesidad de cables.
La tecnología WiFi se encontraría, de hecho, dentro del rango de las ondas "inofensivas" por su bajo nivel energético. En la parte más alta del espectro estarían los rayos gamma, los rayos X o la luz ultravioleta capaces de causar quemaduras en la piel, afectar al ADN o dar lugar a tumores. Las señales wifi operan, sin embargo, en frecuencias de 2,4 GHz o 5 GHz, similares a las que usan, por ejemplo, los microondas, los teléfonos móviles, los dispositivos Bluetooth o la propia luz visible, es decir, radiaciones, “no ionizantes” o sin energía suficiente para ionizar los átomos ni causar daño en los tejidos vivos que, como mucho, producen calor.
El Comité Científico Asesor en Radiofrecuencia y Salud (CCARS) estableció que la radiofrecuencia que emite el WiFi no es perjudicial para la salud y por tanto, no puede provocar cáncer. Subrayan que tras muchos estudios no se conoce ningún mecanismo biológico por el que estas redes pudieran afectar la salud.
“El único efecto biológico que tienen estas radiaciones electromagnéticas es un calentamiento de los tejidos. Sin embargo, en el caso de la WiFi, este calentamiento no es significativo a los niveles de exposición habituales. En las últimas décadas se ha explorado si podría existir algún otro mecanismo y no se ha encontrado ninguno que produjera efectos observables. El WiFi trabaja a entre 10.000 y 100.000 veces por debajo de los niveles en los que esos efectos térmicos serían apreciables”, afirma el Comité Científico.
Asimismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incide también en este aspecto al considerar que la principal consecuencia de la interacción entre la energía radioeléctrica y el cuerpo humano sería el calentamiento de los tejidos, no existiendo base científica para relacionar la exposición a campos electromagnéticos con otros síntomas que podrían provenir de factores ambientales o incluso del estrés provocado por la propia preocupación acerca de los efectos sobre la salud del campo electromagnético.
Según la Health Protection Agency (HPA), si una persona pasa un año en un punto de acceso WiFi, recibiría la misma dosis de ondas de radio que si hubiera hecho una llamada de una duración de 20 minutos desde un teléfono móvil. La luz de una bombilla transmite más energía incluso que una red WiFi y vivimos rodeados de bombillas, sin enfermar.
Por lo tanto, las personas no corren ningún riesgo con la exposición a la radiofrecuencia que emiten teléfonos móviles, televisiones, aparatos de radio y escáneres de los aeropuertos. Eso sí, aconsejan mantener los teléfonos a un metro de distancia de dispositivos médicos y a 15 centímetros en caso de tener implantado un marcapasos.
Desde el CAARS, que está formado por expertos en medicina, física, química, biología e ingeniería, explican que los niveles de exposición a estas radiofrecuencias son miles de veces inferiores al máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unión Europea.
Aun así, la exposición a las radiofrecuencias de las redes WiFi solo se da durante la transmisión o la recepción de datos. Es decir, si escribimos un correo electrónico, solo se emitirán estas radiofrecuencias cuando pulsemos el botón enviar.
@iraimag
FUENTE: Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), MedicoPlus, Agencia de Protección de la Salud